Discurso de
Francisco d´Anconia
en Atlas Shrugged
¿Así que creéis que el dinero es el origen de toda maldad? dijo Francisco d’Anconia.
¿Alguna vez os habéis preguntado cuál es
el origen del dinero? El dinero es un instrumento de cambio, que no
puede existir a menos que existan bienes producidos y hombres capaces de
producirlos. El dinero es la forma material del principio que los
hombres que desean tratar entre sí deben hacerlo por intercambio y dando
valor por valor. El dinero no es el instrumento de mendigos que claman
tu producto con lágrimas, ni el de saqueadores que te lo quitan por la
fuerza. El dinero lo hacen posible sólo los hombres que producen. ¿Es
eso lo que consideráis malvado?
Cuando aceptas dinero en pago por tu
esfuerzo, lo haces sólo con el convencimiento de que lo cambiarás por el
producto del esfuerzo de otros. No son los mendigos ni los saqueadores
los que dan su valor al dinero. Ni un océano de lágrimas ni todas las
armas del mundo pueden transformar esos papeles de tu cartera en el pan
que necesitarás para sobrevivir mañana. Esos papeles, que deberían haber
sido oro, son una prenda de honor – tu derecho a la energía de los
hombres que producen. Tu cartera es tu manifestación de esperanza de que
en algún lugar del mundo a tu alrededor hay hombres que no
transgredirán ese principio moral que es el origen del dinero. ¿Es eso
lo que consideras malvado?
¿Has indagado alguna vez el origen de la
producción? Mira un generador eléctrico y atrévete a decir que fue
creado por el esfuerzo muscular de brutos insensatos. Intenta hacer
crecer una semilla de trigo sin el conocimiento que te dejaron los
hombres que tuvieron que descubrirlo por primera vez. Trata de obtener
tu alimento sólo a base de movimientos físicos – y aprenderás que la
mente del hombre es la raíz de todos los bienes producidos y de toda la
riqueza que haya existido jamás sobre la tierra.
¿Pero dices que el dinero lo hace el
fuerte a expensas del débil? ¿A qué fuerza te refieres? No es la fuerza
de armas o de músculos. La riqueza es el producto de la capacidad del
hombre de pensar. Entonces, ¿hace dinero el hombre que inventa un motor a
expensas de quienes no lo inventaron? ¿Hace dinero el inteligente a
expensas de los tontos? ¿El competente a expensas del incompetente? ¿El
ambicioso a expensas del holgazán? El dinero se crea – antes de
que pueda ser robado o mendigado – es creado por el esfuerzo de cada
hombre honrado, de cada uno hasta el límite de su capacidad. Un hombre
honrado es el que sabe que no puede consumir más de lo que produce.
Comerciar por medio de dinero es el
código de los hombres de buena voluntad. El dinero se basa en el axioma
de que cada hombre es dueño de su mente y de su esfuerzo. El dinero no
da poder para prescribir el valor de tu esfuerzo excepto por el juicio
voluntario del hombre que está dispuesto a entregarte su esfuerzo a
cambio. El dinero te permite obtener por tus bienes y tu trabajo lo que
ellos valen para los hombres que los compran, pero no más. El dinero no
permite tratos excepto aquellos en beneficio mutuo y por el juicio no
forzado de los comerciantes. El dinero exige de ti el reconocimiento de
que los hombres han de trabajar para su propio beneficio, no para su
propio perjuicio; para ganar, no para perder – la aceptación de que no
son bestias de carga nacidos para transportar el peso de tu miseria –
que tienes que ofrecerles valores, no heridas – que el lazo común entre
los hombres no es el intercambio de sufrimientos, sino el intercambio de
bienes. El dinero exige que vendas, no tu debilidad a la
estupidez de los hombres, sino tu talento a su razón; exige que compres,
no lo peor que ofrecen, sino lo mejor que tu dinero pueda encontrar. Y
cuando los hombres viven a base del comercio – con la razón, no la
fuerza, como árbitro final – es el mejor producto es el que triunfa, la
mejor actuación, el hombre de mejor juicio y más habilidad, y el grado
de la productividad de un hombre es el grado de su recompensa. Este es
el código de la existencia cuyo instrumento y símbolo es el dinero. ¿Es
eso lo que consideras malvado?
Pero el dinero es sólo un instrumento.
Te llevará donde desees, pero no te sustituirá como conductor. Te dará
los medios para la satisfacción de tus deseos, pero no te proveerá con
deseos. El dinero es la plaga de los hombres que intentan revertir la
ley de causalidad – los hombres que buscan reemplazar la mente
adueñándose de los productos de la mente.
El dinero no comprará la felicidad para
el hombre que no tenga ni idea de lo que quiere; el dinero no le dará un
código de valores si él ha evadido el conocimiento de qué valorar, y no
le dará un objetivo si él ha evadido la elección de qué buscar. El
dinero no comprará inteligencia para el estúpido, o admiración para el
cobarde, o respeto para el incompetente. El hombre que intenta comprar
los cerebros de sus superiores para que le sirvan, reemplazando con
dinero su capacidad de juicio, acaba por convertirse en la víctima de
sus inferiores. Los hombres de inteligencia lo abandonan, pero los
embaucadores y farsantes acuden a él en masa, atraídos por una ley que
él no ha descubierto: que ningún hombre puede ser inferior a su dinero.
¿Es ésa la razón por la que lo llamáis malvado?
Sólo el hombre que no la necesita está
capacitado para heredar riqueza – el hombre que amasaría su propia
fortuna, sin importar desde dónde comience. Si un heredero está a la
altura de su dinero, éste le sirve; si no, le destruye. Pero vosotros lo
ignoráis y clamáis que el dinero lo ha corrompido. ¿Lo hizo? ¿O fue él
quien corrompió a su dinero? No envidiéis a un heredero indigno; su
riqueza no es vuestra y no habríais estado mejor con ella. No penséis
que debería haber sido distribuida entre vosotros; cargar al mundo con
cincuenta parásitos en vez de uno no habría hecho revivir la virtud
muerta que constituyó la fortuna. El dinero es un poder viviente que
muere sin su raíz. El dinero no le servirá a la mente que no esté a su
altura. ¿Es ése el motivo por el que lo llamáis malvado?
El dinero es vuestro medio de
supervivencia. El veredicto que pronunciáis sobre la fuente de vuestro
sustento es el veredicto que pronunciáis sobre vuestra vida. Si la
fuente es corrupta, habéis condenado vuestra propia existencia.
¿Adquiristeis vuestro dinero por fraude? ¿Cortejando los vicios o
estupideces humanas? ¿Sirviendo a imbéciles con la esperanza de
conseguir más de lo que vuestra capacidad se merece? ¿Rebajando vuestros
principios? ¿Realizando tareas que despreciáis para compradores que
desdeñáis? En tal caso, vuestro dinero no os dará ni un momento, ni un
centavo de alegría. Todo cuanto compréis se convertirá, no en una honra
para vosotros, sino en un reproche; no en un triunfo, sino en un
evocador de vergüenza. Entonces gritaréis que el dinero es malvado.
¿Malvado, porque no sustituye al respeto que os debéis a vosotros
mismos? ¿Malvado, porque no os dejó disfrutar de vuestra depravación?
¿Es ésa la raíz de vuestro odio por el dinero?
El dinero siempre seguirá siendo un
efecto y rehusará reemplazaros como la causa. El dinero es el producto
de la virtud, pero no os dará la virtud y no redimirá vuestros vicios.
El dinero no os dará lo inmerecido, ni en materia ni es espíritu. ¿Es
ésa la raíz de vuestro odio por el dinero?
¿O acaso dijísteis que es el amor
al dinero el origen de toda maldad? Amar una cosa es conocerla y amar
su naturaleza. Amar el dinero es conocer y amar el hecho de que el
dinero es la creación del mejor poder dentro de ti, y tu pasaporte para
poder comerciar tu esfuerzo por el esfuerzo de lo mejor entre los
hombres. Es la persona que vendería su alma por una moneda, la que
proclama en voz más alta su odio hacia el dinero: y tiene buenas razones
para odiarlo. Los que aman el dinero están dispuestos a trabajar por
él; saben que son capaces de merecerlo.
Os daré una pista sobre el carácter de
los hombres: el hombre que maldice el dinero lo ha obtenido de forma
deshonrosa; el hombre que lo respeta se lo ha ganado honradamente.
Huye por tu vida del hombre que te diga
que el dinero es malvado. Esa frase es la campanilla de leproso de un
saqueador acercándose. Mientras los hombres vivan juntos en la tierra y
necesiten un medio para tratar unos con otros – su único sustituto, si
abandonan el dinero, es el cañón de una pistola.
Pero el dinero exige de ti las más altas
virtudes, si quieres hacerlo o conservarlo. Los hombres que no tienen
valor, orgullo o autoestima, los hombres que no tienen un sentido moral
de su derecho a su dinero y no están dispuestos a defenderlo como si
defendieran sus vidas, los hombres que se excusan por ser ricos – no
permanecerán ricos por mucho tiempo. Ellos son el cebo natural para las
bandadas de saqueadores que se agazapan bajo las rocas durante siglos,
pero que salen arrastrándose al primer indicio de un hombre que ruega
ser perdonado por la culpa de poseer riqueza. Ellos se apresurarán a
aliviarle de su culpa – y de su vida, como se merece.
Entonces veréis el ascenso de los
hombres de doble criterio – de los hombres que viven por la fuerza,
mientras cuentan con quienes viven del comercio para crear el valor del
dinero que ellos roban – los hombres que son los polizones de la virtud.
En una sociedad moral, ellos son los criminales, y los estatutos están
escritos para protegerte de ellos. Pero cuando una sociedad establece
criminales-por-derecho y saqueadores-por-ley – hombres que utilizan la
fuerza para apoderarse de la riqueza de víctimas desarmadas – entonces
el dinero se convierte en el vengador de quien lo creó. Tales
saqueadores creen que no hay riesgo en robarles a hombres indefensos una
vez que han aprobado una ley para desarmarlos. Pero su botín se
convierte en el imán para otros saqueadores, que lo obtienen igual que
ellos lo obtuvieron. Entonces el triunfo irá, no al más competente en
producción, sino al más despiadado en brutalidad. Cuando la fuerza es la
norma, el asesino triunfa sobre el ratero. Y entonces la sociedad se
deshace, envuelta en ruinas y carnicerías.
¿Queréis saber si ese día va a llegar?
Observad el dinero. El dinero es el barómetro de las virtudes de una
sociedad. Cuando veáis que el comercio se realiza, no por
consentimiento, sino por compulsión – cuando veáis que para poder
producir, necesitáis obtener autorización de quienes no producen, cuando
observéis que el dinero fluye hacia quienes trafican, no en bienes,
sino en favores – cuando veáis que los hombres se enriquecen por soborno
y por influencia en vez de por trabajo, y que tus leyes no te protegen
contra ellos, sino que les protegen a ellos contra ti – cuando veáis la
corrupción siendo recompensada y la honradez convirtiéndose en auto
sacrificio – podéis estar seguros que vuestra sociedad está condenada.
El dinero es un medio tan noble que no compite con las armas y no pacta
con la brutalidad. Nunca le permitirá a un país sobrevivir como
mitad-propiedad, mitad-botín.
Siempre que aparecen destructores entre
los hombres, empiezan por destruir el dinero, porque éste es la
protección de los hombres y la base de una existencia moral. Los
destructores se apoderan del oro y les dejan a sus dueños un montón de
papeles falsos. Esto destruye todas las normas objetivas y deja a los
hombres a merced del poder arbitrario de un arbitrario promulgador de
valores. El oro era un valor objetivo, lo equivalente a la riqueza
producida. El papel es una hipoteca sobre riqueza que no existe,
sustentada por un arma apuntada a quienes se espera que la produzcan. El
papel es un cheque cursado por saqueadores legales sobre una cuenta que
no es suya: sobre la virtud de las víctimas. Vigilad el día en que el
cheque sea devuelto, con la anotación: “Cuenta sin fondos”.
Cuando hayáis convertido a la maldad en
vuestro medio de supervivencia, no contéis con que los hombres sigan
siendo buenos. No contéis con que ellos se mantengan en la moral y
pierdan sus vidas por el objetivo de convertirse en pasto para lo
inmoral. No contéis con que produzcan, cuando la producción es castigada
y el robo recompensado. No preguntéis: “¿Quién está destruyendo al
mundo?” Sois vosotros.
Os encontráis en medio de los mayores
logros de la más productiva civilización y os preguntáis por qué se está
desmoronando a vuestro alrededor, mientras condenáis la fuente
sanguínea que la alimenta, el dinero. Miráis el dinero como los salvajes
hacían antes de vosotros, y os preguntáis por qué la selva está
acercándose al borde de vuestras ciudades. A través de la historia de la
humanidad, el dinero fue siempre usurpado por saqueadores de una marca u
otra, cuyos nombres cambiaron, pero cuyos métodos permanecieron igual:
apropiarse de la riqueza por la fuerza y mantener a los productores
atados, degradados, difamados, despojados de honor. Esa frase sobre la
maldad del dinero, que pronunciáis con ese irresponsable aire virtuoso,
data de la época en que la riqueza era producida por la labor de
esclavos – esclavos que repetían los movimientos descubiertos antes por
la mente de alguien, y sin mejora durante siglos. Mientras la producción
fue gobernada por la fuerza y la riqueza se obtenía a través de la
conquista, había poco que conquistar. Sin embargo, durante todos los
siglos de estancamiento y hambrunas, los hombres exaltaron a los
saqueadores como aristócratas de la espada, como aristócratas de
nacimiento, como aristócratas del régimen, y despreciaron a los
productores, como esclavos, como comerciantes, como tenderos – como
industriales.
Para gloria de la humanidad, existió por primera y única vez en la historia del mundo un país del dinero
– y no tengo más alto y más reverente tributo que ofrecerle a los
Estados Unidos de América, porque eso significa: un país de razón,
justicia, libertad, producción, logro. Por primera vez, la mente del
hombre y el dinero fueron liberados, y no hubo más
fortunas-por-conquista, sino sólo fortunas-por-trabajo, y en vez de
guerreros y esclavos surgió el verdadero forjador de riqueza, el mayor
trabajador, el tipo más elevado de ser humano: el “self-made man”, el
hombre hecho a sí mismo, el industrial norteamericano.
Si me pedís que nombre la distinción más
orgullosa de los norteamericanos, escogería – porque contiene todas las
otras – el hecho de que fueron el pueblo que acuñó la frase: “hacer
dinero”. Ningún otro lenguaje o país había usado antes estas palabras;
los hombres siempre habían pensado que la riqueza era una cantidad
estática – a ser arrebatada, mendigada, heredada, distribuida, saqueada u
obtenida como un favor. Los norteamericanos fueron los primeros en
entender que la riqueza tiene que ser creada. Las palabras “hacer
dinero” contienen la esencia de la moralidad humana.
Pero estas fueron las palabras por las
que los norteamericanos fueron denunciados por las decadentes culturas
de los continentes de saqueadores. Ahora el credo de los saqueadores os
ha llevado a considerar vuestros más dignos logros como motivo de
vergüenza, vuestra prosperidad como culpa, vuestros mejores hombres, los
industriales, como granujas, y vuestras magníficas fábricas como el
producto y la propiedad del trabajo muscular, trabajo de esclavos
manejados con látigos, como las pirámides de Egipto. El bellaco que
gesticula que no ve diferencia entre el poder del dólar y el poder del
látigo debería aprender la diferencia en su propio pellejo – como, creo,
lo hará –.
A menos y hasta que descubráis que el
dinero es el origen de todo lo bueno, estáis buscando vuestra propia
destrucción. Cuando el dinero deja de ser el instrumento por el cual los
hombres tratan unos con otros, entonces los hombres se convierten en
instrumentos de los hombres. Sangre, látigos y pistolas – o dólares.
Escoged – no hay otra opción – y vuestro tiempo se está acabando.
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