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lunes, 16 de mayo de 2016

Revocatorio en Venezuela: Este año o nunca

Revocatorio en Venezuela: Este año o nunca

Por Trino Marquez
El CNE tiene que convocar el revocatorio en 2016. Para el año que viene carecería de sentido, pues en el caso improbable que el régimen perdiera, asumiría la presidencia quien Nicolás Maduro haya designado Vicepresidente. No habría un cambio de Gobierno, ni de régimen, sino de mandatario. El  Presidente continuaría siendo un militante del PSUV. Postergar la consulta para el próximo año sería una estafa a los más de cuatro millones de electores que se habrían movilizado para firmar exigiendo el cumplimiento del artículo 72 de la Constitución.


Trasladar la consulta para 2017 se convertiría en un riesgo para Mesa de la Unidad Democrática y en un peligro para el país. En ese momento la MUD no podría concurrir a la cita electoral porque existiría una alta probabilidad de que no se lograra el quórum reglamentario para salir de Maduro. Los ciudadanos perderían todos los incentivos para acudir a los centros de votación. El mayor estímulo actual consiste en sustituir al Gobierno, responsable fundamental de la gigantesca crisis que afecta al país. Si ese atractivo  desaparece, quedando solo el de cambiar el mandatario, los votantes no irán a depositar las papeletas. El régimen se habría anotado un triunfo que lo atornillaría en el poder, mediante un procedimiento que, por añadidura, sería democrático y electoral.  En vez de una gracia, se habría hecho una grotesca morisqueta. La desmoralización pesaría como una lápida que resultaría difícil remover. Movilizar al electorado para que concurra a las elecciones de gobernadores o de alcaldes, se convertiría en una tarea titánica. Habrá pérdidas por donde se le mire.
Si esa eventualidad ocurriese, el régimen se anotaría un triunfo temporal. El problema reside en que la crisis económica y social avanza a un ritmo arrollador. La posibilidad de realizar el referendo revocatorio en 2016 apareció como una esperanza para los millones de venezolanos que sufren la inflación, la escasez de comida y medicamentos, el desabastecimiento, los cortes de luz y de agua, la inseguridad personal y el deterioro global e incontenible de la infraestructura. Esa expectativa de cambio redujo la carga explosiva que portan los venezolanos, quienes cada día viven pequeños estallidos de violencia. Diariamente se producen saqueos o intentos de saqueos en todo el país. Camiones de víveres son asaltados por gente desesperada porque no consigue qué comer. Avenidas, carreteras y autopistas son trancadas por personas cansadas de ser maltratadas porque no reciben luz, ni agua, o porque los hospitales donde se encuentran sus familiares carecen de medicamentos, los aparatos quirúrgicos no funcionan o a los enfermos no se les alimenta.
La velocidad de esta crisis no se reducirá porque el gobierno no sabe cómo resolverla, ni quiere aprender de sus errores y omisiones. Persiste en diagnósticos lunáticos. Habla de disparates como la “guerra económica” o de conspiraciones inexistentes de la ultraderecha en alianza con el imperialismo norteamericano. Jerigonza con olor a naftalina, útil para mantener cohesionado al grupo de fanáticos u oportunistas beneficiarios de los favores que el régimen sigue otorgando, pero ineficaz para diagnosticar y corregir las distorsiones creadas por el socialismo del siglo XXI, nefasta herencia dejada por el Galáctico.
Maduro y sus secuaces, al obstaculizar la posibilidad del referendo en 2016, intentan provocar una descarga de violencia que permita declarar el estado de conmoción o de emergencia, suspender, ahora con argumentos legales, la realización de esa cita, lo mismo que las elecciones de gobernadores. Este es un riesgo inevitable de correr. Lo otro, caer en la parálisis o la inercia, pensando en que el referendo se realizará sin alta presión popular, resulta de un candor angelical. Es preferible actuar, como ocurrió el miércoles 11 de mayo, y que el régimen se quite la máscara al diferir o suspender la consulta, a quedar como unos ilusos que piensan quitarle el botín a Al Capone con la vana aspiración de que este lo entregue complacido.
En medio de este cuadro tan hostil hay noticias alentadoras. Además de la claridad y valentía de la MUD y la tenacidad de los venezolanos, los demócratas contamos con aliados como el papa Francisco, el Secretario General de la OEA y Macri, entre otros presidentes latinoamericanos. Maduro y sus secuaces tampoco la tienen fácil.

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