Para salvaguardar nuestra libertad es necesario dejar a la democracia donde pertenece y detener cuanto antes a la facinerosa izquierda
¿Creen que una religión tan antinatural como la ideología de izquierda puede ser aceptada, sabiendo su historia y consecuencias, tan plácidamente? Habrá que pensarlo dos veces.
A lo largo del tiempo, las ideologías -especialmente el fascismo y el socialismo, leve o real- han llevado a cabo un proceso de transfiguración del lenguaje y los valores para facilitar su llegada y/o permanencia en el poder gubernamental.
Una muy común y la más trágica en estos últimos 75 años –siendo realmente rigurosos– ha sido la lenta “y segura” transfiguración de la democracia. Sirviendo como referente de todo lo bueno y antítesis de lo malo; echando raíces desde hace tiempo en nuestro continente latinoamericano.
La transfiguración más explícita y primigenia del siglo XX ha sido la doctrina wilsoniana de llevar la democracia al resto del mundo. Luego de la Primera Guerra Mundial, el presidente norteamericano, Woodrow Wilson, utilizó esta falacia para abrirle paso a los desmanes bélicos y “ocupacionistas” que se conocieron en las décadas posteriores, historia que no corresponde ser ahondada en este artículo.
Cuatro décadas más tarde, al sur de este fenómeno, el Socialismo conformaba la idea común y la democracia era revestida de una cantidad de valores ambiguos y eufemismos. Las tautológicas justicias sociales, la “paz” a punta de represión y la persecución política, de silencios coactivos y secuestros. En otras palabras, una dominación frontal en nombre “de la democracia”.
Toda una fábula donde el voto, los planes sociales y la idea de un amo más o menos generoso con sus gobernados, eran elementos invariables de la democracia.
Monstequieu y los Padres Fundadores norteamericanos estarían revolcándose en sus tumbas al ver cómo un sistema operativo se había vuelto a merced de las doctrinas más inhumanas bajo analogías totalmente desfasadas, especialmente los segundos, tomando en cuenta su recelo manifestado hacia la democracia.
Acelerando un poco el paso hasta llegar a nuestro siglo actual, el continente americano sigue bajo el mandato de dispositivos gubernamentales de dominación pertenecientes al mismo ideario marxista y marxista-leninista.
Actualmente, existe un ejemplo que tiene hipnotizada a la juventud: Bernie Sanders y su Socialismo “democrático”.
Sanders apuesta, como muchos socialistas, a las definiciones controvertidas, “transfiguradas”, mezclando una visión economicista totalmente opuesta a los postulados de la democracia. En un sistema político monopolizado por dos partidos, y de hecho colapsados, es fácil aprovecharse con retórica del descontento.
En Venezuela ocurre algo parecido. La Mesa de la Unidad “Democrática” –que de eso no tiene nada– está conformada (no tan) casualmente por partidos que son en su totalidad de izquierda y a favor de las ideas socialistas. Y estos promueven la misma democracia fabulista y eufórica que se promovía en el siglo XX porque son hijos legítimos de esa práctica, de la distorsión de realidades para promover una sociedad que vive bajo el engaño de que se trata de un juego “suma cero”: con su democracia todo, fuera de ella, nada.
Las fuentes nos indican que en realidad la combinación del socialismo y la democracia es letal: la de la euforia. El primero utiliza a la segunda para hacerse con el poder y así destruir a la libertad por medio del populismo aberrante tan característico.
La eufórica democracia del siglo XX provocó que, lo que vivimos hoy, haya llegado hace 17 años con aplausos. Es necesario repensar la democracia y colocar a la libertad por encima de ésta y eso precisamente es lo que se puede hacer desde los tanques de pensamiento, como por ejemplo Venezuela Futura, para gestar modelos democráticos e innovadores para el país y América Latina.
Así que lo verdaderamente necesario es una democracia sin ideologías, sin fines discursivos y clientelistas: para salvaguardar nuestra libertad es necesario dejar a la democracia donde pertenece y detener cuanto antes a la facinerosa izquierda, que le asegura puede decidir y llevarlo a la felicidad, a su felicidad.
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