Revocatorio en Venezuela: Este año o nunca
Por Trino Marquez
El CNE tiene que convocar el revocatorio
en 2016. Para el año que viene carecería de sentido, pues en el caso
improbable que el régimen perdiera, asumiría la presidencia quien
Nicolás Maduro haya designado Vicepresidente. No habría un cambio de
Gobierno, ni de régimen, sino de mandatario. El Presidente continuaría
siendo un militante del PSUV. Postergar la consulta para el próximo año
sería una estafa a los más de cuatro millones de electores que se
habrían movilizado para firmar exigiendo el cumplimiento del artículo 72
de la Constitución.
Trasladar la consulta para 2017 se
convertiría en un riesgo para Mesa de la Unidad Democrática y en un
peligro para el país. En ese momento la MUD no podría concurrir a la
cita electoral porque existiría una alta probabilidad de que no se
lograra el quórum reglamentario para salir de Maduro. Los ciudadanos
perderían todos los incentivos para acudir a los centros de votación. El
mayor estímulo actual consiste en sustituir al Gobierno, responsable
fundamental de la gigantesca crisis que afecta al país. Si ese
atractivo desaparece, quedando solo el de cambiar el mandatario, los
votantes no irán a depositar las papeletas. El régimen se habría anotado
un triunfo que lo atornillaría en el poder, mediante un procedimiento
que, por añadidura, sería democrático y electoral. En vez de una
gracia, se habría hecho una grotesca morisqueta. La desmoralización
pesaría como una lápida que resultaría difícil remover. Movilizar al
electorado para que concurra a las elecciones de gobernadores o de
alcaldes, se convertiría en una tarea titánica. Habrá pérdidas por donde
se le mire.
Si esa eventualidad ocurriese, el
régimen se anotaría un triunfo temporal. El problema reside en que la
crisis económica y social avanza a un ritmo arrollador. La posibilidad
de realizar el referendo revocatorio en 2016 apareció como una esperanza
para los millones de venezolanos que sufren la inflación, la escasez de
comida y medicamentos, el desabastecimiento, los cortes de luz y de
agua, la inseguridad personal y el deterioro global e incontenible de la
infraestructura. Esa expectativa de cambio redujo la carga explosiva
que portan los venezolanos, quienes cada día viven pequeños estallidos
de violencia. Diariamente se producen saqueos o intentos de saqueos en
todo el país. Camiones de víveres son asaltados por gente desesperada
porque no consigue qué comer. Avenidas, carreteras y autopistas son
trancadas por personas cansadas de ser maltratadas porque no reciben
luz, ni agua, o porque los hospitales donde se encuentran sus familiares
carecen de medicamentos, los aparatos quirúrgicos no funcionan o a los
enfermos no se les alimenta.
La velocidad de esta crisis no se
reducirá porque el gobierno no sabe cómo resolverla, ni quiere aprender
de sus errores y omisiones. Persiste en diagnósticos lunáticos. Habla de
disparates como la “guerra económica” o de conspiraciones inexistentes
de la ultraderecha en alianza con el imperialismo norteamericano.
Jerigonza con olor a naftalina, útil para mantener cohesionado al grupo
de fanáticos u oportunistas beneficiarios de los favores que el régimen
sigue otorgando, pero ineficaz para diagnosticar y corregir las
distorsiones creadas por el socialismo del siglo XXI, nefasta herencia
dejada por el Galáctico.
Maduro y sus secuaces, al obstaculizar
la posibilidad del referendo en 2016, intentan provocar una descarga de
violencia que permita declarar el estado de conmoción o de emergencia,
suspender, ahora con argumentos legales, la realización de esa cita, lo
mismo que las elecciones de gobernadores. Este es un riesgo inevitable
de correr. Lo otro, caer en la parálisis o la inercia, pensando en que
el referendo se realizará sin alta presión popular, resulta de un candor
angelical. Es preferible actuar, como ocurrió el miércoles 11 de mayo, y
que el régimen se quite la máscara al diferir o suspender la consulta, a
quedar como unos ilusos que piensan quitarle el botín a Al Capone con
la vana aspiración de que este lo entregue complacido.
En medio de este cuadro tan hostil hay
noticias alentadoras. Además de la claridad y valentía de la MUD y la
tenacidad de los venezolanos, los demócratas contamos con aliados como
el papa Francisco, el Secretario General de la OEA y Macri, entre otros
presidentes latinoamericanos. Maduro y sus secuaces tampoco la tienen
fácil.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario