El
supuesto objetivo de las leyes anti-monopolio (“antitrust”) fue
mantener la competencia; ese objetivo estaba basado en la falacia
socialista de que un mercado libre, no regulado, conduce inevitablemente
a la creación de monopolios coercitivos. Pero, de hecho, ningún
monopolio coercitivo ha sido jamás establecido, y nunca lo será, a
través del libre comercio en un mercado libre. Todos los monopolios
coercitivos han sido creados por la intervención del gobierno en la
economía: por privilegios especiales tales como franquicias o subsidios,
privilegios que impidieron la entrada de otros competidores en un campo
determinado, por medio de acción legislativa. (Para una demostración
completa de este hecho, os remito a las obras de los mejores
economistas.)
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Un “monopolio coercitivo” es una entidad
de negocios que puede fijar sus precios y sus políticas de producción
sin contar con el mercado, inmunes a la competencia y a la ley de la
oferta y la demanda. Una economía dominada por tales monopolios sería
rígida y estancada.
La precondición necesaria para que exista un monopolio coercitivo es
que se impida la entrada, que se eliminen todos los productores que
puedan competir en un campo determinado. Esto se puede lograr solamente
con un acto de intervención estatal, en forma de regulaciones
especiales, subsidios o franquicias. Sin la ayuda del gobierno es
imposible que un potencial monopolista establezca y mantenga sus precios
o sus políticas de producción mientras ignora el resto de la economía.
Si intentase fijar sus precios y su producción a un nivel que le
proporcionase a nuevos competidores beneficios muy superiores a los
beneficios que éstos podrían conseguir en otros mercados, es seguro que
los competidores invadirían su industria.
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