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lunes, 16 de mayo de 2016

La falacia de la ventana rota

 
“. . . y fue necesario un enorme programa de obras públicas – llamado “Segunda Guerra Mundial” – para sacar a la economía de la depresión”.
“Por horrible que parezca decir esto, el ataque terrorista – igual que el primer día de infamia, que puso fin a la Gran Depresión – pudo hacer un bien económico”. (Paul Krugman después del 11 de septiembre)
Todo empieza cuando un gamberro decide tirar un ladrillo a la ventana del panadero local. La comunidad se reúne en la panadería para hablar de lo que ha pasado.
– Me siento mal por ese pobre panadero. Ha perdido una ventana.


– Es verdad, pero si te paras a pensar, tal vez no sea algo tan malo. A fin de cuentas, el panadero tiene que reparar su ventana, y eso significa que el cristalero tiene trabajo que hacer. Después de recibir el pago, el cristalero probablemente gastará sus nuevos ingresos en algunas de tus cosechas. Entonces tendrás dinero para gastar en más bienes y servicios.
– ¡Tienes razón! De hecho, el gamberro ha estimulado la economía. Imagínate cuántos más trabajos habrían sido creados si el gamberro hubiera hecho más destrozos.
– ¿Os habéis vuelto locos todos? ¿No habéis leído a Frédéric Bastiat o a Henry Hazlitt? Sólo os estáis concentrando en lo que se ve: el dinero que me voy a gastar reparando la ventana rota, mientras ignoráis lo que no se ve: el dinero que me habría gastado en un traje nuevo. Si le hubiera comprado un traje nuevo al sastre, él también habría gastado parte de sus nuevos ingresos en algunas de tus cosechas, así que igualmente habrías tenido más ingresos que gastar en más bienes y servicios. La única diferencia es que yo habría tenido tanto mi ventana como un traje nuevo, mientras que ahora tengo sólo la ventana. Este gamberro me ha costado a mí, y por lo tanto a nuestra comunidad, un traje nuevo.
La historia del gamberro nos muestra que el daño físico destruye la riqueza. Al fin y al cabo, si el acto del gamberro de hecho hubiera estimulado la economía, habría sido mejor para la sociedad si él hubiera destruído el letrero, el edificio, y el resto del pueblo.
Pero la falacia de la ventana rota está mucho más extendida de lo que pueda parecer a primera vista. De hecho, sigue estando en el núcleo de las políticas actuales [impuestos, aranceles, subsidios]. Por ejemplo, cuando el gobierno alega estar creando trabajo al iniciar programas de obras públicas, como construcción, lo hace a costa de sus ciudadanos en forma de mayores impuestos o de inflación.
Los ciudadanos habrían gastado su dinero, en vez de en impuestos, en otros bienes y servicios, como frigoríficos o tablas de surf o entradas para el cine, lo que habría aumentado el crecimiento de puestos de trabajo en esas industrias.
Como estos productos nunca serán producidos, sin embargo, esos trabajos potenciales siguen sin verse, pero no son ni menos reales ni menos importantes que los puestos de trabajo que sí vemos.
Así que cuando oigas hablar de los efectos estimulantes que tienen los gastos de guerra, los aranceles, o las leyes que “estimulan” la economía, recuerda que es simplemente nuestra vieja amiga: La Falacia de la Ventana Rota, disfrazada con nuevas ropas y engordada hasta hacerse irreconocible.

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