Una elección ajustada en un Perú que busca crecer
Por Mary Anastasia O'Grady
Los peruanos votaron el domingo en la
segunda vuelta de una elección presidencial entre Keiko Fujimori, hija
del ex presidente Alberto Fujimori, y el banquero, empresario y ex
ministro de Economía Pedro Pablo Kuczynski. Las encuestas previas a la
votación estaban apretadas y al momento de publicar esta columna, con un
89,5% de los votos escrutados, aún no se podía determinar con certeza a
un ganador.
Esta elección es ya notable por los
resultados de la primera ronda en la que los votantes rechazaron a
Verónika Mendoza, la candidata del izquierdista Frente Amplio, que
prometía un socialismo acérrimo como una cura para la pobreza. Los dos
candidatos que llegaron a la segunda vuelta son centroderechistas y
partidarios de los mercados abiertos y el respeto de los contratos.
Sin embargo, también hay diferencias
reales entre los dos candidatos y, en medio de las crecientes
expectativas de la floreciente clase media, el resultado de la votación
del domingo podría tener importantes implicaciones para la estabilidad y
el crecimiento.
De mantenerse el apoyo a una economía
liberal, hay un montón de llagas supurantes en la política económica de
Perú que necesitan atención. El estado es notoriamente corrupto.
Demasiado gobierno ha empujado la mayor parte de la actividad económica
hacia la informalidad, lo que limita el acceso al crédito, mientras se
han incrementado también los delitos violentos. Las recetas de Kuczynski
para reducir la economía informal y mejorar la calidad del poder
judicial y la policía divergieron significativamente del populismo
nacionalista de derecha de Fujimori, que incluía un llamado a ampliar el
papel de la petrolera estatal.
Perú se destaca por su adhesión en los
últimos 15 años al capitalismo democrático, en un momento en que el
autoritarismo del chavismo emanado desde Venezuela ganaba terreno en
países vecinos. Ni la elección en 2011 de Ollanta Humala, un aliado de
Venezuela, logró descarrilar la revolución capitalista del Perú.
El país creció a una tasa anual
compuesta de 5% entre 1999 y 2008. Durante el mismo período, las
exportaciones se septuplicaron. Los fuertes precios de las materias
primas ayudaron. Pero Perú también hizo sus deberes de reformas
estructurales.
Un vibrante sector minero, financiado
por inversionistas extranjeros, le permitió a florecer, junto a la
liberalización del comercio que se había iniciado en los 90 y que puso
fin al proteccionismo para los productores nacionales. El acceso a las
divisas y las importaciones dieron a los empresarios peruanos las
herramientas que necesitaban para competir a nivel mundial. En los años
transcurridos desde la crisis financiera global, Perú ha tenido uno de
los mejores desempeños de la región, con una tasa anual compuesta de
crecimiento de 4,7% entre 2009 y 2015.
Otro logro de Perú desde que Alberto
Fujimori dejó su cargo en 2000, luego que tratara de postularse de nuevo
a la presidencia, algo prohibido por la constitución, es que ningún
presidente ha intentado quedarse más allá de los límites de su mandato.
Fujimori fue popular porque estabilizó un país que estaba en el borde
del abismo por la hiperinflación y el terrorismo. Sin embargo, con el
apoyo de la izquierda, que nunca perdonó a su victoria sobre el
sanguinario grupo terrorista maoísta Sendero Luminoso, los demócratas
del Perú frenaron la toma de poder del presidente. Ahora está en prisión
condenado por violaciones de los derechos humanos y sobornos.
Si la izquierda latinoamericana, que
simuló un amor a la democracia, hubiera utilizado incluso una fracción
de la energía que dedicó a poner fin a la carrera política de Fujimori
en oponerse a Chávez conforme este daba forma a una dictadura militar,
los venezolanos no estarían pasando hambre ahora. Al negar a Fujimori
otro mandato, los peruanos sentaron un precedente para la transferencia
pacífica y predecible del poder y la competencia política.
Keiko Fujimori, que se convirtió en
“primera dama” de Perú tras la separación y posterior divorcio de sus
padres, se ha distanciado del gobierno de su padre y se ha comprometido a
respetar la democracia. Ella es una política disciplinada con una
fabulosa capacidad para llegar a las masas y una efectiva movilización
de las bases de Fuerza Popular, el partido que ha construido durante
años.
Después de su primer puesto en abril en
la primera ronda de votación, pero por debajo del 50% más uno que
necesitaba para hacerse con la presidencia, se dedicó de nuevo a
recorrer el país. Kuczynski, en cambio, hizo un viaje de una semana a
Estados Unidos, algo que después dijo que habría hecho si hubiera sabido
el costo que tendría para su posición en las encuestas.
Aun así, PPK, como lo llaman los
peruanos, se mantuvo en la competencia. Muchos peruanos asocian el
nombre de Fujimori con el autoritarismo, y existía la preocupación de
que una mayoría de su partido en el Congreso simplemente aprobaría todo
lo que Fujimori presentara. El mes pasado se debilitó aún más por la
revelación de que el secretario general de su partido, que es un
confidente cercano, está siendo investigado por la DEA.
El nacionalismo económico de Fujimori es
extraño en un país que ha estado saliendo de la pobreza a través de su
interacción con el mundo. Con frecuencia trató de descalificar a
Kuczynski como un tipo rico que quiere ayudar a las empresas y los
extranjeros al permitir la exportación de las reservas de gas natural.
Eso parece poco sincero en múltiples
niveles. Como hija del presidente que no creció exactamente en un barrio
pobre. Y seguramente el MBA que obtuvo en Universidad de Columbia le
permite entender que el gas no tiene valor si queda bajo suelo.
Kuczynski quedó como el candidato más
reflexivo, con una plataforma a favor de una mayor transparencia,
impuestos más bajos y más simples, y un plan visionario para llevar agua
potable a los hogares peruanos.
Si Fujimori gana, los peruanos tienen la
esperanza de que ella tome prestadas sus ideas. Si él gana, tienen la
esperanza de que ella le preste su peso político para el bien del país.
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