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lunes, 16 de mayo de 2016

La Desigualdad del Papa Francisco

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Una “Exhortación Apostólica” es un documento del Papa que exhorta a las personas a seguir las enseñanzas de la Iglesia. Es uno de los documentos más importantes que emite el Papa. Lo escribe con la intención de que sea tomado con toda seriedad.
En Evangelii Gaudium el ataque fundamental del Papa contra el libre mercado es contra la desigualdad económica. Así lo dice:
“Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la desigualdad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La desigualdad es la raíz de los males sociales.”
Analizaré brevemente el tema de la desigualdad económica y luego contrastaré la realidad contra lo que el Papa dice.


Francamente, a nadie le debería importar la desigualdad económica. Es un tema irrelevante. Lo único que le debería importar al Papa es cómo les va a las personas. Una economía libre les permite a todos y cada uno de los seres humanos vivir tan bien como pueda, simplemente porque nadie interfiere con su esfuerzo por trabajar y producir.
Una sociedad libre no se basa en cuánto ganan los demás. Todo el asunto de la desigualdad económica está dirigido a comparar a las personas. Pero ¿qué importancia tiene comparar a las personas? Lo único importante es si yo estoy tan bien como puedo estar, si mi nivel de vida es tan bueno como puede ser, si estoy viviendo una vida mejor que la que viviría en una economía sin libertad.
En una sociedad libre, el nivel de vida es mejor para casi todos aquellos que están dispuestos trabajar. Los pobres están mejor en una economía libre, la clase media también está mejor, los ricos también están mejor en una economía libre.
Es cierto que algunas personas estarán peor en una economía libre, pero lo más probable es que esas personas sean las que no están dispuestas a trabajar y sólo quieren recibir los beneficios del Estado. Esas personas que se niegan a trabajar merecen estar peor en una economía libre.
A una persona no le debe importar en qué nivel de la escala económica está. ¿Para qué compararse con otras personas? ¿Para qué competir con el vecino? Lo que le debe preocupar a cada uno es estar viviendo la mejor vida posible que pueda vivir.
La vida no se centra en el dinero, no se centra en la igualdad o desigualdad económica. La vida se centra en la felicidad. De eso se trata la vida, de que seas lo más feliz que tú puedas ser. No se trata de que seas tan rico como puedas. Para algunas personas ser rico es sinónimo de ser feliz; eso es lo que los motiva; y para alguien que se dedica a los negocios quizá el ganar dinero puede ser muy importante. Pero ¿y si eres un profesor? Nunca serás súper-rico si eres un profesor. Pero podrás ser igual de feliz que el hombre más rico, mientras te dedicas a hacer lo que te gusta.
Lo importante en la vida es disfrutarla, es ser feliz. En contraste, el centrarse en la desigualdad económica se basa en una moralidad perversa, en la moralidad altruista, que es la moralidad que el Papa busca impulsar. Esa moralidad sólo crea desánimo, odio, miedo y envidia.
Analicemos qué es eso de la perversa moralidad altruista.
La moralidad altruista afirma que lo único que justifica tu existencia es que te sacrifiques por los demás. Lo ético es que regales lo que produces a otras personas. La palabra altruismo viene de “alter”, que quiere decir “otro”. Los que reciben lo que tú produces se lo merecen por cumplir una única condición: no habérselo ganado, puesto que si trabajaron para ganarlo, entonces no se lo merecen.
El altruismo afirma que cualquier esfuerzo es bueno si es para beneficio ajeno, pero inmoral si es para tu propio beneficio.
Centrarse en la desigualdad económica se fundamenta en la moralidad altruista, y hace que las personas piensen de esta manera: “Uy, estoy ganando mucho dinero. Me debo sentir culpable y debo dárselo a alguien más, porque mi responsabilidad moral no es conmigo mismo sino con los demás. Si otros no son tan ricos como yo, entonces se merecen lo que yo produzco”.
La moralidad altruista destruye a las personas trabajadoras porque les quita el incentivo para trabajar. Si me van a quitar lo que gane, ¿para qué trabajar? Y también destruye a las personas que no son trabajadoras, porque también les quita todo incentivo por trabajar. Si me lo van a dar (me lo tienen tienen que dar) gratis, ¿para qué trabajar?
¡Y la cosa se pone aún peor! Si eres una persona de esfuerzo y de trabajo, la moralidad altruista hace que odies a los que no trabajan, porque al ver que sus intereses siempre vienen antes que los tuyos, lo único que podrás sentir por los demás será miedo y odio, porque su mera existencia pone en peligro tu vida y tu felicidad. El Papa dice que la moralidad del altruismo es sinónimo de benevolencia. No es así: la moralidad altruista hace que la benevolencia sea imposible. Ni el mismo Satanás pudo haber inventado un sistema mejor que el del Papa para provocar odio entre los hombres.
Además, en las personas que no desean trabajar, la moralidad altruista produce envidia. “Si yo no soy tan rico como esa otra persona, es culpa de ella porque no me está dando lo que me corresponde. Me debe dar su dinero porque el código moral correcto es que ese otro debe ser altruista y sacrificarse por mí, que no tengo. Si no me da es que está siendo egoísta. Ese es el origen de la envidia. Si alguna vez os habéis preguntado por qué ahora los ladrones le siguen pegando a sus víctimas incluso después de robarles la cartera, esa es la causa: pegarle a la víctima es el castigo que ésta merece porque obligó al ladrón a acudir a rescatar lo que, según la moralidad altruista, la víctima debería haber entregado por las buenas.
francisco kirchner sonrisasComo véis, una sociedad a la que le importa la desigualdad económica es una sociedad enferma, dominada por el altruismo, el odio, el miedo y la envidia. Y esto es precisamente lo que está promoviendo el Papa Francisco cuando dice cosas como esta: «No compartir con los pobres…  es robarles y quitarles la vida. Los bienes que tenemos no son nuestros, sino suyos».
Esa sociedad enferma es lo que tenemos que sustituir por una sociedad de personas racionales que buscan su bienestar racional, de personas a quienes les interesa vivir su vida lo mejor que puedan, sin preocuparse si su vecino gana más o menos que ellos.
En una sociedad así se celebra el que a otras personas les vaya bien, que se conviertan en millonarios. En una economía libre la envidia no tiene sentido. Cuando personas como Steve Jobs o Bill Gates tienen mucho éxito, se celebra su éxito porque en una economía libre la única manera para convertirse en millonario es ofreciéndoles a otras personas un producto o un servicio que mejora su vida. La manera en que te conviertes en súper-rico es haciendo que la vida de los demás sea mejor. En una economía libre, las otras personas hacen que tu vida sea más placentera y más larga que si vivieras en una isla desierta. En una economía libre, las demás personas de la sociedad son de un enorme beneficio para ti.
Mi vida es mejor gracias a Steve Jobs y gracias a Bill Gates, y por eso celebro que hayan ganado miles de millones de dólares. No les tengo envidia; al contrario, les estoy agradecido.
Ese sería el tipo de sociedad que tendríamos en una economía libre.
Pero el Papa insiste. Cito de su exhortación apostólica:
“Hoy en muchas partes se reclama mayor seguridad. Pero hasta que no se reviertan la exclusión y la desigualdad dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos, será imposible erradicar la violencia.”
No, Sr. Papa. La inseguridad y la agresión física son producto de la envidia que usted apoya y estimula con sus ideas.
Y sigue el Sr. Papa:
“Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar.”
Lo siento, Sr. Papa, pero eso sólo sucede en una economía donde se permite la coerción física que usted propone, no en el libre mercado. Steve Jobs nunca me forzó a comprarle nada, nunca me consumió y nunca me tiró a la basura, y no sé de nadie que haya sufrido semejante suerte a manos de Steve Jobs.
Y continúa:
“Además, al negar toda trascendencia, ha producido una creciente deformación ética, un debilitamiento del sentido del pecado personal y social…”
Sí, Sr. Papa. Las personas que participamos en una economía libre no nos avergonzamos de trabajar para vivir lo mejor posible, porque no aceptamos eso de ser ‘eternos pecadores’.
En fin, el Sr. Papa dice mucho más contra el libre mercado en su exhortación. Eso es lo que se ve en su documento, pero ahí hay algo más importante que no se ve, que está implícito y que es el verdadero fondo del tema.
¿Por qué dice el Papa tales tonterías sobre el libre mercado? El Papa no es tonto: ha estudiado, habla varios idiomas, es un hombre articulado y viajado. Él ha visto que los que viven en economías libres viven mejor que los que viven en economías como la que él propone. Entonces, ¿qué le lleva a decir semejantes estupideces sobre el libre mercado?
El tema del libre mercado es un tema de política económica, englobado dentro del estudio de la política. Pero la política es la cuarta rama de la filosofía, así que la única manera de entender por qué el Papa anda diciendo tonterías es analizando de dónde nace la política.
La política se deriva directamente de las primeras tres ramas de la filosofía. La primera rama es la metafísica, que describe cómo es la realidad en la que vivimos. La segunda rama es la epistemología, la teoría del conocimiento, que describe cómo somos los seres humanos. La tercera rama es la ética, que simplemente analiza cómo se debe comportar un ser que vive en esta realidad y que tiene esas características. La cuarta rama, la política, simplemente analiza qué sistema social permite que ese ser se comporte como debe comportarse según esa ética.
Para clarificar esto, pongamos un ejemplo:
Supongamos que la realidad en la que vivimos es una realidad ordenada donde siempre impera la ley de causa y efecto, donde una cosa no puede convertirse en otra que escapa a su naturaleza. Tus zapatos nunca se convertirán en árboles. Una semilla crecerá para convertirse en un árbol, nunca para convertirse en un caballo. Las cosas son lo que son, solamente lo que son, y siempre se comportan como lo que son.
Y supongamos que el ser humano que describe la epistemología tiene una mente que es perfectamente capaz de entender esa realidad ordenada y puede interactuar con ella para producir lo que necesita para sobrevivir.
En ese caso, la ética dirá que ese ser humano debe usar su mente para conocer la realidad y debe trabajar para producir lo que necesita para sobrevivir.
Y la política que defenderemos en ese caso será una en la que ese ser humano tenga libertad para trabajar y para conservar el fruto de su trabajo, ya que sólo así puede sobrevivir. Defenderemos un sistema de libertad, defenderemos el libre mercado.
Ahora veamos lo que piensa el Papa sobre todo esto.
Para él, la realidad no es ordenada, no se aplica la ley de causa y efecto. Según el Papa, tus zapatos sí se pueden convertir en árboles, las vírgenes sí pueden dar a luz, las personas sí pueden caminar sobre el agua; basta con que Dios así lo quiera. Para el Papa, la realidad depende de la voluntad de Dios, por eso los católicos tienen todos esos dichos: “Si Dios quiere”, “Dios no lo quiera”, “Dios dirá”, “Nos encomendamos a Dios para que resulte el negocio”, “No conocemos los caminos de Dios”, “A quien madruga Dios le ayuda”, y muchos otros. El Papa no vive en una realidad ordenada.
Y claro, para el Papa, las personas no pueden conocer la realidad ni interactuar con ella, simplemente porque la realidad obedece a Dios, no a la ley de causa y efecto.
Según el Papa, la ética adecuada no es que los seres humanos trabajemos para vivir y para ser felices. ¡No! Nosotros no podemos producir lo necesario para sobrevivir, nuestra mente pequeñita no da para tanto.
papa francisco libre mercadoSi alguien piensa que exagero, observad cómo hasta el internet es obra de Dios, no de los seres humanos.
Lo que debemos hacer es encomendarnos a Dios para que no nos falte sustento. Y como a Dios le encantan los sacrificios, debemos sacrificarnos por los otros dándoles lo que producimos con nuestro trabajo, porque eso “borra nuestros pecados.”
¿Qué efecto tiene esta visión de las cosas sobre tu vida? Si tu mente no sirve para pensar y para producir, todas tus posesiones son una mera casualidad: lo que posees es aquello que te cayó del cielo. Si no eres capaz de producir nada, nada es moralmente tuyo, nada es moralmente de nadie. Si divorcias causa y efecto, mente y conocimiento, esfuerzo y producción, también divorcias trabajo y propiedad. El verbo ‘merecer’ pierde todo significado. En consecuencia, el Papa a su vez se siente con derecho a tomar lo tuyo para repartirlo. A eso se le conoce hoy con el pomposo nombre de “una mejor distribución de la riqueza”.
Y claro, la política que defiende el Papa es una teocracia, en la que todos nos sacrificamos por todos para que Dios no se enfade, para que nos trate con benevolencia. La política del Papa es una política de sacrificio, por eso rechaza el libre mercado y por eso impulsa la moralidad altruista, la moralidad del sacrifico, de la escasez y del sufrimiento.
¿Qué tendría que hacer el Papa para cambiar de opinión y convertirse en defensor del libre mercado? Tendría que aceptar una realidad ordenada en la que no hay milagros de Dios. Esto es, tendría que convertirse en ateo. Pero entonces ya no habría iglesia, ni habría Papa.
Por eso no hace falta decir que dudo mucho que el Papa cambie de opinión.
Como véis, la idea de un Dios todopoderoso no es compatible con la libertad. Religión y libertad no pueden coexistir en un mismo sistema político. Por eso es esencial la separación entre Iglesia y Estado.
Seguro que habéis notado que el Papa defiende el socialismo, cuando vistos desde fuera la Iglesia y el socialismo de Karl Marx son opuestos.
Analicemos:
Para el socialismo, la realidad no existe. Los seres humanos imaginamos una realidad ficticia en la que vivimos, y cada clase social crea su propia realidad. Para Karl Marx, padre del socialismo, la mente humana no sirve para nada, no puede conocer nada.
En consecuencia, la ética marxista consiste en sacrificarse por la sociedad, que es la que crea la realidad. Así como el Papa dice que debemos sacrificarnos por Dios porque Dios crea la realidad, los socialistas dicen que debemos  sacrificarnos para la sociedad, porque  para ellos la sociedad es la que crea la realidad.
Por eso ambos, Iglesia y socialistas, llegan a la misma conclusión: el individuo debe seguir la moralidad altruista y sacrificarse por otros. Y por eso ni el socialismo ni la iglesia defienden la libertad ni el libre mercado.
Así como el Papa tendría que abandonar a Dios para poder defender el libre mercado, los socialistas tendrías que abandonar a Karl Marx para defender el libre mercado.
La única manera de combatirlos y defender nuestra libertad es entender que el problema que enfrentamos no es cosa de preferencias, de que algunas personas prefieran el libre mercado y otras no. El tema es mucho más profundo; es filosófico, y sólo en términos filosóficos lograremos ganar la batalla en defensa de nuestra libertad, de nuestro derecho a  vivir nuestra vida sin la interferencia de terceros.
Os invito a estudiar filosofía para entender estas cuestiones a fondo.  Sólo así prevaleceremos. Muchas gracias por escucharme.

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