El “ fraude fiscal ”
– ese acto supuestamente malvado, cometido por individuos o empresas
contra la administración tributaria, el acto de tratar de evadir
impuestos – es un anti-concepto usado tanto por políticos como por
intelectuales de izquierdas para impunemente castigar, con multas o
penas de cárcel, a quienes se sienten culpables por tratar de proteger
sus bienes y su propiedad.
La definición correcta de fraude
es “obtener valores materiales sin el consentimiento de su dueño, bajo
engaño o con falsas promesas”; fraude implica el uso indirecto de la
fuerza física, implica una violación de los derechos de otro.
En el caso fiscal, ¿quién está violando
los derechos de quién? Si un individuo crea riqueza, esa riqueza es suya
por derecho; pero si un ladrón – sea un atracador o un gobierno
legalizado – se la quita por la fuerza, el individuo productivo no está
violando los derechos de nadie: simplemente está defendiendo su derecho a
la vida, a su libertad y a su propiedad.
El concepto que el falso término
“fraude fiscal” destruye es el concepto válido de “defensa propia”. Un
individuo no tiene derecho a violar los derechos de otros, pero sí tiene
el derecho – y no sólo el derecho, sino también la obligación moral –
de defender sus valores.
El término “fraude fiscal” tergiversa la
realidad: ignora al agresor – al iniciador de la fuerza, al violador de
derechos – y convierte a la víctima en delincuente.
Los monstruos que construyeron el Muro
de Berlín estaban amparados por leyes aprobadas por su gobierno, leyes
que violaban los derechos de sus ciudadanos de la misma forma que las
leyes fiscales violan los derechos de los ciudadanos actuales. Quienes
buscaban la libertad, quienes intentaban escapar del infierno en el que
eran forzados a vivir, eran considerados culpables – como son los
actuales “defraudadores fiscales” – y ametrallados.
Esa es la imagen que debe venirte a la
mente cuando oigas hablar de “fraude fiscal”: la de un individuo
productivo luchando por su vida.
Aclarando lo que debería ser obvio: si
un político corrupto – o un desvergonzado hombre de negocios – trata de
evadir impuestos, ese hecho en sí continúa no siendo condenable; lo que
sería condenable es la acción anterior que le permitió obtener su dinero
por fraude o soborno.
Un anti-concepto relacionado con el de “fraude” es el de “paraíso fiscal”. Los países a los que refiere ese término – los pocos que aún existen – son países civilizados, normales,
son países relativamente libres que te permiten quedarte con la riqueza
que produces. Y, como la gente ya está empezando a darse cuenta, ese
término existe sólo como contraste: es una forma de reconocer que la
mayoría de los mortales vivimos de hecho en un infierno fiscal del que tenemos que escapar.
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“El hombre (cada hombre) es un fin en sí mismo, no un medio para los fines de otros. Debe existir por su propio esfuerzo, sin sacrificarse para otros ni sacrificar a otros a él. La búsqueda de su propio interés racional y de su propia felicidad es el mayor objetivo moral de su vida” – Ayn Rand
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Por Domingo García, presidente de Objetivismo Internacional
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