“.
. . y fue necesario un enorme programa de obras públicas – llamado
“Segunda Guerra Mundial” – para sacar a la economía de la depresión”.
“Por horrible que parezca decir esto, el
ataque terrorista – igual que el primer día de infamia, que puso fin a
la Gran Depresión – pudo hacer un bien económico”. (Paul Krugman después
del 11 de septiembre)
¿Qué es la falacia de la ventana rota?
Todo empieza cuando un gamberro decide
tirar un ladrillo a la ventana del panadero local. La comunidad se reúne
en la panadería para hablar de lo que ha pasado.
– Me siento mal por ese pobre panadero. Ha perdido una ventana.
– Es verdad, pero si te paras a pensar,
tal vez no sea algo tan malo. A fin de cuentas, el panadero tiene que
reparar su ventana, y eso significa que el cristalero tiene trabajo que
hacer. Después de recibir el pago, el cristalero probablemente gastará
sus nuevos ingresos en algunas de tus cosechas. Entonces tendrás dinero
para gastar en más bienes y servicios.
– ¡Tienes razón! De hecho, el gamberro
ha estimulado la economía. Imagínate cuántos más trabajos habrían sido
creados si el gamberro hubiera hecho más destrozos.
– ¿Os habéis vuelto locos todos? ¿No
habéis leído a Frédéric Bastiat o a Henry Hazlitt? Sólo os estáis
concentrando en lo que se ve: el dinero que me voy a gastar reparando la
ventana rota, mientras ignoráis lo que no se ve: el dinero que me
habría gastado en un traje nuevo. Si le hubiera comprado un traje nuevo
al sastre, él también habría gastado parte de sus nuevos ingresos en
algunas de tus cosechas, así que igualmente habrías tenido más ingresos
que gastar en más bienes y servicios. La única diferencia es que yo
habría tenido tanto mi ventana como un traje nuevo, mientras que ahora
tengo sólo la ventana. Este gamberro me ha costado a mí, y por lo tanto a
nuestra comunidad, un traje nuevo.
La historia del gamberro nos muestra que
el daño físico destruye la riqueza. Al fin y al cabo, si el acto del
gamberro de hecho hubiera estimulado la economía, habría sido mejor para
la sociedad si él hubiera destruído el letrero, el edificio, y el resto
del pueblo.
Pero la falacia de la ventana rota está
mucho más extendida de lo que pueda parecer a primera vista. De hecho,
sigue estando en el núcleo de las políticas actuales [impuestos,
aranceles, subsidios]. Por ejemplo, cuando el gobierno alega estar
creando trabajo al iniciar programas de obras públicas, como
construcción, lo hace a costa de sus ciudadanos en forma de mayores
impuestos o de inflación.
Los ciudadanos habrían gastado su
dinero, en vez de en impuestos, en otros bienes y servicios, como
frigoríficos o tablas de surf o entradas para el cine, lo que habría
aumentado el crecimiento de puestos de trabajo en esas industrias.
Como estos productos nunca serán
producidos, sin embargo, esos trabajos potenciales siguen sin verse,
pero no son ni menos reales ni menos importantes que los puestos de
trabajo que sí vemos.
Así que cuando oigas hablar de los
efectos estimulantes que tienen los gastos de guerra, los aranceles, o
las leyes que “estimulan” la economía, recuerda que es simplemente
nuestra vieja amiga: La Falacia de la Ventana Rota, disfrazada con
nuevas ropas y engordada hasta hacerse irreconocible.
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