El liberalismo es la ideología de la libertad. Para los liberales, la libertad es el valor supremo, entendiendo libertad como la ausencia de coerción. Si nadie me impide hacer algo, soy libre. La libertad, sin embargo, no es la ausencia de leyes, como piensan algunos. En efecto, si yo deseo algo que otros también quieren, ¿cómo impedir que nuestras libertades no entren en conflicto y conduzcan a la violencia? La respuesta está en el estado de derecho, en el imperio de la ley. La ley plantea las reglas del juego. Si todos estamos obligados a cumplirlas, somos libres (ver La Evolución del Estado de Derecho, Friedrich Hayek). La ausencia de leyes sólo conduciría al imperio de la fuerza y viviríamos bajo la tiranía de los más fuertes.
En el terreno político, por consiguiente, el liberalismo está a favor del gobierno que más libertades le garantice a cada individuo, y que menos restricciones le imponga a sus actividades. Los liberales desconfían del gobierno y quieren restringir su poder sobre los ciudadanos. En definitiva, la historia de la humanidad ha sido la historia del poder aplastante del gobierno sobre el individuo, empezando con las monarquías asirias y los faraones egipcios hasta las monarquías absolutas que dominaron todo el mundo (con excepción de Inglaterra) hasta la Revolución Francesa. Las ideas esenciales del liberalismo fueron elaboradas por John Locke (1632-1704), Montesquieu (1689-1755), David Hume (1711-1776), Adam Smith (1723-1790) y John Stuart Mill (1806-1873), entre otros.
Debemos recordar que las monarquías absolutas y la existencia de una aristocracia hereditaria eran la norma en toda Europa (con excepción de Inglaterra) hasta el mismo siglo XIX. La única república que existía en el mundo occidental era Estados Unidos, heredero de las tradiciones británicas. América Latina, sin embargo, tenía una herencia muy distinta, la del absolutismo español con sus gobiernos despóticos y su corrupción institucionalizada (ver La tradición estatista de América Latina, Craig Roberts).
Lenta y trabajosamente, sin embargo, las ideas liberales se fueron imponiendo en todo el mundo occidental. La palabra “liberal” se utilizó por primera vez en España, a principios del siglo XIX, para denotar simpatía por una monarquía constitucional, con una constitución parecida a la inglesa. El poder del gobierno sobre los individuos es lo viejo. Lo radicalmente nuevo es el respeto a las libertades individuales (también llamados “derechos humanos”). Es por eso que el socialismo y el comunismo son profundamente reaccionarios y por lo que, desde hace 200 años, la lucha política fundamental se desarrolla entre los liberales y sus enemigos (ver Conflicto de Visiones, Sowell).
En el terreno económico, la libertad es la ausencia de coerción gubernamental para la producción, distribución y consumo de bienes y servicios más allá de lo indispensable para mantener la libertad misma. Durante toda la historia, el gobierno ha impuesto infinitas restricciones y regulaciones sobre la actividad económica de los individuos (ver La herencia del mercantilismo español, Rangel). Lo nuevo es la eliminación de esas restricciones. Pero eso es, justamente, lo que libera las energías creadoras de la gente. Los países más libres económicamente son los más ricos. Los más regulados, como Corea del Norte o Cuba están entre los más pobres (ver Indice de la libertad económica)
A fines del siglo XIX, las ideas del liberalismo dominban en todo el mundo occidental. El liberalismo, sin embargo, se vio prácticamente marginalizado durante la mayor parte del siglo XX. Eso se debió, en gran medida, a la desilusión con el capitalismo provocada por la I Guerra Mundial y luego por la Gran Depresión de los años 30 (ver Una historia económica del siglo XX, Wannisky). Todo el mundo creía que el capitalismo estaba en sus últimos estertores y que la economía planificada (a diferencia del libre juego del mercado) y la propiedad estatal (a diferencia de la propiedad privada) eran el camino a seguir (ver El Camino de la Servidumbre, Hayek ). La Unión Soviética representaba “el futuro luminoso de la humanidad.” En Estados Unidos, Franklin Roosevelt, un socialdemócrata, se apoderó del nombre de “liberalismo” (Estados Unidos es el único país del mundo donde los socialistas se llaman “liberales.”).
Aunque estas políticas socialistas aceleraron la adopción de medidas de protección social que el capitalismo hubiera adoptado de todas formas, su proliferacion eventualmente condujo a un grave estancamiento económico en Estados Unidos, Inglaterra y demás países occidentales (ver Los Puestos de Mando, Yerguin). Fueron los gobiernos de Margaret Thatcher, en Gran Bretaña, y Ronald Reagan en Estados Unidoslos que dieron un brusco viraje, recuperaron las viejas ideas liberales y las aplicaron con un éxito espectacular. (ver Como Reagan ganó la Guerra Fría, De Souza). Desde principio de los años 80, el liberalismo volvió a considerarse como la única forma adecuada de gobernar. Era el nuevo liberalismo, el neoliberalismo. El modelo socialista se ha ido abandonando lentamente en todas partes, trasladando ahora el centro de su lucha al terreno cultural (ver La Guerra Cultural en Estados Unidos, Rivero). El principal teórico liberal del siglo XX ha sido F.A.Hayek. Ludwig von Mises también ha jugado un papel de excepcional importancia.
Artículo de Adolfo Rivero.
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