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viernes, 3 de junio de 2016

El capitalismo, no el socialismo, promovió los derechos de los homosexuales

David Boaz considera una exageración y un error atribuir el avance de los derechos de los homosexuales al socialismo, cuando es precisamente en los países con mayor libertad económica donde las personas homosexuales gozan de mayor libertad.
David Boaz es Vicepresidente Ejecutivo del Cato Institute.
A algunos historiadores les gusta decir que las ideas socialistas ayudaron a promover los derechos de los homosexuales en la era moderna. Pero están confundiendo la teoría académica con la realidad.
Jim Downs es un historiador en Connecticut College y Harvard. Es un especialista en la historia de la raza y la esclavitud que ha publicado recientemente un libro nuevo, Stand by Me: The Forgotten History of Gay Liberation, en el cual él trata de desplazar la historia homosexual reciente hacia un lugar lejano del enfoque excesivo en el sexo y el SIDA.



Downs también tiene un artículo nuevo en la revista digital Aeon, en el que escribe, “A lo largo de la década de 1970, las personas LGBT desarrollaban teorías acerca de los beneficios del socialismo en libros y panfletos y criticaban al capitalismo en la creciente cultura de periódicos y publicaciones impresas”. Luego el continúa discutiendo a “los grupos LGBT” y a los periódicos que “hicieron del socialismo materia de interés político dentro del movimiento”. De manera más significativa, él arguye que “si le quiere dar crédito a alguna corriente por la liberación de los homosexuales y por la igualdad en el matrimonio, el crédito también debe ser atribuido al socialismo”.
Hay varias cosas que están mal con esto. Primero, es una exageración. Yo viví la década de 1970, y diría que el socialismo fue una parte un tanto marginal de la comunidad homosexual o incluso del movimiento por los derechos de los homosexuales. Los activistas homosexuales definitivamente se inclinaron hacia la izquierda, pero estaban enfocados en promover los derechos homosexuales a través del Partido Demócrata.
Segundo, habían escritores liberales homosexuales en ese entonces y también en la academia, en la prensa popular, y se congregaban alrededor del Partido Libertario, señalando los beneficios de los mercados libres y los problemas con el socialismo.
Tercero, el uso del término LGBT es anacrónico. El término difícilmente fue utilizado, si es que lo fue del todo, durante la década de 1970 (Él no lo utiliza mucho en el libro).
Pero la afirmación es más que exagerada. Está equivocada. El mismo artículo de Downs provee la evidencia de esto. En medio de su artículo acerca de cómo el socialismo impulsó al movimiento de derechos de los homosexuales y condujo a la liberación de los homosexuales, él señala el trabajo del historiador John D’Emilio acerca de cómo “el capitalismo permitió que los LGBT se mudaran a las ciudades y fuesen independientes de sus familias como fuente de ingresos. Una vez que el capitalismo creó la oportunidad para que la gente viva de forma autónoma, este inadvertidamente permitió que las personas LGBT privilegiaran el deseo homosexual como el motor de sus vidas”.
A pesar de sus inclinaciones izquierdistas, D’Emilio vio al mundo más claramente que Downs. Todos los avances en derechos humanos que hemos visto en la historia estadounidense —el abolicionismo, el feminismo, los derechos civiles, los derechos de los homosexuales— se derivan de nuestras ideas fundadoras acerca la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. El énfasis en la mente individual de la Ilustración, la naturaleza individualista del capitalismo de mercado, y la demanda de derechos individuales condujeron a las personas a pensar más cuidadosamente acerca de la naturaleza del individuo y gradualmente reconocer que la dignidad de los derechos individuales deberían ser extendidos a todas las personas.
Esas tendencias intelectuales rápidamente condujeron a sentimientos feministas y abolicionistas. Tardó más tiempo que la gente se tome en serio la idea de las actividades homosexuales como una cuestión de libertad personal y de reconocer a los homosexuales como un grupo de personas con derechos. Pero los libertarios y sus antecesores liberales-clásicos llegaron allí primero. Desde Adam Smith y Jeremy Bentham hasta al Partido Libertario y el Instituto Cato (donde trabajo), los libertarios estuvieron adelante de la curva intelectual en aplicar las ideas de la libertad individual a las personas homosexuales.
El capitalismo es más que una idea, por supuesto. Es una serie de instituciones sociales, que Downs correctamente señala que sufrieron un ataque feroz por parte de los homosexuales socialistas. Pero como D’Emilio reconoció, fue el capitalismo el que de hecho permitió que los individuos vivieran de forma autónoma y florezcan. El capitalismo liberó a las personas del feudalismo y de la granja familiar. Les permitió construir sus propias vidas en una sociedad de mercado con espacio para tener vidas separadas en el ámbito personal y profesional. Les dio la libertad y prosperidad de vivir por cuenta propia.
El capitalismo condujo a la industrialización, la cual derivó en la urbanización, que a su vez ofreció la anonimidad de la ciudad para cualquiera que sufría bajo las restricciones de la familia y de la aldea, así como también la oportunidad de encontrar personas que compartían los intereses de uno.
El escritor Eric Marcus produjo un libro de entrevistas con activistas homosexuales llamado Making History. Lo que sus sujetos ilustran —incluso cuando no lo notaban ellos mismo— era que fue la libertad de abandonar su hogar y la afluencia que le permitió a las personas hacerlo lo que les hizo posible mudarse y elegir el estilo de vida que deseaban.
En 1982 el académico australiano Dennis Altman escribió:
“El verdadero cambio durante la última década ha sido un masivo movimiento político y cultural mediante el cual las mujeres y hombres homosexuales se han definido así mismos como una minoría. Este desarrollo solamente fue posible bajo el capitalismo moderno de consumidores, el cual con todas sus injusticias ha creado las condiciones para una mayor libertad y diversidad que aquellas que existen en cualquier otra sociedad conocida hasta ahora. Para aquellos de nosotros que somos socialistas, esto presenta un importante dilema político, específicamente cómo proteger esas características del capitalismo que permiten que haya diversidad individual mientras que tiramos por la borda sus desigualdades, explotación, desperdicio, y fealdad”.
Por supuesto, cualquiera que encuentra “desigualdades, explotación, desperdicio, y fealdad” en los países capitalistas probablemente no ha vivido en países socialistas. Pero como D’Emilio, Altman entendió las verdaderas bases institucionales de la vida homosexual y de la identidad homosexual modernas.
Estos efectos del capitalismo no se dieron solamente en Europa y en EE.UU. En China’s Long March to Freedom, la académica chino-estadounidense Kate Zhou escribe que cuando la vivienda era propiedad estatal y asignada por el Estado, generalmente era asignada únicamente a parejas casadas. Una vez que las viviendas fueron privatizadas, las personas solteras y las parejas homosexuales pudieron comprar o alquilar viviendas. Los mercados de propiedad más libres también han conducido a la creación de bares para homosexuales, algo que las autoridades estatales de  vivienda probablemente no hubiesen permitido.
Mire alrededor del mundo, y es claro que los países con la mayor libertad para las personas homosexuales son aquellos con un alto grado de libertad económica. Los países que realmente son socialistas se ubican al final de cada medida de libertad política, libertades civiles, libertades personales, y derechos para personas LGBT.
Por supuesto, algunos países que son llamados “socialistas”, tales como Dinamarca, Suecia, y Canadá, de hecho no son socialistas. Tienen sistemas políticos y económicos basados en la propiedad privada, los mercados libres, los valores liberales, y altos niveles de impuestos y transferencias de pagos —no precisamente libertarios pero definitivamente economías de mercado.
Eso no es lo que los activistas socialistas de la década de 1970 estaban buscando. Ellos querían el verdadero socialismo, el fin de las relaciones de mercado. Los países que han implementado dicho sistema, desde la Unión Soviética hasta Tanzania y Venezuela, han sido mucho menos exitosos en sostener tanto la prosperidad como la libertad personal que los países capitalistas.
Esos intelectuales homosexuales hablaron mucho acerca del socialismo, pero ellos vivían en países capitalistas. Y fue la realidad capitalista, no los sueños socialistas, la que liberó a las personas homosexuales.

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