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sábado, 14 de mayo de 2016

La teoría marxista de explotación

Juan Ramón Rallo refuta la teoría marxista de la explotación.

Juan Ramón Rallo es Director del Instituto Juan de Mariana (España) y columnista de ElCato.org. Juan Ramón obtuvo el tercer lugar en nuestro primer concurso de ensayos, Voces de Libertad 2008.
De acuerdo con Marx, el valor de una mercancía es igual al capital adelantado para generar beneficio: Va = d + v + s, donde d es la depreciación del capital constante, v es el capital variable y s es la plusvalía. En cambio, el precio de producción de una mercancía es Pr = d + v + (c + v)*p, donde p es la tasa media de beneficios del conjunto de la economía y c es la totalidad del capital constante. Claramente, pues, sólo cuando la plusvalía sea igual a 0 (s = 0) y, por tanto, la tasa general de beneficios también sea igual al 0% (no olvidemos que la tasa general de beneficios es la plusvalía agregada dividida por el capital constante y variable agregado que han sido adelantados en el proceso de producción), el valor de una mercancía será igual a su precio de producción (Va = Pr = d + v).



O dicho de otro modo, cuando el capitalista no explota al trabajador (por ejemplo, porque estos se organizan en cooperativas y son los dueños de los medios de producción), las mercancías se intercambian según sus valores (según el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirlas).
Comparemos ahora los dos siguientes procesos productivos. El primero, adelanta 100 um de capital (constante+variable) durante un año y fabrica bienes con un valor de 100 um; el segundo, adelanta 420 unidades monetarias de capital pero sólo fabrica anualmente bienes con un valor de 100 um (pues la depreciación del capital fijo adelantado sólo es de 80 sobre 400).
         c       v      d      VA=Pr
I       80     20     80      100
II     400    20     80      100
De acuerdo con Marx, por tanto, ambos productos deberían intercambiarse cada año en pie de igualdad (dado que el valor de ambos es de 100). De hecho, al cabo de cinco años, es verdad que ambos habrán fabricado bienes por valor de 500 (el proceso I deberá reinvertir cada año en renovar su capital circulante 80 um de las 100 um que ha obtenido vendiendo el producto). Sin embargo, ¿de verdad cabe esperar que los bienes fabricados en el proceso productivo II se vendan al mismo precio que los bienes fabricados a través del proceso productivo I? No.
A igualdad de condiciones, toda cooperativa de trabajadores preferirá emprender el proceso productivo I antes que el II, y lo preferirá esencialmente por dos motivos. El primero es que, para iniciar el proceso productivo II, se necesita adelantar mucho más capital (400 um frente a 80 del proceso I), lo que implica que se requiere mucho más ahorro inicial (esto es, una mayor renuncia al consumo presente). El segundo es que el proceso II necesita de mucho más tiempo para recuperar todo el capital inicialmente inmovilizado (el proceso I recupera el 100% del capital invertido cada año; el proceso II sólo recupera un 20%), de modo que normalmente asumirá muchos más riesgos: las circunstancias (preferencias, condiciones productivas, aparición de competidores…) que pueden cambiar a cinco años vista son mayores que las circunstancias que pueden cambiar a un año vista, de modo que es mucho más probable que no puedas recuperar esa inversión inicial.
Por ello, si todos los trabajadores prefieren producir mercancías a través del proceso I que a través del proceso II, habrá un exceso de oferta de mercancías tipo I y un defecto de oferta de mercancías tipo II: es decir, las mercancías tipo II se encarecerán relativamente frente a las mercancías tipo I. Y ese encarecimiento no será transitorio (fruto de un exceso o defecto relativo de oferta), sino estructural: los bienes tipo II necesitan ser más caros para que alguna cooperativa de trabajadores esté interesada en producirlos asumiendo más riesgos y soportando un mayor ahorro inicial que en el caso de los bienes tipo I.
Por ejemplo, supongamos que los bienes tipo II necesitan venderse por un precio de 105 para que alguna cooperativa de trabajadores se lance a producirlos. A su vez, otros trabajadores pueden estar interesados en pagar ese sobreprecio por los bienes tipo II para así evitarse producirlos por sí mismos, soportando el coste vinculado a financiarlos y al riesgo de equivocarse fabricándoles. Siendo así, los bienes tipo II cotizarían con un precio de producción un 5% superior al tiempo de trabajo que llevan incorporados: o dicho de otro modo, los trabajadores tipo II podrían comprar los bienes tipo I con un descuento del 5% con respecto al trabajo que tienen incorporado (95 um de bienes tipo II comprarían aproximadamente 100 um de bienes tipo I).
Según Marx, los trabajadores de la cooperativa tipo II estarían explotando a los trabajadores de la cooperativa tipo I, dado que estarían apropiándose de una porción de su tiempo de trabajo (del 5%) sin remunerarlos por ello. Pero, ¿de verdad habría algún tipo de explotación? En absoluto, dado que, como ya hemos dicho, a los trabajadores tipo I puede interesarles pagar ese sobreprecio si es que desean adquirir bienes tipo II pero no desean soportar las adversidades vinculadas al ahorro necesario para financiarlos y al riesgo de inmovilizar capital durante prolongados períodos de tiempo. O expresado de otra forma: los trabajadores tipo I les pagan a los trabajadores tipo II para que sean ellos quienes asuman esas incomodidades. Ambas partes, pues, salen ganando.
Nótese que obligar a una cooperativa de trabajadores a que fabricara bienes tipo II y a que los vendiera a 100 no solventaría el problema: en tal caso, estaríamos obligando a esos trabajadores a que soportara unos costes y unas molestias mayores que las de aquellos trabajadores que fabrican bienes tipo I y no les estaríamos pagando nada por esos mayores costes (de hecho, podría decirse que los trabajadores tipo I se aprovechan de que sean los trabajadores II quienes soporten en solitario esos costes: esto es, que los están explotando).
Pues bien, que los bienes fabricados por el proceso productivo tipo I se intercambien a un descuento con respecto a los bienes fabricados por el proceso productivo tipo II sólo es una expresión de la existencia del interés. El interés no es más que la diferencia valorativa, debida al tiempo y al riesgo, entre el producto final y los factores productivos necesarios para fabricarlo. Como decimos, cobrar interés por soportar el coste del tiempo y del riesgo en la producción de un bien que otras personas valoran y demandan tiene todo el sentido del mundo: los trabajadores tipo II no explotan a los trabajadores tipo I por cobrarles un interés al ser ellos quienes soportar esos costes de tiempo y de riesgo.
Y si el cobro de interés por parte de unos trabajadores a otros no implica explotación, que el capitalista les cobre interés a sus trabajadores tampoco implicará explotación: el capitalista es justo la persona que soporta patrimonialmente los costes del tiempo y del riesgo vinculados a iniciar un proceso productivo. La famosa plusvalía de Marx, que supuestamente mide la explotación del capitalista al trabajador, no es más que el interés. Y el interés, repetimos, no implica explotación alguna. Toda la teoría marxista sobre la explotación capitalista se desmorona justo en este punto

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