REFLEXIONES LIBERTARIAS
Ricardo Valenzuela
Globalización es el término de moda y en boca de los
lideres, políticos, redentores sociales, empresarios, economistas etc. El
zumbido de la palabra es relativamente nuevo pero su realidad no describe nada
novedoso. Globalización, sin ese nombre, estaba en todo su apogeo hace más de
cien años, de hecho, fue la característica más importante del Siglo dorado de
la humanidad; El Siglo XIX. Es más, era en esa época un concepto sumamente
avanzado inclusive para los estándares de esos tiempos.
En 1913, el comercio internacional representaba un 12%
del PIB de los países industrializados. Ese nivel de exportaciones no fue de
nuevo alcanzado hasta los años 70s, puesto que el mundo se había convertido en
un fortress después del arribo de Keynes en Inglaterra y Roosevelt en los EU.
El volumen del flujo de capitales en relación al PIB, en los años 20 arribó a
niveles que no se han vuelto alcanzar aun en estos días de flujos inalámbricos.
A finales del siglo XIX el flujo de capitales emanando
de la Gran Bretaña llegó a representar hasta casi un 10% del PIB de esa gran
nación. En contraste, los impresionantes superávit de las cuentas corrientes de
Alemania y Japón en sus dorados años 80s, jamás sobrepasaron el 5% de sus PIB.
Creo que podemos afirmar que mucho del crecimiento de la economía internacional
desde la Segunda Guerra Mundial, es solo una reanudación de lo que ya se había
iniciado antes de la Primera Guerra.
La primera economía mundial fue posible por los
avances tecnológicos de la Revolución Industrial. Más obvio, los avances en
transportación que terminaban con la era tiránica de la distancia. En
transporte de tierra es difícil estimar la importancia y aportaciones del
ferrocarril. En 1830 una jornada de Nueva York a Chicago tomaba tres semanas;
solamente una generación después, en 1857, ese mismo viaje se efectuaba en dos
días.
La segunda mitad del siglo XIX fue testigo de una
explosión en la construcción de redes ferroviarias alrededor del mundo. Las
vías de la Gran Bretaña se extendieron al triple, pasando de 6,700 millas a
24,000 millas en 1910; En el mismo periodo, en Alemania sus vías crecieron de
3,600 millas a casi 37,000; los EU lograron un impresionante crecimiento al
llegar a 250,000 millas de las menos de 10,000 que originalmente tenían. El
ferrocarril unió países e integró sus mercados facilitando la penetración de
bienes foráneos promoviendo gran competencia y avance de productividad.
Entretanto, otro gran avance tecnológico hacía su
debut uniendo esos mercados nacionales en un nuevo ente global. A pesar de que
el barco de vapor fue desarrollado a principios del Siglo XIX, las innovaciones
de que fue objeto en las décadas posteriores transformaron lo que había sido
una nave para navegar en ríos y corta distancia, en un muy barato, a gran
escala y confiable transporte oceánico. El efecto en los costos de transporte
fue nada menos que espectacular: Un índice de costos de transporte en las rutas
de exportación del Atlántico disminuyó en un 70% en términos reales entre los
años de 1840 a 1910.
La explosión de la tecnología creativa que promovió la
Revolución Industrial, destruía las barrearas naturales de comercio
internacional que imponía en esa época la geografía. Creaba nuevas
posibilidades para el beneficio masivo provocado por el intercambio
internacional. En el centro de esa nueva economía, las fábricas de los países
industrializados del Norte del Atlántico inundaban los mercados con sus
productos en serie para enviarlos a todo el mundo. Esas fábricas fundaban sus
estrategias en el acceso a los recursos naturales y materiales de fabricación
baratos. En las periferias menos avanzadas de África, Asia, y América Latina,
nuevas tecnologías permitían el que esos recursos naturales se produjeran y
extrajeran de forma más barata que nunca antes.
De esa forma nació la primera estructura que
sostendría la división global de trabajo: El centro del círculo se
especializaba en la producción mientras que la periferia se especializaba en
los productos primarios. Para la Gran Bretaña—el primer poder industrial—los
bienes manufacturados constituían tres cuartos de sus exportaciones. La nueva y
creciente nación llamada los Estados Unidos, trabajaba ambos; el centro y la
periferia.
El Este urbanizado llevó la industrialización a nuevos
niveles para de esa forma competir con Inglaterra por la supremacía económica
mundial. El Oeste, siguiendo el sendero de otras regiones de asentamientos
europeos (Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Argentina) se especializaba en la
producción de granos, carne, pieles, lana, y otros productos agrícolas de gran
valor. Finalmente el Sur, siguiendo el patrón tropical de desarrollo, se
especializaba en productos como hule, café, algodón, azúcar, aceite vegetal, y
otros de bajo valor.
Aun cuando el comercio mundial es tan antiguo como la
misma humanidad, esto era algo nuevo. Este tipo de comercio ya no era un asunto
marginal limitado a unos cuantos bienes considerados “de lujo.” Ahora, por
primera vez, la especialización y división de trabajo en la producción en
escala mundial, era un elemento esencial de la vida económica en todos los
países participantes.
Entre los años de 1870 y 1913, las exportaciones como
porcentaje del PIB se duplicaron en la India, Indonesia, y se triplicaron en
China y Tailandia. La transformación de Japón fue especialmente dramática.
Después de que las naves del Comodoro Perry arribaron a la bahía de Tokio en
1858, Japón se transformó de ser un país totalmente aislado, a un gran
competidor y promotor del libre comercio. En los siguientes 15 años sus
exportaciones se multiplicaron 70 veces para llegar a un 7% de su PIB.
La Contrarrevolución Industrial
Sin embargo todo esto era demasiado hermoso para que
durara. La humanidad por primera vez en la historia se enfilaba hacia su
verdadera libertad. El orden económico global que nació y floreció en el Siglo
XIX, sería destruido por las grandes catástrofes que azotaron a la humanidad en
el siglo siguiente: las guerras mundiales, la Gran Depresión, y las dictaduras
totalitarias. Solo en las últimas décadas la verdadera división global del
trabajo había podido de nuevo emerger.
¿Qué fue lo que sucedió? ¿Por qué el primer episodio
de globalización terminó de forma tan dramática? Pero más importante ¿Qué
sucede en estos momentos cuando se aspira un aire de la confrontación mundial?
¿Por qué de nuevo emerge el viejo mercantilismo amenazando el comercio a nivel
mundial? Estas preguntas son algo más que curiosidades históricas. Tienen el
secreto de las controversias que hoy día cimbran el mundo entero alrededor de
esta nueva globalización, y sus emergentes enemigos que se perfilan en el
horizonte con sus filosas guadañas sobre sus hombros.
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