Hace tan sólo unas décadas, los billetes de dólar americanos – y el
dinero de papel en general – eran “pagarés”, o sea, eran considerados
recibos que la gente usaba por comodidad pero que podían ser
intercambiados en cualquier momento por su referente, por algo con valor
objetivo. El oro – el oro físico – era lo que respaldaba a esos “bank
notes”.
Hoy día esos papeles no están
respaldados por nada. Los gobiernos de todos los países nos obligan a
usarlos para pagar deudas e impuestos, lo cual de hecho hacemos, pero
los billetes en sí no tienen ningún valor intrínseco ni representan un
pagaré por nada.
Como los
gobiernos actuales y sus bancos centrales tienen control total sobre la
fabricación de esos papeles, aprovechan para fabricarlos cuando les viene en gana.
Aunque en una sociedad racional serían considerados falsificadores – y
castigados por ello – nuestros sistemas sociales y económicos les
permiten ser ladrones legales.
Pero los
gobiernos colectivistas actuales no se contentan con mermar poco a poco
nuestro poder adquisitivo. Sus ansias totalitarias les llevan a querer
tener un control cada vez mayor de sus ciudadanos para que nadie escape a
su esquema. Cerrando cada vez más el cerco a las libertades
individuales, van tomando medidas que inicialmente no parecen ser gran
cosa, como por ejemplo prohibir que ciertas transacciones se hagan en efectivo.
La última de esas medidas es ir eliminando paulatinamente
de la circulación esos papelitos sin valor que tienen el número 500
impreso en ellos. Por un lado es una medida estúpida que de hecho no
reducirá en nada ni las actividades ilegales ni la economía sumergida,
como pretende hacer; pero por otro lado es una medida muy seria porque
supone un paso más para limitar la libertad individual, una medida que
debería hacernos cuestionar nuestra condición.
La
cuestión de fondo no es si los ciudadanos tienen derecho a usar como
medio de cambio un papel concreto donde diga 500… ó 5.000 ó 50.000. Si
hemos de luchar, hagámoslo en base a principios: al principio de separación total de estado y economía,
a la política económica de “laissez-faire”, a la premisa que los
derechos individuales no permiten que el gobierno interfiera en la vida
privada de sus ciudadanos.
Un esclavo que sólo lucha para que no le acorten las cadenas un eslabón más ha perdido la noción de lo que es ser esclavo.
No hay tal cosa como “500 euros menos de
libertad”. La libertad no se mide en grados o en dinero. O alguien está
embarazada o no lo está. O alguien está vivo o no lo está. O alguien es
libre o no lo es.
Aprovechemos esta nueva regulación para despertar de nuestro estupor.
# # #“Un trozo de papel no te alimentará cuando no haya pan que comer. No construirá una fábrica cuando no haya vigas de acero que comprar. No hará zapatos cuando no haya cuero ni máquinas ni combustible. Habéis oído decir que la economía hoy día sufre de carencias repentinas e impredecibles de varios productos. Esos son los síntomas anticipados de lo que nos espera” – Ayn Rand
Por Domingo García, Presidente de Objetivismo Internacional
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