Venezuela, abismo y engaño
Por Abel Veiga Copo
El País, Madrid
En Conversación en la Catedral, la tercera novela del hoy nobel Vargas Llosa,
hay una pregunta elíptica y trasladable a cualquier país y situación,
"¿Cuándo se jodió el Perú?”. Llevemos este interrogante a Venezuela:
¿cuándo y por quién se jodió Venezuela? Perdone amable lector por los
vocablos, pero en la convulsión que vive el país, asomado al abismo y en
frente de un precipicio de proporciones inauditas, no se nos ocurre
mejor interpelación.
La demagogia, la vaciedad intelectual de
esa suerte destructiva en que se ha convertido la filosofía chavista
está conduciendo al país al vértice mismo de la confrontación social y
política. El populismo enfangado de mentiras y patrañas, acusaciones y
amenazas de Maduro y su gobierno ha arrojado al país a la quiebra
absoluta y a la convulsión total. El desastre de gestión, pésima,
errónea, a la deriva misma, en lo económico, es el reflejo último de una
forma de gobernar clientelar, mezquina, donde la confrontación y la
arrogancia, la manipulación y la amenaza, el miedo y el recurso a la
violencia desgarran la fibromialgia de un país con unos recursos
extraordinarios y donde ahora mismo la pobreza, la miseria, la escasez
significan y simbolizan el hundimiento y el caso de un sistema y de una
economía. Peor no se podía hacer.
Sólo les quedaba un último recurso, al
amenaza y la apelación al estado de excepción como cortafuegos violento
ante la contestación, cada vez mayor, de una sociedad tan fácilmente
manipulable por promesas efímeras y hoy vacías como cansada y lastrada
por años donde la venda se ha caída forzosamente de unas anteojeras
donde muchos no querían ni quisieron ver nada.
Sin recursos y bienes imprescindibles,
con una escasez de productos lacerante, sin asegurar tres comidas al
día, sin alimentos en los comedores escolares de algunos barrios, sin
medicamentos necesarios e imprescindibles, con un mercado negro que
parece una montaña rusa, con una inflación que llegará a los cuatro
dígitos en breve si no lo ha hecho ya, con un país saqueado y un erario
noqueado sin escrúpulos por los prebostes del poder y los oligarcas de
un chavismo que se ha convertido en la quimera más grande de
Latinoamérica, con un derroche abismal de recursos, con unas políticas
públicas infaustas y autodestructivas en inversiones tan absurdas como
incontrolados, con resquebrajamiento legal e institucional vergonzoso
con un poder judicial títere y rehén del chavismo, con una inseguridad
jurídica que atropella derechos y libertades, la nueva burguesía
chavista ha roto el país en dos y ellos consolidado el expolio.
Políticos, funcionarios, militares y miembros del partido han llevado al
abismo al país. Sin importarles nada. Venezuela es hoy un espejismo
esperpéntico de lo que un día, no tan lejano fue. Sin que éste fuere
perfecto y manifiestamente mejorable, dos décadas después el experimento
ha explotado hundiendo la economía, la sociedad fracturada en mil
pedazos y lo institucional una copia vergonzosa y lastimosa de lo que un
día fue.
La violencia -Caracas es una de las
ciudades más violentas del mundo, poco o nada se sabe de otras ciudades
del país caribeño donde el hermetismo y el silencio u omertà es
proporcional al miedo y a la impunidad de gobernantes, poderosos
oligarcas, funcionarios y algunos militares-, el tráfico de drogas y la
corrupción, el cáncer espoleado y agitado a enésima potencia durante
estos quince años, y agravándose a lo que ya era genético en la política
venezolana y de tantos otros lares no solo latinoamericanos, han
campado a sus anchas.
No hay espacio para la anécdota y sí
para la tragedia, el drama de un país rico en sus recursos y esquilmado
por ávidos sin escrúpulo. La manipulación mediática, el miedo y la
amenaza gansteril cuando no caciquil para cerrar cualquier medio
crítico, la persecución de la oposición, la farsa judicial en el juicio
sin garantías procesales ni constitucionales de ningún tipo a dirigentes
y alcaldes de la oposición encarcelados ominosamente, asesinatos de
políticos y dirigentes de la oposición, la polarización de quintas
columnas chavistas y perfectamente adiestradas y armadas, la erosión de
la educación por el adoctrinamiento de confrontación, el hundimiento y
colapso de la economía, la hiperinflación, el control de precios hasta
el absurdo que no cubre ni siquiera los costes marginales de producción,
el mercado negro, la restricción de agua y de energía, luz, el cierre
de la semana laboral a dos días para funcionarios, la imposibilidad de
proveerse de alimentos y medicinas por la población tras horas y horas
de colas interminables, son el pan de cada día, azuzado por la
inseguridad, la arbitrariedad del poder y el fantasma del miedo.
El país rico que ha regalado y
subvencionado petróleo a muchos países, que ha encendido esa mecha
bolivariana que es un epítome de falsedad y mentira como todos los
populismos y que hoy se ve, miseria, confrontación y dictadura, colapsa.
Y con ella un país que no se merece esta deriva, este permanente
engaño. Llegan horas convulsas para un país que necesita libertad,
democracia y justicia. Hoy no la tienen. Y el precio será alto.
Demasiado alto.
El autor es profesor de Derecho Mercantil en ICADE.
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