jueves, 26 de mayo de 2016

La constitución venezolana de 1999 es una trampa sin salida



Hablar de una Constitución en términos teóricos y generales es lo mismo que hablar de una biblia de adoración y culto a la religión del Estado, es un documento soberbio, apócrifo que recibe un tratamiento de sacrosanto por la sociedad, cuyo criticismo es automáticamente acallado y condenado por individuos de dogmas iuspositivistas y conductas gregarias que se desenvuelven alrededor de la figura de un cacique supremo que gobierna sus vidas, son los mismos individuos que esperan que mi vida  se adapte a su ritmo y obedezca los mandatos de una autoridad soberana por el simple hecho de haber nacido bajo su influencia territorial.



Puedo anticipar a los borregos mansos, entre muchos colegas, increparme el hecho de que por ser abogado debo ajustarme a lo que se establezca en ese documento, que en primer lugar fue aprobado por una bola de desconocidos, en un proceso en el cual no participé y que por lo tanto en ningún momento consentí para su existencia, a mí nadie me consultó si quería esa Constitución, ¿Por qué  me quieren involucrar en un contrato que no firmé, en un proceso en el cual no participé? es un documento que de partida está viciado de nulidad;  fue creado en un proceso constituyente hace 15 años, por una mayoría que supuestamente representa a un ‘‘pueblo’’, pues a mí nunca me ha representado, habrá sido un contrato entre personas que votaron y dieron su consentimiento para su existencia en aquel entonces, pero en todo caso tiene que vincularles a ellos ¿Por qué a mi?.
La Constitución Venezolana vigente en específico desde antes de su nacimiento ha tenido una marcada influencia  Socialista, es imposible hablar de la Constitución sin hablar de la figura de Hugo Chávez, quien fue su promotor. Desde el mismo preámbulo se habla de‘‘igualdad y de justicia social’’ y en sus inicios de la conformación de un Estado democrático y social de derecho y de justicia, que no es más que pura demagogia en papel, pero claro, ¿quién no aceptaría esta utopía? Sólo un monstruo capitalista, individualista que come niños, ya los veo preguntar ¿Cómo te atreves a poner tus intereses personales por encima de una nación? ¿Cómo te atreves a poner tu bienestar personal por encima del pueblo?
La verdad más absoluta de todas: el pueblo no existe, es un concepto quimérico y abstracto, sólo existen los individuos, trabajando para su propio bienestar, por tanto ninguna nación, ningún pueblo diciendo obrar en nombre y representación de un gobierno están en la cualidad de atropellar  mi derecho natural, entendido como la propiedad sobre mi cuerpo y los frutos del trabajo. Si yo no tengo derecho de violar tu propiedad y tú tampoco tienes el derecho de violar mi propiedad, un burócrata tampoco está legitimado o investido de una superioridad moral para hacerlo.
¿Será que esta democracia, justicia social e igualdad implica pasar por encima de mi propiedad y libertad individual y en consecuencia por  encima de tu propiedad y libertad estimado lector? ¿Una mayoría y un gobierno en su representación están legitimados para hacerlo? rotundamente no, ni siquiera un gobierno minarquista bajo el pretexto populista de impartir justicia o de ‘‘proteger’’ la propiedad está en posición legítima de atentar contra mi propiedad siendo un individuo pacífico.
La Constitución Venezolana vigente declara  que son derechos irrenunciables de la Nación la independencia, la libertad, la soberanía, la inmunidad, la integridad territorial y la autodeterminación nacional.  Pero la nación es un concepto político y cultural que no puede estar por encima de la individualidad,  la soberanía, independencia, inmunidad que en realidad importa no es la de ninguna nación, sino la del individuo sobre los frutos de su esfuerzo o sus ahorros, por el hecho de que una nación se haya autoproclamado ‘‘soberana’’ ¿Por qué  implica que se debe renunciar a nuestra soberanía individual? ¿Acaso por el simple hecho de haber nacido dentro del territorio que ella arbitrariamente ha delimitado a través de un gobierno? ¿Qué le debo yo a un montón de extraños que dicen representar a la nación a través de un gobierno? Absolutamente nada. La nación es un concepto que debe divorciarse del ámbito político y entenderse como un fenómeno espontáneo puramente cultural, nación y gobierno no son lo mismo, a la nación le vendría de maravilla librarse del gobierno.
Se preguntarán ¿Qué es la soberanía popular y por qué está supuestamente legitimada para formar instituciones de gobierno? La respuesta es la incuestionable mayoría a través de procesos electorales, que por obra y gracia del libro que se autoproclama como autoridad está facultada por medio de un gobierno para pisotear tu propiedad, a través de un régimen fiscal y confiscatorio bajo el pretexto de preservar un supuesto interés nacional, todo este absurdo adquiere sentido cuando contrastas la quimera con la realidad: detrás de éste supuesto interés colectivo lo único que en realidad existe es el fortalecimiento de una burocracia de gobierno.
La Constitución Bolivariana es un documento que se contradice rotundamente, dice garantizar la propiedad privada pero autoriza abiertamente su violación a través del saqueo por medio de un Estado de Bienestar y expropiaciones cuando arbitrariamente el propio Estado decida que hay un interés nacional involucrado. Solo a las mentes marxistas dogmáticas como la de los asambleístas constituyentes se les ocurre la idea de prohibir los monopolios no tomando en cuenta, que el Estado constituye un monopolio en sí mismo, manifestando una ignorancia radical en ciencia política y económica (aunque pudo haber sido ignorado convenientemente). Además, se contempla la consolidación de una banca central, por consiguiente de una política económica intrínsecamente inflacionaria, empobrecedora y expoliadora de los ahorros.
También es curioso cuando contempla que la evasión fiscal es un delito que debe ser penado por Ley, pero al mismo tiempo llama a  ‘‘desconocer cualquier gobierno que contraríe los valores, principios y garantías democráticas o menoscabe los derechos humanos’’. En realidad lo único que se encuentra por encima de cualquier constitución, gobierno, legislación o autoridad son los derechos naturales: vida, propiedad y libertad, ¿La propia constitución proporciona un verdadero mecanismo de desobediencia? No, porque lo razonable sería la rebelión fiscal como forma legítima de resistencia ante cualquier gobierno que viole los derechos naturales. De hecho, la propia constitución restringe este mecanismo legítimo de protesta cuando dice que la objeción de conciencia no puede invocarse para eludir el cumplimiento de la Ley.
Señores lectores de oposición: si ustedes han legitimado la Constitución Venezolana de 1999 han caído en una trampa socialista sin salida, el gobierno se encuentra desde afuera viéndolos como conejillos de indias corriendo sobre una rueda; son tan despistados  que no saben que cada vez que legitiman la Constitución están legitimando la ideología marxista y todo su sistema de gobierno.
Es una constitución de naturaleza estatista-socialista de principio a fin; en teoría política una Constitución debería estar diseñada para proteger a los individuos del poder de gobierno, donde a la población entendida como suma de individuos y comunidades voluntarias trabajando y asociándose para la satisfacción de sus necesidades se les proporcione total autonomía para defenderse del gobierno, en consecuencia una Constitución teóricamente no debería vincular a nadie más que al gobierno, (cosa que ha demostrado ser una falacia en la praxis, porque ningún papel con palabras galantes ha logrado con éxito detener el crecimiento de un gobierno); pero nuestro caso es mucho peor, estamos hablando de una Constitución que autoriza abiertamente al poder para controlar a los individuos, es una constitución que vincula a la población  subordinándola a una autoridad soberana a través de la institución de gobierno y de unos individuos que siguen tolerando este sistema,  así que dentro de la propia Constitución nunca vamos a encontrar una salida a la profunda crisis política, económica y social que nos aqueja.
Queda evidenciado que tanto es el poder que se le otorga al Estado que desde mi punto de vista, se hace prácticamente imposible modificar la institucionalidad a través de los medios que la misma Constitución proporciona, como la Asamblea Constituyente, porque estamos hablando de un mecanismo que blinda la institución de gobierno y que ha proporcionado todos los incentivos para corromperse. El monopolio estatal no va a permitir jamás la conformación de una Asamblea Constituyente que origine la formación de otro Estado que le haga competencia.
La población venezolana tiene una solución que sirve universalmente para la situación de crisis política actual y cualquier situación futura de crisis: la desobediencia civil u objeción legítima de conciencia que debe ser ejercida bajo tres vías de acción: electoral por medio de la abstención ideológica masiva y organizada, luego fiscal por medio de la evasión masiva y organizada y finalmente la invocación de un proceso constituyente. Viéndonos encerrados en un laberinto sin salida, la solución o la salida no se encuentra dada sino que debe crearse.
La abstención como forma legítima de protesta que no debe ser apática, debe ser ideológica, consciente y organizada hasta lograr una mayoría crítica que ponga en jaque al propio sistema democrático de gobierno y lo descubra como vulgar autoritarismo; desconocer, no participar y no legitimar el proceso que el mismo gobierno ofrece para legitimarse a sí mismo es necesario como elemento de lucha,  una vez logrado éste paso de conciencia antigobierno;
Organizar una rebelión fiscal como expresión máxima de desconocimiento a la autoridad, a través de la evasión masiva y socialmente articulada de impuestos, donde creo fundamental, no solamente una evasión directa sino el desmontaje o la destrucción física de la maquinaria de emisión de dinero fiduciario que monopoliza el Estado, se debe abolir de raíz el sistema de retroalimentación y fortalecimiento de la burocracia para debilitar su poder, al burócrata se le golpea por donde más le duele: su bolsillo.
Y finalmente invocar un proceso constituyente, que anule  toda la charlatanería marxista y socialdemócrata, que se oriente hacia la opción liberal de reducción del poder de gobierno y proporcione una institucionalidad favorable al mercado y a la propiedad privada, donde lógicamente la libertad de secesión sea una opción; como medio el Estado debe renunciar primeramente a la titularidad del monopolio territorial, para luego ir renunciando progresivamente a otras instituciones de gobierno, disminuyendo cargas fiscales y burocráticas paulatinamente, provocando como efecto colateral el florecimiento de comunidades administrativas plenamente independientes de un gobierno central y como fin la secesión individual, para permitir que cada individuo, en ejercicio de su autonomía, la defensa de su propiedad por los medios que considere más efectivos y la libertad de elección, es decir, que en cualidad de consumidor sea capaz de votar con cada centavo de su patrimonio cuales productores de bienes o servicios deben producir y cuáles no bajo un sistema de democracia verdadera, la democracia de mercado.
‘‘Mediante las constituciones democráticas, se aspira a conceder a los ciudadanos, en la esfera política, aquella misma supremacía que, como consumidores, les confiere el mercado. Aun así, el símil no es del todo exacto. En las democracias, sólo los votos depositados en favor del candidato triunfante gozan de efectiva trascendencia política. Los votos minoritarios carecen de influjo. En el mercado, por el contrario, ningún voto resulta vano. Cada céntimo gastado tiene capacidad específica para influir en el proceso productivo. […] La elección del consumidor cobra eficacia tan pronto como el interesado se decide a gastar el dinero preciso en la consecución de su objetivo’’.- Ludwig Von Mises ‘‘La Acción Humana’’

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