Víctor Pavón explica que hay dos
oportunidades provistas por el escándalo de los Panamá Papers: continuar
con los ataques agresivos a los paraísos fiscales o reformar los
sistemas tributarios para que estos son más fáciles de cumplir, menos
costosos y su recaudación mejor utilizada.
Tener dinero en el extranjero es absolutamente legal. Es, además, un derecho humano
fundamental que cada quien elija dónde destinar sus ingresos, mientras
por supuesto dichos ingresos no provengan de actividades ilícitas.
Con lo ocurrido recientemente con el llamado Panamá Papers, sin embargo, las denominadas empresas offshore que no son más que sociedades que buscan mantener la privacidad de ciertas personas que por diversos motivos prefieren colocar su dinero lo más libre posible de la cada vez más fuerte influencia tributaria. Se está dando a entender que dichas firmas son para la evasión y el crimen y los lugares donde se destinan el dinero —los paraísos fiscales— son lo más detestable, ruin y criminal que se pueda dar.
Nada más lejos de la verdad. Las empresas offshore por supuesto que se alojan en los denominados paraísos fiscales, allí donde se dan mejores oportunidades de dividendos por los bajos montos en impuestos corporativos, sobre la renta y las ganancias. Esto no tiene nada criminal y tampoco ingresa en la categoría de evasión que requiera la persecución.
El hecho por el cual precisamente existan los paraísos fiscales se debe a que mucha gente honesta prefiere hacerlo de ese modo para así evitar la confiscación, ser perseguidos por la inestabilidad política y la represión que representan muchos gobiernos los sistemas tributarios.
Es cierto que en varios lugares existen operaciones ilegales resultado del robo que también han generado riquezas mal habidas, pero no todas son de esta categoría. La manifiesta manipulación existente en el escándalo de los Papeles de Panamá es una violación a un derecho fundamental como lo es a la privacidad de aquellos ciudadanos honestos que desde ahora son tratados como criminales porque sencillamente prefieren los paraísos fiscales antes que los infiernos fiscales que sus propios gobernantes han creado.
Los paraísos fiscales surgieron precisamente por eso. Los gobiernos del mundo han venido promoviendo tasas de fiscalidad cada vez más altas en detrimento no solo del ahorro y la inversión sino de la misma libertad de la gente que cada vez menos pueden disponer de lo que es suyo.
Los llamados Papeles de Panamá podrían proveer una oportunidad para dos cuestiones muy diferentes. La primera consiste en seguir con los agresivos ataques a los paraísos fiscales dejando de lado el problema más grave representado por los infiernos fiscales que padecen los países, democráticos o no.
La segunda cuestión consiste en acertar en el blanco del problema e iniciar el debate acerca de genuinas políticas de mejoramiento de la calidad de vida mediante sistemas impositivos fáciles de cumplir, accesibles por su costo, con destinos de los recursos impositivos para una mejor administración de justicia y más garantías para la vida, la libertad y la propiedad de las personas. Los gobernantes deben tomar nota de los paraísos fiscales y en lugar de perseguirlos hacer bien sus labores para no tener que caer en infiernos fiscales que perjudican a todos.
Con lo ocurrido recientemente con el llamado Panamá Papers, sin embargo, las denominadas empresas offshore que no son más que sociedades que buscan mantener la privacidad de ciertas personas que por diversos motivos prefieren colocar su dinero lo más libre posible de la cada vez más fuerte influencia tributaria. Se está dando a entender que dichas firmas son para la evasión y el crimen y los lugares donde se destinan el dinero —los paraísos fiscales— son lo más detestable, ruin y criminal que se pueda dar.
Nada más lejos de la verdad. Las empresas offshore por supuesto que se alojan en los denominados paraísos fiscales, allí donde se dan mejores oportunidades de dividendos por los bajos montos en impuestos corporativos, sobre la renta y las ganancias. Esto no tiene nada criminal y tampoco ingresa en la categoría de evasión que requiera la persecución.
El hecho por el cual precisamente existan los paraísos fiscales se debe a que mucha gente honesta prefiere hacerlo de ese modo para así evitar la confiscación, ser perseguidos por la inestabilidad política y la represión que representan muchos gobiernos los sistemas tributarios.
Es cierto que en varios lugares existen operaciones ilegales resultado del robo que también han generado riquezas mal habidas, pero no todas son de esta categoría. La manifiesta manipulación existente en el escándalo de los Papeles de Panamá es una violación a un derecho fundamental como lo es a la privacidad de aquellos ciudadanos honestos que desde ahora son tratados como criminales porque sencillamente prefieren los paraísos fiscales antes que los infiernos fiscales que sus propios gobernantes han creado.
Los paraísos fiscales surgieron precisamente por eso. Los gobiernos del mundo han venido promoviendo tasas de fiscalidad cada vez más altas en detrimento no solo del ahorro y la inversión sino de la misma libertad de la gente que cada vez menos pueden disponer de lo que es suyo.
Los llamados Papeles de Panamá podrían proveer una oportunidad para dos cuestiones muy diferentes. La primera consiste en seguir con los agresivos ataques a los paraísos fiscales dejando de lado el problema más grave representado por los infiernos fiscales que padecen los países, democráticos o no.
La segunda cuestión consiste en acertar en el blanco del problema e iniciar el debate acerca de genuinas políticas de mejoramiento de la calidad de vida mediante sistemas impositivos fáciles de cumplir, accesibles por su costo, con destinos de los recursos impositivos para una mejor administración de justicia y más garantías para la vida, la libertad y la propiedad de las personas. Los gobernantes deben tomar nota de los paraísos fiscales y en lugar de perseguirlos hacer bien sus labores para no tener que caer en infiernos fiscales que perjudican a todos.
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