El año pasado se cumplieron 70 años de la publicación de una de las obras más señeras del siglo XX: La sociedad abierta y sus enemigos.
Su autor es el gran pensador austriaco Karl Popper (1902-1994), célebre
por sus notables aportes tanto a la teoría del conocimiento científico
como al pensamiento político y filosófico. En este contexto, quiero
recordar algunas de las ideas fundamentales de una obra que sigue
teniendo una tremenda actualidad, brindándonos algunas claves decisivas
para comprender nuestro mundo y sus conflictos.
Karl
Popper, como él mismo lo recuerda en su prefacio a la edición revisada
de su libro, tomó la decisión definitiva de escribir La sociedad abierta y sus enemigos
como respuesta a una circunstancia trágica: la entrada triunfal, en
marzo de 1938, de Adolf Hitler en una Austria que lo recibió con los
brazos abiertos.
Pocas veces se ha visto un delirio tal por una causa
tan delirante, y el hecho de ver a sus compatriotas en tal estado de
alienación colectiva no podía sino consternar a esa alma tolerante y
civilizada que era Popper. Ante ello se planteó la pregunta que guiará
su larga investigación por los recovecos del pensamiento occidental: ¿De
dónde y por qué ha surgido esa ola terrible de totalitarismo que estaba
inundando a Europa? Los rostros del totalitarismo eran diversos
–nazismo, comunismo, fascismo– pero su esencia, el aplastamiento de la
libertad individual a nombre de una utopía colectivista, era común y
debía, por ello, tener una raíz común.
El hecho de ver a sus compatriotas en tal estado de alienación colectiva no podía sino consternar a esa alma tolerante y civilizada que era Popper
Su esfuerzo por dar respuesta a esta pregunta se
desarrolló durante los años más inciertos de la II Guerra Mundial y fue
su singular aporte a la lucha contra los totalitarismos. Su compleja
respuesta parte de una tesis fundamental: el estado natural del ser
humano es el tribalismo, es decir, el colectivismo o "la sociedad
cerrada", que no conoce ni reconoce al individuo ni aún menos a la
libertad individual. Es a ese estado natural tribal que Popper
contrapone lo que él llama "la sociedad abierta", la sociedad de los
individuos libres, las decisiones personales y el pensamiento crítico.
Según Popper, la libertad individual es una creación muy reciente de la
humanidad, una salida aún esporádica y traumática de su estado
colectivista original, en el cual siempre vivió desde su abandono de la
mera animalidad hasta hace, históricamente, muy poco. La primera salida
del tribalismo o colectivismo se habría dado, aún con pasos muy
inseguros, en la Atenas de Pericles, y su verdadera irrupción hacia la
libertad no habría acontecido sino hasta la formación de la Europa de la
modernidad. Según Popper, nuestra civilización todavía no se ha
recobrado plenamente de la conmoción causada por "la transición de la
sociedad tribal o cerrada, con su sometimiento a las fuerzas mágicas, a
la sociedad abierta, que pone en libertad las facultades críticas del
hombre".
Es en el contexto de esta conmoción causada
por la irrupción de la libertad individual donde Popper sitúa el
nacimiento del totalitarismo moderno, que no sería sino una reacción de
una violencia inusitada ante esa irrupción, un intento brutal de
restablecer el orden tribal o colectivista que la libertad individual
necesariamente amenaza. Esta es la paradoja o "maldición" de la
libertad, ya que sería su avance lo que desencadena una resaca de
opresión nunca vista en la historia de la humanidad. La razón de ello no
es otra que la fuerza profundamente subversiva de la libertad. La
libertad individual no es otra cosa que el derecho de cada uno de
nosotros de subvertir todo lo que existe, cuestionar todo aquello en que
hemos creído, dejar obsoletas tanto nuestras ideas como nuestras formas
de producir y organizarnos. La libertad amenaza las comunidades
existentes, las solidaridades de siempre, las certidumbres de antaño y
crea un desorden permanente, el desorden de la creatividad, del
experimento, del cambio, del tratar de ser lo que queramos ser y no
aquello para lo cual habríamos nacido según la tradición y la imposición
de un cierto orden social. La libertad es, con otras palabras, la
salida del ser humano de lo controlable y predecible, la entrada en la
era del cambio incesante; y como tal pesa, cuesta e incluso cansa.
La libertad individual no es otra cosa que el derecho de cada uno de nosotros de subvertir todo lo que existe, cuestionar todo aquello en que hemos creído
Desde el punto de vista económico, la libertad no es otra
cosa que la economía moderna de mercado regida por la libre
competencia, que es el derecho de cada uno a competir con su trabajo,
ingenio e inversión, y los frutos de los mismos, por la elección
soberana de un consumidor. Una economía libre no acepta la coacción del
productor ni del consumidor, sino que se basa en su consentimiento
voluntario y es justamente por ello que nos somete a una constante
presión: la de ser mejores para ganarnos la voluntad de los consumidores
libres y no ser desplazados del mercado. Es por ello que el capitalismo
moderno tiene una capacidad tan extraordinaria de crear riqueza. Pero
lo hace de una forma exigente, dura, y bajo la amenaza de perder nuestra
empresa o nuestro trabajo si no estamos alertas. Es por ello que es tan
difícil querer al capitalismo y es por ello que su puro nombre produce
una cierta incomodidad para no decir malestar o resistencia. La verdad
es que, para parafrasear a Winston Churchill, nunca tantos le han debido
tanto a un sistema que ha sido querido por tan pocos.
Esta maldición del capitalismo no es otra cosa que la expresión más
visible de esa maldición de la libertad que se mencionó antes. De allí
el surgimiento de sentimientos y fuerzas que quieren terminar con esa
libertad tan subversiva y amenazante, aplastando el derecho de cada uno
de nosotros a ser libres lo que es, como los totalitarios de izquierda o
de derecha bien han entendido, la única forma definitiva de restablecer
el orden tribal y detener el torbellino creativo del cambio permanente.
La importancia de todo esto para entender los desafíos de la sociedad
abierta en nuestros tiempos reside en que la globalización, tomada en su
conjunto, no es más que una expansión sin paralelos de nuestra libertad
en todo sentido. De ello proviene el crecimiento acelerado que ha
permitido la salida espectacular de grandes masas humanas de la pobreza
en un tiempo tan corto. Nunca la pobreza había sido tan reducida como
hoy ni habíamos vivido vidas tan largas, sanas, informadas y libres como
en la actualidad. El mundo se achica y el enorme flujo comunicativo de
la era de la información hace llegar las ideas e influencias más
diversas prácticamente a todos los rincones del planeta. Con ello, como
Marx proféticamente lo dijo, todo lo que era sólido se desvanece en el
aire, todas las tradiciones y lealtades de todos aquellos mundos
cerrados o semicerrados que hasta hace no mucho formaban el mundo son
sometidas a juicio, cuestionadas, obligadas a justificarse y,
finalmente, forzadas a modernizarse o desaparecer.
La libertad es, con otras palabras, la salida del ser humano de lo controlable y predecible, la entrada en la era del cambio incesante; y como tal pesa, cuesta e incluso cansa
Ahora bien, si Popper tiene razón en su tesis acerca de
la paradoja o maldición de los avances de la libertad, entonces no
debería sorprendernos la fuerte resaca colectivista o tribal con un
claro sesgo totalitario que hoy vemos alzarse frente a todo este
torbellino de libertad y cambio que llamamos globalización. Su forma de
expresión más patente es el islamismo yihadista, con su violencia sin
límites y su utopía arcaica consistente en la instauración, a nivel
global, del califato islámico, modelado a imagen y semejanza de la
comunidad o umma creada por Mahoma el año 622 en
la ciudad de Medina. Pero los rostros de la resaca tribal son múltiples y
van desde los movimientos antiglobalización y los socialismos del siglo
XXI hasta el populismo xenófobo europeo y el hinduismo militante.
Esto fue lo que no vieron muchos liberales ingenuos a propósito del
derribamiento del Muro de Berlín y el hundimiento del imperio soviético.
Creyeron que habíamos entrado en la recta final de la carrera hacia la
libertad, su happy end sin más complicaciones. Hoy sabemos que las cosas no eran tan simples y L a sociedad abierta y sus enemigos
nos da las claves para entender este resurgimiento del totalitarismo
justo en una época que presencia la más extraordinaria irrupción de la
libertad y el progreso que haya contemplado la historia de la humanidad.
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