Entre menos poder y recursos tengan la instituciones públicas, mucho menos serán los incentivos para que éstas se corrompan
No es ningún secreto que la corrupción en México es un gran problema. El sector político de nuestra sociedad es el más identificado con este lamentable fenómeno pero no es el único; la corrupción degrada a nuestros gobernantes, empresarios, funcionarios, profesores, estudiantes e incluso hasta a nuestros niños y jóvenes que crecen pensando que éste tipo de prácticas son normales.
Frases como “el que no tranza no avanza” o “Dios, no te pido que me des, sino que me pongas donde hay, yo solito agarro” se han vuelto tristemente célebres y muy comunes de escuchar en nuestro día a día.
Un estudio realizado por el Instituto Mexicano de la Competitividad (IMCO) señala algunos costos de la corrupción que resultan alarmantes: