domingo, 15 de mayo de 2016

Mi desprecio por nuestros políticos

Cuentos políticos

Francisco Martín Moreno
 

Mi desprecio por nuestros políticos

Claro está que muchos políticos del mundo podrían ser igualmente despreciables, pero en este reducido espacio quisiera referirme sólo a los políticos mexicanos, aquellos cuya escandalosa degradación moral irrita a todo México y sorprenden a propios y extraños por el alarmante nivel de impunidad en el contexto de una nación mayoritariamente marginada, patéticamente indefensa y apática.



¿Usted conoce a un solo priista pobre? ¿No los conoció cuando eran humildes funcionarios de una oficina recaudadora de Hacienda o simples agentes del Ministerio Público y hoy en día viajan en aviones supersónicos de su propiedad o se alojan en lujosos condominios en la urbe de acero o en Miami? ¿Usted supo que estos auténticos bandidos en algún momento hubieran tenido una empresa o un despacho lícito que les hubiera permitido disfrutar el tren de vida con el que insultan a la sociedad? Sí, pero no sólo los priistas, los panistas de la mal llamada alternancia, se llenaron, también, los bolsillos con dinero mal habido, de la misma manera que lo han hecho los perredistas en diversos gobiernos locales o en las delegaciones políticas de la capital de la República, que más que delegaciones son auténticas cuevas de coyotes.
¿Por qué los priistas se niegan a aceptar las leyes de transparencia que impedirían de alguna forma la comisión de burdos y gigantescos peculados? ¡Claro que se oponen los diputados de todos los partidos a la cancelación de los gastos discrecionales que valen cientos de millones de pesos supuestamente destinados a sus distritos! Por supuesto que por dichos ingresos no están obligados a exhibir ninguna documentación comprobatoria que demuestre la pertinencia de la erogación, lo cual equivale a un soborno legislativo, ¿a cambio de qué…? Ahí vemos a los Moreiras, a los Duartes,  a los Cués, a los Marín y a tantos otros presupuestívoros que endeudan irresponsablemente a sus estados y, a pesar de las aportaciones que reciben del gobierno federal ni pagan a sus proveedores ni ejecutan obras de infraestructura. ¿A dónde van a dar esos miles de millones de pesos que ni las auditorías “superiores” locales ni las autoridades fiscalizadoras jamás encuentran? ¿Colusión total? ¿Virgilio Andrade tendrá acaso una noción siquiera remota del honor?
¿Por qué niegan la visita al relator de la ONU? ¿Por qué no se imparte justicia a la niña violada en Veracruz? ¿Por qué no se aclara el 98% de los delitos que se cometen en el país? ¿Por qué nunca vemos un “pez gordo” en la cárcel? ¿A quién recurrirán para sacar de México sus cuantiosos botines sin verse atrapados ni por fiscales ni por procuradores ni por nadie…? Los jueces españoles y estadunidenses detienen a nuestros “políticos” en el extranjero mientras que aquí se les exonera… ¿Por qué se soborna a periodistas con dinero público?
¿No les dará vergüenza a nuestros “políticos” saberse tontos antes que cualquier calificativo ético? ¿Por qué tontos…? Porque por la vía de los hechos están confesando su incapacidad de generar recursos de manera honorable y digna, por lo que, en su incompetencia mercantil, industrial o profesional, se ven obligados a robar. Roba el que no sabe ganarse la vida de otra forma y recurre al expediente del asalto, a lo fácil, en un país resignado a la extorsión y al bandidaje sin consecuencias. Nuestros políticos, antes que nada, son tontos, sí, y luego cabe toda la catarata de calificativos que el lector desee. ¡Ah!, sálvese el que pueda y no son más de cinco.

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