Ryan McMaken
El estado de Rhode Island está considerando la legalización de la marihuana recreativa y algunos opositores a la legalización han saltado reclamando que continúe la situación actual.
The Washington Post reportaba el martes, por ejemplo, que el obispo católico Thomas Tobin ha arremetido con fuerza contra la legalización de la marihuana, afirmando que esta convierte a la gente en “individuos parecidos a zombis”.
El apoyo implícito de Tobin a la ruptura de familia y el encarcelamiento de padres, esposas, madres y maridos (por el “delito” de usar una planta que desagrada a Tobin) es ilustrativo. Las posturas de Tobin nos proporcionan un ejemplo útil y de alto perfil de los defectos en la aportación de argumentos morales que afirman que actividades no violentas ser reguladas y castigadas por los estados.
Qué significa la prohibición
Una llamada a la continuación de la criminalización del uso y venta de marihuana implica necesariamente el apoyo al encarcelamiento y sanción de las personas que se dedican a la producción, uso o distribución de esta planta concreta.Esto conlleva también aprobación y apoyo tácitos a todo lo que viene con la prohibición pública. Con cada ley viene la necesidad de aplicar esa ley. El apoyo a la prohibición legal significa apoyo explícito o implícito a lo siguiente:
- El uso de fondos de los contribuyentes para apoyar tribunales para la persecución legal de los usuarios de drogas, incluyendo el personal e inmuebles necesarios. Estos recursos se desvían necesariamente de usarse para perseguir y juzgar a perpetradores de crímenes violentos, incluyendo asesinos, violadores, ladrones y otros infractores de los derechos de propiedad.
- El uso de fondos de los contribuyentes para apoyar una fuerza de policía para aprehender infractores, incluyendo equipos de vigilancia, soplones, personal policial, automóviles y cárceles. Esto desvía necesariamente recursos de actividades policiales pensadas para capturar violadores, asesinos, ladrones y otros delincuentes violentos.
- El uso de fondos de los contribuyentes para construir, mantener y dotar de personal un sistema de cárceles y prisiones para el almacenamiento de los convictos por el uso de drogas, que también necesita recursos para proporcionar comida, atención sanitaria y otros servicios.
- La destrucción de matrimonios y familias que resulta del encarcelamiento de los usuarios de drogas.
- Un aumento en el número de familias monoparentales (debido que un padre ha sido encarcelado) el resultante aumento de la pobreza.
Para ser justos, podría ser que Tobin realmente se opusiera a las sanciones duras por uso de drogas y estuviera a favor de la despenalización. Si es así, tiene que aclarar la diferencia entre su postura y su llamada a “decir no a la legalización de la marihuana en Rhode Island”. Pero no nos equivoquemos, si Tobin adopta cualquier postura que reclame sancionar a individuos privados a costa del contribuyente, la carga de la prueba la tiene él para demostrar que su curso de acción favorito (es decir, la coacción del estado) es preferible a gente dedicándose a sus propios asuntos.
¿Por qué no el alcohol?
Como la prohibición de las drogas es un empeño tan costoso y perturbador socialmente, debe ser que los costes del uso de las drogas son únicos en su gravedad. Si no lo fueran, es difícil entender cómo ninguna persona pueda apoyar la prohibición.¿Cuáles son entonces los costes del uso de las drogas, según Tobin?
Aparte de las conclusiones de segunda mano de Tobin sobre zombis, basada en las observaciones altamente científicas de un empresario anónimo, Tobin también señala que la droga es responsable de “dificultades y peligros al conducir” y “problemas de salud” incluyendo “problemas durante el embarazo”. También es peligroso, señala Tobin, el hecho de que la marihuana puede ofrecer un “escape” a los jóvenes, que, además de actividades destructivas como vestir “sudaderas” pueden ser transportados por las drogas más a “la tierra del olvido”.
Leyendo acerca de la preocupación de Tobin por todos estaos asuntos, quise naturalmente saber más acerca de la reclamación de la prohibición del alcohol por su parte. Dada la lista de preocupaciones de Tobin, por supuesto, se deduce lógicamente que también debe estar a favor de la prohibición del alcohol. Después de todo, si a uno le preocupan las sustancias embriagantes que perjudican la salud y la conducción segura, el alcohol debería ser un objetivo evidente de la prohibición.
Los problemas de salud relacionados con el alcohol, por supuesto, han estado documentados durante muchos años y, solo en 2013, más de 10.000 estadounidenses murieron por lesiones causadas en accidentes relacionados con el alcohol. El alcohol está asimismo ligado al abuso doméstico y a multitud de problemas sociales.
¿Entonces Tobin apoya también la prohibición del alcohol? Parece que no.
Como todos los que reclaman la abolición de los males sociales a través de la prohibición de las drogas, Tobin debe explicar primero por qué los males sociales relacionados con el alcohol no merecen la prohibición, mientras reclama acción legal contra los usuarios de marihuana. Si Tobin está tan dispuesto a encarcelar a gente por cultivar una planta de marihuana, ¿por qué no se posiciona Tobin igualmente contra una sustancia tóxica que se ha demostrado que aumenta la probabilidad de un comportamiento violento? Sin una clara explicación de esta distinción, el resto de las demandas de Tobin muestran una dañina incoherencia y nos vemos obligados a concluir que su oposición a la marihuana es arbitraria.
Además, ¿por qué está Tobin tan preocupado por los efectos del uso de las drogas en Colorado? Podría aprovechar mejor su tiempo centrándose en el hecho de que el abuso en la bebida es más prevalente en Rhode Island que en Colorado. Y si la salud es para él una preocupación tan grande, tal vez podría aprovechar mejor su tiempo combatiendo la obesidad, que es muchos más dañina para la salud pública en general que el uso de marihuana. Curiosamente, la tasa de obesidad es sustancialmente mayor en Rhode Island de lo que lo es en Colorado.
En su artículo, Tobin parece reconocer la necesidad de diferenciar entre alcohol y drogas para sonar coherente. Sin embargo, incapaz de presentar una razón científica, objetiva o basada en evidencias para tolerar el alcohol, Tobin recurre en su lugar a una apelación a la autoridad.
Para esquivar el argumento, Tobin apela al catecismo católico que dice: “el uso de drogas inflige daños muy graves sobre la salud y la vida humanas (…) su uso (…) es un delito grave”.
Está bien, pero ¿qué es una droga? Ni Tobin ni el catecismo dan ninguna definición ni hay notas aclarativas a pie de página en el catecismo. Cualquier examen científico u objetivo de sustancias tóxicas incluye tanto a la marihuana como al alcohol en esta categoría. Tobin simplemente ignora esto y al citar al catecismo entona triunfalmente: “no hay excepción para la marihuana”. Pero como convenientemente deja de mencionar: no hay razón para que el alcoholo deba ser también exceptuado.
Tobin podría protestar y decir: “bueno, por supuesto, por ‘drogas’ en catecismo no se refiere al alcohol”. En ese caso, persiste la pregunta: “¿por qué no?” ¿Por qué medición objetiva hace el catecismo esta distinción? Sigue siendo un misterio.
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