“Habíais
dicho que no veíais ninguna diferencia entre el poder económico y el
poder político – ninguna diferencia entre el poder del dinero y el de
las armas – ninguna diferencia entre la recompensa y el castigo
– ninguna diferencia entre la compra y el saqueo – ninguna diferencia
entre el placer y el miedo – ninguna diferencia entre la vida y la
muerte. Estáis aprendiendo la diferencia ahora”. (La Rebelión de Atlas)
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Un desastroso “paquete” intelectual con el que nos engañan los teóricos del estatismo es equiparar el poder económico con el poder político.
Lo habéis oído expresado en bromuros tales como: “Un hombre hambriento
no es libre”, o “Le da igual a un trabajador recibir órdenes de un
empresario que de un burócrata”. La mayoría de la gente acepta estos
equívocos, aunque saben que el trabajador más pobre en los Estados
Unidos es más libre y más seguro que el comisario más rico en la Rusia
soviética. ¿Cuál es el principio básico, esencial, fundamental, que
distingue la libertad de la esclavitud? Es el principio de la acción
voluntaria versus la coacción y la compulsión física.
La diferencia entre el poder político y
cualquier otro tipo de “poder” social, entre un gobierno y una
organización privada, es el hecho de que el gobierno tiene el monopolio legal sobre el uso de la fuerza física.
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¿Qué es el poder económico? Es el poder
de producir y vender lo que uno ha producido. En una economía libre,
donde ningún hombre o grupo de hombres puede usar la coerción física
contra otros, el poder económico sólo puede lograrse por medios voluntarios:
por la elección voluntaria y el acuerdo entre todos los que participan
en el proceso de la producción y el comercio. En un mercado libre, todos
los precios, los salarios y los beneficios quedan determinados – no por
el capricho arbitrario de los ricos o de los pobres, no por la
“codicia” de nadie o por la necesidad de nadie – sino por la ley de la
oferta y la demanda. El mecanismo de un mercado libre refleja y resume
todas las elecciones y decisiones económicas adoptadas por todos los
participantes. Los hombres intercambian sus productos o servicios por
consentimiento mutuo en beneficio mutuo, cada uno de acuerdo con su criterio
propio, independiente y no-forzado. Un hombre puede enriquecerse
solamente si es capaz de ofrecer mejores valores – mejores productos o
servicios, a un precio menor – que otros son capaces de ofrecer.
La riqueza, en un mercado libre, se
consigue por el voto “democrático” libre y general – por las ventas y
las compras de cada individuo que participa en la vida económica del
país. Cada vez que compras un producto en vez de otro, estás votando por
el éxito de algún fabricante específico. Y, en este tipo de votación,
cada hombre vota únicamente sobre aquellas cuestiones que está
cualificado a juzgar: sus propias preferencias, intereses y necesidades.
Nadie tiene el poder de decidir por los demás o de sustituir su
criterio por el de ellos; nadie tiene el poder de designarse a sí mismo
“la voz del público” y dejar al público sin voz y sin voto.
Ahora voy a definir la diferencia entre poder económico y poder político: el poder económico se ejerce a través de algo positivo, ofreciéndoles a los hombres una recompensa, un incentivo, un pago, un valor; el poder político se ejerce a través de algo negativo, amenazando con castigo, daño, encarcelamiento, destrucción. La herramienta del hombre de negocios son los valores; la herramienta del burócrata es el miedo.
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Evadiendo la diferencia entre producción
y saqueo, han llamado al empresario ladrón. Evadiendo la diferencia
entre libertad y coacción, le han llamado capataz de esclavos. Evadiendo
la diferencia entre recompensa y terror, le han llamado explotador.
Evadiendo la diferencia entre cheques salariales y armas, le han llamado
autócrata. Evadiendo la diferencia entre comercio y fuerza, le han
llamado tirano. El tema más crucial que han tenido que evadir ha sido la
diferencia entre lo merecido y lo inmerecido.
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