Macri lidera dos transiciones: la de una economía subsidiada y la de la hegemonía política
Por Carlos Pagni
En las elecciones del
año pasado la mayor parte de la ciudadanía montó un experimento
singular. Puso al frente del Poder Ejecutivo a una agrupación que carece
de mayoría en el Senado, pero también en Diputados. Con una
peculiaridad adicional: ningún bloque puede controlar la Cámara baja por
sí solo. El electorado quitó la endiablada provincia de Buenos Aires de
las manos del PJ, y la depositó en las de Cambiemos, que tampoco
controla la Legislatura. Cambiemos es una coalición recién formada, en
un país poco acostumbrado a las coaliciones. Y está centrada en Pro, un
partido nuevo, surgido del derrumbe del año 2001, que lleva en su
genética la marca del malestar con la política que acompañó aquella
crisis colosal. Como obliga esa carta natal, al frente de esa fuerza
figura un empresario, rodeado de colaboradores formados en la cultura
corporativa, más que en la del comité o la unidad básica. Por si
faltaran novedades, la de Macri es la primera administración que accedió
al poder a través de un ballottage. Parte del consenso en el que se
sostiene no se debe al propio encanto, sino a la animadversión al
kirchnerismo. Por eso le resulta tan difícil garantizar "la unidad de
los argentinos".