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miércoles, 1 de julio de 2015

¿Por qué Estados Unidos se recupera más rápido que Europa de la Gran Recesión?

¿Por qué Estados Unidos se recupera más rápido que Europa de la Gran Recesión?

 
No sólo la recuperación económica en Estados Unidos está siendo más rápida y vigorosa que en el Viejo Continente. También el estilo de dicha recuperación es radicalmente distinto. En Estados Unidos la salida de la Gran Recesión ha tenido forma de 'V': tras una caída del 2,8% del PIB en 2009, desde 2010 ha crecido de forma sostenida a una tasa promedio del 2,2% al año. En la Eurozona la historia es muy distinta. En 2009 la economía sufrió un desplome del 4,5% y entre 2010 y 2011 vivió una aparente recuperación similar a la estadounidense. Pero a partir de 2012 el espejismo se desvaneció y Europa volvió a caer en la recesión. La recuperación europea adoptaba una penosa 'W' que aún hoy no logra completar.



¿A qué se debe esta disparidad entre la recuperación europea y la estadounidense? Uno de los más repetidos argumentos que suelen esgrimirse es que la diferencia es el quantitative easing, la expansión monetaria masiva aplicada por la Reserva Federal en EEUU. Esta idea no sólo la defienden socialistas y keynesianos. No son sólo los más radicales populistas quienes han pedido imitar a Estados Unidos en este aspecto. También ha calado de forma transversal entre mucha gente de todo color político, liberales incluidos, y se escucha a menudo en el mundillo empresarial y financiero. Por eso hay que ser preciso al analizarlo y contundente a la hora de criticarlo: porque es falso que el QE haya ayudado a la economía estadounidense a recuperarse más rápido de la Gran Recesión.
Cuando la Reserva Federal implementó los sucesivos programas de expansión monetaria, se alegaba que el objetivo era estimular la economía a base de promover el crédito para familias y empresas. Sin embargo lo que ha ocurrido ha sido justamente lo contrario. El dinero con el que la Fed compraba activos a los bancos no ha ido a aumentar el endeudamiento de familias y empresas, que, en contra de lo que pretendían keynesianos como Krugman, se han estado desapalancando. Ese dinero, por el contrario, ha acabado casi en su totalidad como excesos de reservas en la propia Reserva Federal. Dicho de otro modo: la Fed ha abierto líneas de crédito a los bancos pero éstos no las han tocado. El dinero se ha quedado guardado en los cajones. ¿Cómo es posible que el QE se considere un éxito si el objetivo que se pretendía alcanzar, promover el endeudamiento del sector privado, no sólo no ha sucedido, sino que de hecho familias y empresas han reducido sus deudas?
Quienes defienden que el QE ha sido el motivo de la recuperación de la economía de EEUU deberían ser capaces de responder a esta pregunta. Si no, tal vez sea una señal de que son víctimas del sesgo de confirmación. Pero también deberían de ser capaces de explicar por qué esta misma receta no ha funcionado en absoluto en países en los que se ha aplicado de manera mucho más intensa y durante más tiempo, como Japón. ¿Acaso sólo funciona a veces? Es más, deberían de ser capaces de responder a una pregunta mucho más amplia: ¿cuál es el mecanismo que hace que “imprimir billetes”, o su equivalente electrónico moderno, es capaz de hacer a una sociedad más rica? Y si tal cosa es posible, ¿cómo sigue existiendo pobreza en el mundo? Es más, ¿por qué justamente los países que más han caído en la trampa de la expansión monetaria, como Argentina o Venezuela, son justamente países que han terminado destrozando sus economías?
Por supuesto, políticas como el quantitative easing no son inocuas. Tienen importantes efectos. Hay que distinguir entre lo que se dice que se pretende conseguir, dinamizar la economía real promoviendo el crédito, y lo que realmente se quiere conseguir: que el gobierno y sus amigos, bancos y corporaciones en problemas entre otros, se financien más barato y resuelvan sus problemas de liquidez y solvencia a costa de los demás. Y no a un precio bajo, pues como hemos comentado en otras ocasiones esta política monetaria dificulta la liquidación de malas inversiones y la necesaria reestructuración del sistema productivo, y además siembra el germen de la próxima crisis económica.
Entonces, si la expansión monetaria no ha sido el motivo por el que la economía estadounidense se ha recuperado más rápido que la europea o la española, ¿cuál ha sido? En mi opinión son dos las principales razones por las que esto ha sucedido.
En primer lugar, el gasto público en Estados Unidos, el dinero que gestiona el Estado en lugar del ciudadano, es mucho menor que en Europa. De hecho, otro de los lamentos que con insistencia publicaban keynesianos como Krugman era que el gobierno estadounidense estaba recortando el gasto público desde el 41,9% del PIB en 2009 hasta el 36,6% en 2013. Mientras tanto, el gasto público en la Zona Euro era del 49,8% del PIB. Estos son, en definitiva, trece puntos del PIB que no gestionan los políticos sino los propios ciudadanos. Siempre hay que tener presente que en una crisis económica es imprescindible que familias y empresas sean capaces, lo más rápidamente posible, de liquidar sus malas inversiones y errores empresariales, y que reduzcan sus deudas para volver a ser capaces de generar riqueza de forma sostenible. Para ello, cuanto mayor sea la renta disponible en manos de familias y empresas, más rápida será la recuperación.
En segundo lugar, tal vez el motivo fundamental por el que Estados Unidos ha salido más rápido de la Gran Recesión que Europa o España es que cuenta con un marco institucional mucho más flexible y libre. Si de lo que se trata es de reestructurar el distorsionado sistema productivo fruto de la burbuja y redirigir los factores productivos hacia nuevas líneas de negocio sostenibles, la flexibilidad y libertad institucional son la clave. En EEUU es mucho más fácil liquidar inversiones, reorganizar factores productivos, montar empresas y reajustar precios de activos que en países como España. Como consecuencia de esto, por ejemplo, en EEUU los inflados precios del sector inmobiliario no tardaron más de un año en reajustarse, mientras que en España han hecho falta, como poco, ocho años. No hace falta mencionar lo mal paradas que salen la mayoría de economías europeas en una comparación con Estados Unidos en informes como el Doing Business 2015, que mide la facilidad para crear empresas, o en el 2015 Index of Economic Freedom del Heritage Foundation.
Es ilustrativo analizar el impacto que ha tenido durante la crisis este marco institucional relativamente más flexible en dos de los principales factores productivos de nuestras economías: el trabajo y la energía. El mercado laboral estadounidense es muy distinto del europeo, y no digamos del español. En EEUU se puede contratar y despedir con mucha mayor facilidad y a un menor coste. El empresario se enfrenta a unos costes laborales relativamente menores. Como consecuencia se vuelve mucho más rápida y eficiente la recolocación del factor trabajo en la nueva estructura productiva posterior a la burbuja. Esto, por supuesto, tiene importantes consecuencias para los ciudadanos: mientras hoy la Eurozona padece una tasa de paro del 11,2%, los estadounidenses gozan de un desempleo del 5,5%, menos de la mitad. Y es que no hay mejor protección social que una baja tasa de desempleo.
El otro gran factor productivo, la energía, no sólo ha ido mejor que en la inmensa mayoría de países europeos: Estados Unidos ha protagonizado toda una revolución energética, sobre todo en el sector de gas. Gracias a innovaciones disruptivas como el fracking, el precio de gas en EEUU ha caído más de un 60% respecto a los precios de 2008. El aumento de la producción interna ha sido tal que EEUU ha pasado de ser uno de los mayores importadores de gas a exportarlo al resto del mundo. Al mismo tiempo, el país norteamericano también ha vivido una revolución similar en la producción de petróleo, contribuyendo al desplome mundial del precio del crudo y permitiendo así a toda la industria y ciudadanía beneficiarse del sano estímulo de unos menores costes energéticos. Mientras tanto Europa, pese a que también tiene oportunidades al alcance de la mano, está siendo mucho más lenta a la hora de explotarlas.
En realidad, el verdadero motivo por el que Estados Unidos se ha recuperado más rápido que Europa de la Gran Recesión se resume en su relativamente mayor liberalismo. En el fondo esto no es más que el reflejo de dos sociedades con mentalidades diferentes. En Estados Unidos el ideal, aunque ahora tal vez venido a menos, es el sueño americano, la posibilidad de que cada individuo pueda labrarse su futuro en libertad en una tierra de oportunidades. En la sociedad americana sigue arraigada la idea de que las instituciones no deben sino respetar tres sencillos y viejos derechos inalienables: “la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. En España, mientras tanto, el ideal es la renta básica. Lo que pedimos a nuestros políticos no es que la gente tenga libertad para emprender su búsqueda de la felicidad, sino subsidios, expropiaciones y que se persiga a los ricos. En la España del populismo alguien que quiera invertir o crear una empresa se enfrenta a una gran incertidumbre de régimen: no sabe qué será de las instituciones en uno, cinco o diez años. En Estados Unidos no existe esa incertidumbre: es del todo impensable que aparezca un Pablo Iglesias. Así nos va.

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