Repartir lo ajeno, quitado en forma compulsiva, lejos de ser noble y justo, es perverso e inmoral
Al rato escuchas un golpeteo en la puerta de entrada. Del otro lado te encuentras con un completo desconocido que dice ser tu vecino. Antes de que puedas saludarlo, te dice que viene a llevarse lo que le corresponde. Lo mirás con cara de “no entiendo de qué me hablas”, así que te repite, esta vez con mayor lentitud, que viene a reclamar su porcentaje de tus ingresos.
En ese momento comienzas a dudar si debes llamar a la policía, hasta que él mismo te amenaza con llamarla si no procedes a entregarle lo que te está exigiendo.