Michael J. Boskin
Michael J. Boskin is Professor of
Economics at Stanford University and Senior Fellow at the Hoover
Institution. He was Chairman of George H. W. Bush’s Council of Economic
Advisers from 1989 to 1993, and headed the so-called Boskin Commission, a
congressional advisory body that highlighted errors in … read more
STANFORD
– En Estados Unidos se están gestando grandes cambios, en tanto el país
se prepara para elegir un nuevo presidente, un tercio del Senado y toda
la Cámara de Representantes en noviembre próximo. El resultado tendrá
profundas consecuencias para la política económica estadounidense y, por
ende, para la economía global.
Tal
y como están las cosas, Hillary Clinton sigue siendo la favorita para
la nominación demócrata, aunque todavía no logró distanciarse demasiado
de su opositor socialista, el senador Bernie Sanders. El multimillonario
rimbombante Donald Trump lidera el campo republicano, seguido por el
senador provocador de Texas Ted Cruz, el senador Marco Rubio, un
conservador tradicional talentoso de Florida y, más atrás, el popular
gobernador de Ohio John Kasich y el neurocirujano Ben Carson.
Es
imposible saber si estas tendencias tempranas se mantendrán durante el
resto de las primarias, que ahora se encaminan hacia el sur y el Medio
Oeste. Los medios y los entusiastas de la política en Estados Unidos
están obsesionados con las diversas posibilidades. ¿Rubio puede
congregar una coalición amplia o Trump ganará la nominación republicana?
¿Una nominación de Trump ayudaría a Clinton a ganar una elección
general?
En
verdad, muchos republicanos le temen a una contienda que enfrente a
Trump con Clinton. Si bien Clinton tiene muchos puntos débiles –los
votantes, especialmente los jóvenes, no confían en ella y, además,
Clinton puede enfrentar repercusiones legales por manejar información
altamente clasificada a través de un servidor de correo electrónico
privado cuando era secretaria de Estado-la desagradable disputa interna
entre los republicanos puede ofrecerle una gran ventaja en noviembre.
Muchos republicanos creen que la nominación de Trump les costaría el
Senado y la Casa Blanca.
Frente
a tanta incertidumbre, existen varias direcciones que podría tomar la
política estadounidense en los próximos años. Si bien se le ha prestado
mucha atención a asuntos que capturan los titulares, como la inmigración
y la seguridad nacional, los votantes norteamericanos están sumamente
preocupados por las cuestiones económicas, que los principales
candidatos abordarían de maneras muy diferentes.
En
materia de comercio, las ideas de Trump son peligrosas y revertirían
décadas de un ventajoso liderazgo bipartidario de Estados Unidos en
materia de liberalización comercial, con importantes aranceles a las
importaciones extranjeras, como las provenientes de China y México. Los
otros candidatos republicanos apenas hablan del tema. Entre los
demócratas, Sanders vitupera contra el libre comercio. Y Clinton ha dado
un giro de 180 grados frente a este tema: ahora se opone al oleoducto
Keystone XL de Canadá y a la Alianza Transpacífico, que promovió como
secretaria de Estado. El riesgo de una guerra comercial es bajo, pero
crece.
Clinton
también se ha acercado a la postura de Sanders en lo que se refiere a
la reforma del sistema financiero, ya que los ataques que recibió del
socialista por aceptar de manos de Wall Street grandes donaciones y
honorarios por brindar conferencias claramente han tocado un punto
sensible entre los votantes jóvenes. Confrontar al cuco de los grandes
bancos ha sido un elemento central de la campaña de Sanders; Clinton
ahora se hace eco en parte de sus posturas populistas y anti-bancos. Los
demócratas están a favor de una política monetaria laxa, tasas de
interés bajas y un dólar depreciado. Los republicanos también se oponen a
los rescates, pero les preocupa una política monetaria excesivamente
laxa y demasiada discreción para la Reserva Federal de Estados Unidos
fuera de una situación de verdadera emergencia.
Estas
diferencias tendrán un impacto de amplio alcance. Al designar un nuevo
presidente de la Fed (o volver a nombrar a Janet Yellen), y posiblemente
otros gobernadores de la Fed, el próximo presidente tendrá una
influencia indirecta sobre las tasas de interés, los tipos de cambio y
los mercados financieros globales. Si las presiones inflacionarias
aumentan –algo poco probable en el corto plazo, pero posible cuando la
economía global recupere fuerza-, la respuesta de la Fed será un factor
determinante clave para la estabilidad económica.
Los
candidatos también difieren, y de manera muy marcada, respecto de sus
planes en materia de impuestos y gasto –y, por consiguiente, sus
propuestas de déficit y deuda-. Sanders propone unos 18 billones de
dólares de gasto adicional en los próximos diez años para cubrir un
sistema de atención médica de pagador único, inversión en
infraestructura y educación “gratuita” (es decir, pagada por los
contribuyentes) en las universidades públicas. Durante ese período,
impondría subas impositivas por 6,5 billones de dólares, que afectarían
principalmente a los “ricos”. Pero hay una trampa: los demócratas
definen como “ricos” a las personas con un ingreso anual por hogar
superior a 250.000 dólares –aproximadamente el salario de arranque de
una pareja urbana en su primer empleo después de egresar de la facultad
de derecho-. El déficit de 11,5 billones de dólares finalmente tendría
que ser cubierto por un incremento impositivo gigantesco en el futuro.
Clinton tiene prioridades de gasto e impuestos similares, aunque con
alzas menores.
Los
republicanos quieren reducir las tasas del impuesto al ingreso personal
y ampliar la base tributaria. Reducirían la tasa del impuesto
corporativo de Estados Unidos –la más alta en la OCDE- a un nivel mucho
más competitivo. Algunos proponen reemplazar los impuestos actuales al
ingreso personal y corporativo con un impuesto fijo al consumo. Los
republicanos reducirían el aumento del gasto en la mayoría de las áreas,
a la vez que incrementarían el gasto en defensa. Mientras que Trump
propone importantes recortes impositivos de 10 billones de dólares y
Cruz de unos 9 billones de dólares (aplicados de manera estática), Rubio
y Kasich han ofrecido planes fiscales plausibles desde un punto de
vista económico y aritmético. Las propuestas de campaña son, por
supuesto, en cierta medida aspiracionales y tendrán que ser negociadas
con el Congreso.
La
evidencia empírica sugiere que un estímulo del crecimiento
probablemente esté más impulsado por los recortes impositivos que por
los aumentos del gasto, y que es más factible que una consolidación más
efectiva de los presupuestos venga de la mano de una reducción del gasto
que de alzas impositivas. Si bien la experiencia pasada indica que
restringir el crecimiento del gasto no será fácil, especialmente porque
la generación del "baby boom" posterior a 1945 está espoleando un
incremento de los costos de la atención médica y las pensiones, muchos
países –entre ellos Canadá, el Reino Unido, Suecia y hasta Estados
Unidos- han logrado hacerlo en las últimas décadas.
Republicanos
y demócratas difieren marcadamente en cuanto a la reforma de los
crecientes costos de la ayuda social, que tienen pasivos no financiados
que superan varias veces la deuda nacional. Los republicanos -con
excepción de Trump, que rechaza futuros "recortes" a la Seguridad
Social- frenarían gradualmente el crecimiento, mientras que los
demócratas proponen aumentar los beneficios de la Seguridad Social. El
próximo líder del mundo libre debería saber que cuando un barco empieza a
tener filtraciones, la primera prioridad es tapar la filtración, no
abrir nuevas.
En
términos generales, las políticas propuestas por Sanders y Clinton
colocarían a Estados Unidos más cerca de un estado de asistencia social
al estilo europeo. Pero, como señalan los republicanos, el nivel de vida
de Europa occidental es, en promedio, 30% más bajo que el de Estados
Unidos; Europa también enfrenta un crecimiento más lento, un desempleo
más alto y crecientes tensiones sociales. Es por ese motivo que los
candidatos republicanos -para la presidencia, la Cámara y el Senado-
quieren retrotraer los aumentos de los impuestos y del gasto, la costosa
reforma de la atención médica y la extralimitación regulatoria del
presidente Barack Obama.
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