He escrito recientemente acerca de que el Estado debe ser abolido. De entre las respuestas al artículo la mayoría fueron objeciones a la posibilidad de vivir sin el Estado. La mayoría de ellas similares entre sí: La violencia regirá la sociedad; las grandes empresas se volverán contra la pobre población, los Estados extranjeros invadirán los territorios libres; los vecinos opulentos saquearán a los indefensos y débiles; etc. Los libros a los que me referí en el artículo anterior responden a estas objeciones, pero ya que la mayor parte de nosotros (yo mismo incluido) no podrían comprar un libro en línea – y luego estar seguro leerlo – cada vez que navegamos por la red, plasmaré dichas objeciones aquí sucintamente, y daré links a los artículos de Internet en la medida de lo posible.
La tónica de estas objeciones hace aun más valiosa la refutación, como también lo hace el hecho de que de que parezca contraintuitiva la afirmación de que desmantelar el Estado traería más paz, seguridad y abundancia- tal como lo parece también que la forma de reducir la violencia por armas es permitir la libre tenencia de ellas.
Policía
Sin Estado, usted todavía debe vérselas con criminales locales. Muchos son los que piensan que es necesario un Estado para esta labor, y que incluso sin él la nación sería una selva violenta.
Mary Ruwart, en su libro, documenta con ejemplos de departamentos de policía privada en los USA. Estas agencias cargan sus honorarios de suscripción y proporcionan servicios de patrulla. En cualquier caso, la policía privada cuesta considerablemente menos que la estatal, produciendo reducciones significativas en los crímenes, debido a, entre otras cosas, patrullar más a menudo y comprobar las puertas y ventanas de las casas cuando sus propietarios se encuentran fuera. En otras palabras, los policías privados trabajan todo el día en vez de andar azuzando e intimidando conductores inocentes, tomando unos donuts en el bar o poniendo radares de velocidad. Ruwart relata que las administraciones locales han cerrado violentamente las agencias privadas y las han sustituido por policía estatal. Después de ello, el crimen y el coste han aumentado dramáticamente.
Hay agencias de seguridad privadas que proporcionan a lo largo de toda la nación seguridad a comunidades y ciudades, y son económicas y eficaces. ¿Por qué alguien abriría una empresa privada de seguridad? Por lo mismo que usted abriría una una consulta de dentista o una consultoría matrimonial: para dar un servicio valorado obteniendo un beneficio. Abolir la policía pública produciría empresarios que competirían con otros para hacer el mejor trabajo al coste más bajo logrando beneficios. De hecho ya tenemos a estos empresarios allá donde el Estado lo permite, y ellos han surgido porque la policía estatal es ineficaz mientras que los residentes están dispuestos a pagar por un buen servicio, tal como pagamos por la televisión por cable. Y lo más importante, una agencia privada de seguridad que dañase a los individuos y destruyese sus propiedades sería apeada del mercado por los consumidores, y los responsables de tales agravios serían demandados y encarcelados. En otras palabras, la agencia privada estaría contractualmente obligada a satisfacer a sus clientes. El mercado provee de incentivos a los negocios para que satisfagan lo mejor posible a sus clientes (la sociedad), y esto es aplicable a cada bien o servicio –carreteras, medicina, fontanería, ropa interior. Tal presión no puede ser aplicada a la policía del Estado.
Militares
¿En cuanto a los Estados foráneos que observan una próspera sociedad anarco-capitalista y deciden invadirla? ¿No necesitamos un ejército, pagado con impuestos, para defendernos de los agresores? Hans-Hermann Hoppe ha discutido esta cuestión minuciosamente: Ya, las empresas grandes de seguros poseen recursos financieros, el incentivo y las habilidades generales del negocio de asegurar (prever) la defensa nacional. Como clientes tendríamos la opción de pagar un poco más en el seguro del hogar y poder interponer una demanda en el caso de propiedad usurpada o daños personales resultantes de una invasión. Es bueno para las aseguradoras ofrecer servicios de defensa militar. Estas agencias pueden ser demandadas o apeadas fuera del negocio si proporcionan un mal servicio no manteniendo sus promesas o haciendo daño a la gente inocente al intentar cumplirlas.
Esto mejora: la profusa experiencia histórica muestra que los militares privados tienen incentivo para matar a menos enemigos y destruir la menor propiedad privada posible, quedando aun el incentivo para derrocar al enemigo. Todo esto está narrado y explicado detalladamente en el nuevo libro de Hoppe, El Mito de la Defensa Nacional, que habla de la defensa estatal, por supuesto, pero no se para ahí; hay numerosos ejemplos históricos de la superioridad de la defensa privada. Es más, las aseguradoras no tendrían nunca incentivos para iniciar una guerra -los aseguradores tendrían que pagar para ello de reservas, o aumentar los precios del cliente (mientras los clientes pueden cambiar de aseguradores); además los aseguradores tendrían que pagar la restitución y penas a cada víctima del daño colateral. Notablemente, si bien las aseguradoras actualmente ya son capaces de desarrollar un poder regional defensivo, la historia ha demostrado que tendrían una menor necesidad de preocupación por la invasión si muchos de nosotros estuvieramos armados en ausencia de las leyes y armas del Estado. (Probablemente las aseguradoras ofrecerían recompensas a los propietarios de armas por fomentar su uso.)
Una nota al margen: Como el pirado de Ross Peror sugirió al sobreactuar personalmente el ejército americano en Iran, los aseguradores ni siquiera tendrían que mantener sus propias fuerzas de defensa. Se desarrollaría un mercado de defensa de diferentes tipos y especialidades. Y, como en el caso de las agencias de protección en la actualidad (como el un 99,1% de las veces en las que un individuo respetuoso con la ley utiliza un arma para evitar un crimen), la empresas privadas de defensa raras veces tendrían que disparar.
Las grandes empresas
Sobre el abuso de los fuertes económicamente sobre los que no lo son, de nuevo la historia es nuestra guía. Como bien comenta Mary Ruwart, un connotado ejemplo es el de Petróleo Estándar [Standard Oil], habiendo sido considerado por muchos un monopolio más férreo que Microsoft. Petróleo Estándar llegó a ser un cuasi-monopolio bajando los precios –de 58 centavos el galón a ocho, por lo que pudo vender queroseno a los consumidores. Muy pronto, las demás petroleras mundiales se hicieron eco de la eficacia de Petróleo Estándar. Después Rockefeller recurrió a tácticas poco limpias para lograr el poder monopólico en Estados Unidos (el cual nunca tuvo, incluso en sus cimas Estándar tuvo competidores en constante reducción de costes y precios, sin embargo estuvieron normalmente siempre un paso por detrás). El único esfuerzo que tuvo algún efecto fue su activismo en lograr promulgación de leyes que contraerían la competencia. Por ahora la proporción de Microsoft en el mercado de sistemas operativos ha ido decreciendo constantemente en relación con Apple, Linux y otros, y estuvo decreciendo incluso antes del ataque antitrust del Estado.
De la seguridad pública contra las ávidas grandes empresas, Ruwart nos recuerda que antes de la FDA y sus requisitos aprobados, las revistas de mujeres rutinariamente lanzaban artículos comentando los efectos secundarios de las drogas en los mercados. Muchas agencias privadas de consumidores interesados existen actualmente, incluso el Estado está haciendo trabajo por nosotros. Puede suscribirse al Consumer Reports para informarse sobre la seguridad y fiabilidad de los productos. Los empresarios siempre surgen para tomar constancia de las necesidades sociales, y lo hacen siempre más rápido, más eficazmente y a un menor coste que el Estado. Los empresarios no disfrutan de la inmunidad soberana como los Estados, por eso son requeridos siempre por los clientes para que cumplan sus promesas, y los únicos que pueden optar por otro servicio son aquellos que van a ellos libremente, ofreciendo dinero.
Sin las licencias estatales, restricciones al comercio, regulaciones impuestas por el gobierno central y otros diques a los empresarios, habría más empresas para ofrecer servicios, no menos; y cualquier innovador que se acerque al monopolio disfrutaría de ganancias que atraerían la competencia. De esta manera, cualquier compañía que se acerque al poder y ganancias monopolistas en un mercado libre sembraría su propia caída. Ninguna empresa puede lograr el poder monopólico a menos que todo el mundo desee el producto de esa firma al precio ofrecido por ella. Ninguna potente corporación estará libre del constante y persistente control de los clientes y demás agencias.
Justicia
Seguiría habiendo crimen en una sociedad sin Estado, pero sería menos frecuente sin leyes de armas, como John Lott ha mostrado reuniendo datos de los últimos 100 años de USA. Habida cuenta de que siempre existe gente mala, necesitamos un sistema de tribunales. Bruce Benson (lee algunos textos en su web, y pulsa este link para comenzar uno de sus libros) ha escrito ostensiblemente sobre el tema de la justicia privada, mostrando ejemplos de la praxis actual para demostrar no solamente que estos sistemas son más baratos, más eficaces y de mayor disponibilidad que los que ofrece la justicia estatal, sino que también los incentivos para cometer crímenes decrecen con la policía y tribunales privados. Además, la reincidencia y violencia entre presidiarios se reduce bajo el sistema privado de prisiones. Los sistemas de prisiones privadas producen beneficios, la restitución a la víctima, y pueden producir ingresos, a veces sustanciales, para los convictos, sin el requerimiento de los impuestos. Nada de esto debería sorprender: Alguien cuyo porvenir depende de la satisfacción de sus clientes tiene un fuerte incentivo para hacer las cosas bien. Los empleos estatales obturan este incentivo. Los tribunales privados deberán, con el tiempo, impresionar a sus clientes –ganadores y perdedores- con su juego limpio y ecuanimidad.
Y como todo en una sociedad anarcocapitalista es voluntario, el criminal estaría posibilitado para elegir entre varias prisiones privadas (eligiendo la que mejor salubridad o condiciones de vida tenga, o aquella en la que pueda lograr sus máximos ingresos demostrando sus habilidades, de ese modo acortando su encarcelación) o simplemente ignorar la decisión del tribunal. ¿Qué ocurriría con un criminal que rehúse entrar en prisión o restituir el bien dañado a la víctima? Como Benson demuestra, históricamente aquellos criminales que han ignorado sus penas, han sido considerados por la sociedad como “fuera de la ley”. El seguro de la víctima debería confiscar coactivamente parte o toda la propiedad del criminal para pagar los costes del tribunal y la restitución de la víctima.
Las aseguradoras no harían esto a la ligera, dada la existencia de tribunales de apelación y a que las aseguradoras que confiscasen coercitivamente la propiedad del agresor, tendrían que responder por sus errores en el caso de que existan. Las siempre vigilantes agencias de consumidores, semejantes a las que ahora tenemos, publicarían los errores de las aseguradoras. En Estados Unidos, hoy en día mucha gente que tiene propiedades confiscadas por el Estado y que son después encontrados inocentes esperan años a la devolución de sus propiedades, frecuentemente dañadas; y a veces el Estado hasta les cobra el almacenamiento. Por el contrario, una aseguradora, tendría que hacer la completa restitución por el error, y pagaría con compensación o incluso castigo punitivo. Cuando alguna compañía de ese tipo enfrente presiones coercitivas de parte del cliente, podrán estar seguros que aquella presión será igualada por presiones del mercado para no usar la coacción. Las aseguradoras a diferencia de los partidos políticos tenderán a colaborar entre ellas fuera de los juzgados, primeramente. En una sociedad libre los negocios simplemente no tienen incentivos para recurrir a la agresión.
La suposición de que la gente es fundamentalmente buena
Las restantes son las objeciones a libertad de la “naturaleza humana” en aras del Estado. Una protesta común es que un mercado completamente libre requiere que la gente sea fundamentalmente buena. Esto no es correcto; por el contrario, lo que hace funcionar a un mercado es que los individuos actúan en propio interés. En todos los campos del esfuerzo fuera del Estado, los empresarios deben atraer y captar a sus clientes. Esto pueden hacerlo únicamente complaciéndoles, induciéndoles de que les compren siendo los consumidores totalmente libres para hacerlo a cualquiera. Los seres humanos ya están interesados, y quieren ser satisfechos. Por lo tanto, el mercado es un centinela 24 horas al día los 7 días de la semana con 280 pares de ojos y oídos. Cada uno de esos 280 millones de consumidores obtienen menos ingresos de los que quisieran y por consiguiente actuarán comprando de manera discriminatoria. Esto se aplica a los clientes de las agencias privadas de policía y aseguradoras que ofrecen cobertura ante los desastres naturales, invasiones extranjeras etc., justamente como ocurre con el cliente de zapatos. Todos se ven demandando productos y servicios a precios razonables –usted hace esto a diario- y todos tienen un más asequible y mejor recurso contra fraudes y poco éticas manufacturas cuando la justicia privada funciona.
Establecer todos estos sistemas privados es fácil: Los empresarios realizan todo el arriesgado y dificultoso desarrollo del negocio para usted, mientras se preocupa de vivir tomando las decisiones por el camino que consideres más adecuado. Así es como hace la crítica y decide qué firmas, empresas o soluciones son apeadas del mercado y cuales continúan en él.
Utopía
Entonces, ¿es el anarcocapitalismo utópico? Evidentemente no; mucho de lo atractivo de la ausencia de coerción estatal es como el mercado trata los conflictos que cualquier adulto reconoce como inevitables. El anarcocapitalismo es en este sentido igual que cualquier otro sistema político. Los sistemas políticos están dispuestos a tratar y solucionar los problemas. Bajo un mercado completamente libre, tiene 280 millones de mentes americanas trabajando para solventar los conflictos, votando voluntariamente con sus dólares por la mejor solución para cada uno de ellos bajo sus propias circunstancias. Bajo un Estado coercitivo, usted tiene un diminuto porcentaje intentando tratar los problemas para todos, y sin embargo todos son obligados a aceptar las soluciones del Estado a punta de pistola.
Muchos lectores habituales de LewRockwell.com conocen más acerca de mi obra; espero que los nuevos lectores de la teoría libertaria y los de otros ambientes que lean esté artículo busquen en los links arriba indicados y encuentren que hay una montaña de principios, aunando la historia pasada con la presente, que nos dicen que podemos hacer todo lo que hace el Estado, y mejor. Los individuos actuando libremente en sus propios intereses siguen demostrando esto, y lo hacen no gracias a la benevolencia del Estado, sino a pesar de él.
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