El predominio del dólar como primera moneda
mundial acarrea importantes consecuencias negativas para su supuesto
beneficiario principal, EE.UU., además de para el resto del mundo.
En este sentido la mayor responsabilidad la tienen EE.UU. y la Reserva Federal. Ya la primera subida de tipos de interés que se produjo en diciembre de 2015 desencadenó, de acuerdo con las nuevas reglas del mundo globalizado, la inestabilidad en los mercados que, como consecuencia, registraron el peor inicio del año desde la Segunda Guerra Mundial. Esta incertidumbre para la mitad del planeta tampoco favorece la economía del propio EE.UU., lo que obliga a la Reserva Federal a tener mucho cuidado con las decisiones que adopta.
La situación recuerda cada vez más a un callejón sin salida. Es cierto que EE.UU. tiene capacidad para resistir las nuevas subidas de los tipos de interés, pero, al mismo tiempo, debe vigilar la actividad económica de los países que tienen una parte considerable de su deuda expuesta al dólar. De esta forma, la Reserva Federal no es totalmente independiente en sus intentos de normalizar su política monetaria por el riesgo de provocar la preocupación global. No obstante, la medida contraria, mantener los tipos artificialmente bajos, no provoca otra cosa que los actores sigan endeudándose en dólares, amplificando el desequilibrio a nivel mundial.
En un comunicado publicado en diciembre, la Reserva Federal constató un crecimiento económico moderado para la economía estadounidense, así como una dinámica positiva en el mercado laboral. Sin embargo, el banco central estadounidense rebajó la estimación media de crecimiento económico de este año desde el 2,4% hasta el 2,2%.
Desde la entidad financiera estadounidense Morgan Stanley señalan que no existe una opción para resolver la situación sin enfrascar la economía en una crisis. "Para salir de esta situación se necesita mucha cooperación", opina, a su vez, Claudio Borio, director de investigación del Banco Internacional de Pagos.
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