La
única táctica válida -y coherente con los principios libertarios- para
llegar a una sociedad anarquista de propiedad privada es la
Contra-Economía. Plantear cualquier otra estrategia que no sea
la Contra-Economía es contradictorio con nuestros planteamientos
libertarios. Y vamos a demostrar por qué.
La Contra-Economía es una estrategia libertaria basada en la creación
de empresas que compitan contra cualquier monopolio estatal, basándose
en los mercados negros y grises. Es el estudio o la práctica pacífica de
todas las acciones humanas que estén prohibidas por el Estado, como
describió acertadamente Samuel Konkin.
Se trata de crear empresas debajo del aparato estatal en un libre
mercado real hasta que, al final, le ganen cuota de mercado al propio
Estado.Hay quien propone llegar al anarcocapitalismo mediante democracia -votando por un supuesto partido “libertario”- y privatizaciones graduales de todas las empresas públicas estatales. Esto, en sí mismo, es contradictorio; y ser contradictorios con nuestros ideales nos hace ser débiles. Nuestra teoría, el anarquismo de propiedad privada, es absoluta, cierta y debería ser coherente. Si explicamos nuestra teoría y mostramos contradicciones, estamos mostrando flaqueza intelectual y nuestra teoría pierde fuerza. Si explicamos al mundo nuestra visión, pero presenta serias incoherencias internas, hacemos que la teoría deje de ser cierta y absoluta, y se convierta en contradictoria en sí misma.
Como todos sabemos, y como hemos comentado otras veces, la democracia es un sistema ilegítimo de organización social. Dictadura de la mayoría contra las minorías. Por esto, pretender llegar a una sociedad 100% libertaria mediante democracia es, cuanto menos, incoherente con los propios ideales. Si decimos que la democracia es ilegítima, pero la utilizamos, estamos contradiciendo nuestros propios principios. Cuando votamos estamos legitimando este sistema injusto. Para ser sinceros, si votamos -sea al partido o candidato que sea-, estamos legitimando al nuevo presidente votado por la mayoría. Si aceptamos participar en este sistema (democracia), estamos dándole la razón a los que ganaron. Si se vota, luego no hay lugar para quejas ya que se acepta participar en este sistema e indica el conocimiento (y apoyo) de dichas normas; para ser consecuentes, si se vota, se debe aceptar y apoyar lo que votó la mayoría. Solo los que no votan se pueden quejar e ilegitimar al gobierno que salga de esas votaciones, puesto que ellos fueron los únicos que no aceptaron participar a ese juego absurdo. No son responsables de la votación; con lo cual, están legitimados para quejarse, ya que nunca estuvieron de acuerdo.
El libertarismo, pues, se debe imponer por propia naturaleza (empresas compitiendo con los monopolios estatales), no mediante democracia.
Pedir la privatización gradual del Estado es también inconsistente con los principios del libertarismo. La privatización provoca dos problemas graves. El primero es la corrupción política; cuando se privatiza se hace en favor a los grupos de presión del Estado (lobbies) o a los amigos de los políticos. Estaríamos dando privilegios a la hora de comprar estas empresas estatales a un cierto grupo de la sociedad (amigos de políticos), lo cual, obviamente, es totalmente ilegítimo e incoherente con el libertarismo. El segundo problema grave de las privatizaciones es la ventaja competitiva de quien adquiere estas empresas públicas. Cuando se privatiza una empresa estatal tiene cierta ventaja en el mercado en el que opera, ya que ya tiene toda la estructura montada y toda la cuota de mercado ganada. Es cierto que estos libertarios inconsistentes piden luego la liberalización del mercado, pero esto no resuelve el problema. Las nuevas empresas entrantes en dicho mercado estarían en seria desventaja respecto a la empresa privatizada.
Para que no haya privilegios absurdos a cierto grupo, deben aparecer empresas competidoras a los monopolios estatales -desde cero, sin privilegios- y ganarse el mercado mediante las leyes de mercado; no mediante privilegios. Cuando la gente contrate a estas empresas sustitutas -aunque seguramente ilegales- y tengan más cuota de mercado que los monopolios estatales, entonces estaremos cerca de la desaparición del Estado. Además, habremos llegado a este punto sin ser incoherentes con nuestros principios. Estas empresas competidoras habrán nacido según las leyes de mercado -que es lo que predicamos-, no mediante privilegios que se obtendría si privatizamos.
Así pues, las empresas estatales no se deben privatizar (por todo lo dicho anteriormente), sino que deben desaparecer.
Algunos pseudo-liberales y libertarios incoherentes con los principios piden que dediquemos esfuerzos en convencer a los no-libertarios en lugar de estar en disputa estratégica con ellos. Pero haciendo esto estamos desprestigiando la ideología y los no-libertarios pueden ver y atacar las incoherencias descritas anteriormente. Queremos una teoría absoluta, cierta y sin contradicciones; por esto también debemos luchar contra los libertarios incoherentes para que se unan al núcleo duro -y él único sin contradicción ideológica y estratégica.
No podemos, pues, pedir el voto para ningún candidato político. Dicho esto, pero, sí que podemos hacer campaña -en época de votaciones-, para mostrar nuestros principios. Es bien sabido que la gente está más receptiva a nuevas ideas en esta época, así que debemos aprovecharlo. Eso sí, el día de las votaciones no debemos votar y en la anterior campaña explicar por qué no lo hacemos. Haciendo esto no estamos siendo incoherentes, simplemente aprovechamos las situaciones externas para la causa.
Tampoco podemos pedir la privatización de ninguna empresa pública. Lo que tenemos que hacer es apoyar y legitimar las empresas clandestinas que compitan contra estos monopolios y contratarlas. También debemos dejar de penalizar el fraude fiscal y darle incentivos activamente. Sólo así conseguiremos la destrucción del Estado en coherencia con nuestros principios libertarios.
¡Anarquía!, ¡Propiedad Privada!, y ¡Contra-Economía!
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