Por Horacio Vázquez-Rial
Ideas - Libertad Digital, Madrid
Pertenezco a una generación de
revolucionarios, es decir, de psicópatas decididos a acelerar la
historia atendiendo a normas –espirituales o seudocientíficas, que de
todo ha habido– dictadas por un dios interior ansioso, severo y
energuménico.
Mi primera juventud pasó entre los
setenta y los setenta. La fiebre revolucionaria empezó a amainar
alrededor de 1980 y se hundió definitivamente en 1989. Con excepciones,
nos adaptamos a la antaño despreciada democracia formal, cuyas
virtudes fuimos descubriendo no sin asombro. O sea, dejamos de ser de
izquierdas. Todos, sin excepción, hasta los que siguen jurando ser muy
de izquierdas sin darse cuenta de que están a la derecha de la derecha,
en la reacción pura y dura.