Venezuela
está en un estado de crisis total. El país se ha visto obligado a
afrontar los horrores de la hiperinflación, la escasez de comida y una
devastadora depresión. A pesar de tener las mayores reservas de petróleo
del mundo, ha tenido que recurrir a racionar la electricidad. Un
terrible artículo del New York Times
muestra el estado de los hospitales venezolanos, con niños muriendo
diariamente debido a una falta de medicinas y suministros básicos.
Esta es la aterradora realidad del socialismo, la consecuencia
inevitable de las políticas económicas del último Hugo Chávez y su
sucesor, Nicolás Maduro. Desde 1999, las dos administraciones
socialistas defendieron controles de precios, nacionalización de
industrias y redistribución de riqueza.
Mientras que no es sorprendente ver estas políticas apoyadas
por políticos marxistas,
lo que es profundamente perturbador es la cantidad de apoyo que ha
recibido el modelo venezolano de economistas prominentes a lo largo de
los años.
Durante una visita en 2007,
Joseph Stiglitz, que recibió el premio Nobel de economía en 2001,
alababa las que llamaba “políticas positivas” de la administración
Chávez: