Por: Dr. José Azel
El primer ministro británico Neville Chamberlain falleció en 1940,
pero su fracasada política exterior de apaciguar enemigos de
gobiernos democráticos ha resucitado. La actual reencarnación del
enfoque del apaciguamiento en política exterior –que llamo
“neo-apaciguamiento”– es articulada por el profesor Charles Kupchan,
de la Universidad de Georgetown, en su libro “Cómo los enemigos se
vuelven amigos: las fuentes de una paz estable”.
Explorar ideas no convencionales señala al trabajo académico, y la
erudición del profesor Kupchan puede brindar conocimientos teóricos
en el estudio de las relaciones internacionales. Pero las relaciones
internacionales no pertenecen a las ciencias físicas, donde se puede
realizar experimentación benigna de laboratorio sin impactar
negativamente las vidas de millones de individuos.
La experimentación en ciencias sociales, del tipo que plantea
Kupchan, es mejor mantenerla en la torre de marfil – con pestillo y
llave preferiblemente – donde podemos discutir hasta la náusea sin
arriesgar vidas.
Lamentablemente, las hipótesis de Kupchan se movieron con él al
Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, donde es director
superior de Asuntos Europeos, y su neo-apaciguamiento parece
exponerse plenamente en la formulación de la política exterior de
EEUU. Desde el primer capítulo de su libro destaca que “La
administración Obama considera claramente que los enemigos pueden
convertirse en amigos”.
Entonces, ¿cuál es la hoja de ruta del profesor y de la
administración para convertir enemigos en amigos?
La receta neo-apaciguadora implica un proceso de cuatro fases. Debe
comenzar, de acuerdo a Kupchan, haciendo concesiones a nuestros
enemigos, en una acción de “acomodo unilateral”. Las concesiones
deben ser “extraordinarias y costosas” para mostrar buena voluntad.
Supongo que eso era lo que el primer ministro Chamberlain tenía en
mente cuando entregó a Adolfo Hitler los Sudetes germano-parlantes
de Checoslovaquia en el Pacto de Munich de 1938.
La segunda fase implica “restricción recíproca”. En esta restricción
recíproca las naciones adversarias se alejan de la rivalidad, surge
la paz, y la competencia geopolítica cede paso a la cooperación.
Debe haber sido lo que Hitler tenía en mente cuando Alemania ocupó
lo que quedaba de Checoslovaquia seis meses después del Pacto de
Munich, y continuó con la invasión de Polonia en 1939, desatando la
Segunda Guerra Mundial.
“Integración social” y “generación de nuevas narrativas e
identidades” son la tercera y cuarta fases de la secuencia de
Kupchan hacia la paz estable. Él y el Presidente Obama creen que
profundizar negociaciones entre adversarios de alguna manera los
llevará a un cambio de identidad donde, “las distinciones entre uno
mismo y el otro se erosionan, dando paso a identidades comunes y
sentido compartido de solidaridad”.
No puedo determinar si tal aseveración es ingenua o simplemente absurda, pero dejémosla de momento mientras exploramos otra tesis inquietante del trabajo del profesor, donde expresa que la democracia no es necesaria para una paz estable. Desde su punto de vista, EEUU debe evaluar si los países son enemigos o amigos basados en su diplomacia (o sea, en lo que dicen) y no en la naturaleza de sus instituciones domésticas –lo que hacen.
No puedo determinar si tal aseveración es ingenua o simplemente absurda, pero dejémosla de momento mientras exploramos otra tesis inquietante del trabajo del profesor, donde expresa que la democracia no es necesaria para una paz estable. Desde su punto de vista, EEUU debe evaluar si los países son enemigos o amigos basados en su diplomacia (o sea, en lo que dicen) y no en la naturaleza de sus instituciones domésticas –lo que hacen.
Supongo que esto explica las decisiones diplomáticas de la
administración marginando aliados democráticos como Israel y
apaciguando regímenes represivos como Rusia, Irán y Cuba.
Normalmente las democracias no guerrean entre ellas, y reconocer que
las democracias tienen enemigos no es sinónimo de belicosidad. El
tipo de gobierno es importante, y no debemos buscar, como prescribe
el neo-apaciguamiento, identidad común y sentido de solidaridad
compartida con personajes como Alí Jamenei, Kim Jong-un, Vladimir
Putin o Raúl Castro.
El neo-apaciguamiento parece ser el fundamento intelectual de la
política exterior de la administración. Bajo ese estandarte
admitimos la ocupación por Putin del territorio de Georgia, como
Chamberlain admitió a Hitler. Abandonamos nuestros planes de defensa
antimisiles en Europa del Este; habremos retrasado, pero finalmente
aceptamos el camino de Irán hacia el arma nuclear, y el Presidente
utiliza su poder ejecutivo para normalizar incondicionalmente
relaciones con el régimen cubano. Un régimen que en 1962 exhortó a
la Unión Soviética a lanzar desde Cuba un ataque preventivo contra
EEUU con misiles nucleares.
Cuando se cuestiona su política exterior, el Presidente es
displicente descartando la experiencia histórica, señalando
repetidamente que “no está interesado en pelear batallas que
comenzaron antes que hubiera nacido”, dando a entender que la paz
mundial depende de un cálculo de antes o después del nacimiento de
Obama.
Resucitando el enfoque de Chamberlain de apaciguar a enemigos
mortales del gobierno democrático, el Presidente haría bien en
ponderar humildemente la reprimenda del filósofo hispano-americano
George Santayana: “Quienes no pueden recordar el pasado están
obligados a repetirlo”.
Abril, 2015
El Dr. José Azel es Profesor Senior en el Instituto de Estudios
Cubanos y Cubanoamericanos de la Universidad de Miami, y autor del
libro Mañanain Cuba.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario