miércoles, 25 de mayo de 2016

La perversa moral de hacer caridad con lo ajeno

Repartir lo ajeno, quitado en forma compulsiva, lejos de ser noble y justo, es perverso e inmoral

(Pixabay) moral
Sólo las personas que ofrecen lo propio y en forma voluntaria pueden ser llamadas generosas. (Pixabay)
Imagina este escenario. Llegás a tu casa luego de un intenso día de trabajo. Estás disfrutando de un merecido descanso y de aquellas cosas agradables que pudiste comprar gracias a tu propio esfuerzo.
Al rato escuchas un golpeteo en la puerta de entrada. Del otro lado te encuentras con un completo desconocido que dice ser tu vecino.  Antes de que puedas saludarlo, te dice que viene a llevarse lo que le corresponde. Lo mirás con cara de “no entiendo de qué me hablas”, así que te repite, esta vez con mayor lentitud, que viene a reclamar su porcentaje de tus ingresos.
En ese momento comienzas a dudar si debes llamar a la policía, hasta que él mismo te amenaza con llamarla si no procedes a entregarle lo que te está exigiendo.



En un esfuerzo por mantener la calma le preguntas qué derecho tiene él a realizar ese reclamo, a lo que responde:
“Tengo cinco hijos a los que alimentar. Mi hermana, que no tuvo mi suerte, tiene que hacer un tratamiento de fertilización asistida para quedar embarazada. Mi hermano que es científico quiere investigar la evolución del mono sudamericano y su hijo de tres años, que es mi sobrino, tiene que ir al colegio. Tenemos necesidades que satisfacer, pero no los recursos. Así que tengo algunos derechos sobre usted, no le parece?”, explica con cierto tono prepotente.
En ese momento te pellizcas para chequear que no estás alucinando, pero todo es muy real. Así que luego de salir de tu asombro, le cierras la puerta en la cara y continúas con tu vida normal.
Aquí está la cuestión de suma importancia: ¿por qué aquello que consideramos una locura viniendo de nuestro vecino desconocido, lo consideramos algo lógico y noble cuando el vecino desconocido, en vez de presentarse personalmente, manda a un intermediario llamado Gobierno?
¿Qué nos sucede que cada vez que se menciona la palabra “Gobierno” o “ley” todo se vuelve confuso y nuestro cerebro deja de funcionar? ¿Por qué esas dos palabras pueden, mágicamente, transformar toda inmoralidad e injusticia en algo completamente decente y justificado? ¿Por qué lo que no le permitiríamos normalmente a nuestro vecino se lo permitimos a quien justamente debería velar por nuestra propiedad y no arremeter contra ella?
En la realidad, la historia de arriba tiene un final muy diferente. El vecino entra en tu casa y se lleva lo que considera necesario. Antes de irse, te palmea la espalda y te dice que deberías estar orgulloso de cumplir con tu deber, a diferencia de otros delincuentes que deciden esconder sus ingresos para no colaborar.
Seamos honestos. Si el Gobierno y la Ley no estuvieran implicados, nadie dudaría en calificar la situación como un “robo” simple y llano. Pero la esencia de un acto no cambia porque el Gobierno y la Ley estén implicados. Como mucho, puede transformar la acción en legal, pero no por ello en moral.
Muchos de los argumentos que tratan de justificar el cobro de impuestos, alegan que el problema no está en su naturaleza coercitiva sino en lograr establecer un porcentaje “razonable” de impuestos a cobrar y en encontrar a un político honesto que haga una buena utilización de los mismos.
¿Qué es un porcentaje “razonable”? Nadie lo define. Lo razonable para el demócrata norteamericano, Bernie Sanders, puede diferir mucho de lo que pudo ser razonable para Thomas Jefferson. Lo que considera razonable Maduro debe también diferir de lo que considera razonable el Primer Ministro de Australia.
“Razonable” puede ser un 2% o un 99% de los ingresos, dependiendo la inclinación política del gobernante de turno y su visión de cuáles son las funciones del Estado.
Por otro lado, se dice que el cobro de impuestos está justificado en la medida que se haga una buena utilización de los mismos.  Pero nuevamente, “buena utilización” es un concepto muy amplio que requeriría que todos compartiéramos la misma escala de valores.
Con todas las necesidades insatisfechas que hay, ¿qué sería una buena utilización de los recursos? ¿Hacer una ruta en un lugar inhóspito o un nuevo hospital? ¿Mantener una línea aérea de bandera o aumentar los sueldos a los maestros? Una buena utilización según la visión de uno, puede ser una pésima utilización en la visión de otro.
Por último, está el argumento que se centra en la honestidad. Si el gobernante no es corrupto y no se roba lo recaudado, entonces el cobro de impuestos está justificado desde el punto de vista moral. Llevado al caso de nuestro ejemplo anterior: si el vecino reparte lo que se robó y no se queda nada para él, entonces su accionar está justificado.
Hemos llegado a una situación donde ya no nos preguntamos acerca de la naturaleza moral de los actos, sino simplemente acerca de su conveniencia y legalidad.  El fin ha pasado a justificar los medios y la ley ha pasado a sustituir el concepto de derecho y justicia.
La política de ser generoso con lo ajeno -que no es otra cosa que la política de violar el derecho de propiedad- ha transformado al victimario en noble y a la víctima en delincuente. Ha generado, como era de esperarse, las consecuencias lógicas de su errada moralidad: desde evasión y paraísos fiscales, hasta vagancia, falta de productividad, huelgas y violencia.
La solución es volver a limitar al Gobierno y a la ley a su función objetiva, libre del peligro del capricho, visión o carácter moral del gobernante de turno. Su función de proteger el derecho a la vida, la libertad y la propiedad de todos los individuos por igual.
Mientras siga jugando al que “parte y reparte (llevándose la mejor parte)” continuará arruinando sociedades. Y más rápido las arruinará cuanto más generoso con lo ajeno decida ser.
Por Ron Paul
Hasta finales de 1990, las personas interesadas en la economía austríaca, la historia constitucional de los EE.UU, y la filosofía libertaria, tenían pocas fuentes de información. Debían pasar horas recorriendo tiendas de libros usados, o las últimas páginas de oscuros periódicos libertarios para encontrar las grandes obras de Mises, Rothbard, Hayek, y otros gigantes de la libertad. Las colecciones de las bibliotecas y universidades locales ignoraban la política y la economía libertaria.
Hoy, sin embargo, los grandes clásicos del pensamiento, filosofía y economía libertarias están disponibles al instante para cualquier persona con acceso a Internet. Gracias a Internet, es más fácil que nunca para los activistas de la libertad el difundir noticias y otra información con respecto a los males del poder del gobierno y de los beneficios de la libertad. Por primera vez en la historia humana, los partidarios de la libertad en todo el mundo pueden compartir información a través de las fronteras de forma rápida y barata. Sin el filtro de los censuradores del gobierno; esta información incentiva a millones de personas a cuestionar los gobiernos y a promover la libertad.
Esta es la razón por la cual aquellos a favor de la libertad deben hacer todo lo posible para oponerse, y frenar, los intentos del gobierno para censurar o limitar el libre flujo de información en línea.
Uno de estos intentos lleva el nombre de “CISPA” (Cyber Intelligence Sharing and Protection Act), Ley de Protección, Intercambio y Ciber-Inteligencia. Esta ley creará una coalición monstruosa entre corporaciones y Estado para quitarle a los ciudadanos su derecho a la libertad de expresión.
CISPA permite tanto al gobierno federal como a compañías privadas revisar nuestras comunicaciones privadas en línea sin control judicial, con el pretexto de que sólo lo hacen en nombre de la “seguridad cibernética”. Pero los EE.UU. son una república, no Estado vigilante, y la ultra promocionada, a través de la propaganda, “necesidad” de seguridad no está por encima de la Constitución.
La “seguridad cibernética” es responsabilidad de las empresas que operan y hacen dinero en el ciber espacio, no de los contribuyentes. Dichas compañías deberían desarrollar soluciones basadas en el mercado para resguardar sus redes, servidores, centro de datos basados en la nube y la información de sus usuarios y clientes. El papel de la comunidad de inteligencia de los EE.UU. es proteger a los Estados Unidos de amenazas militares, no proporcionar el bienestar corporativo para el sector privado. Tal como lo hace la TSA en los aeropuertos, CISPA socializará los costos de la seguridad, y eliminará del mercado el incentivo de las firmas privadas para proteger sus propias inversiones.
Imaginen la incrustación de “agentes de seguridad” en las compañías, para servir como conducto para la información sobre sus clientes a la comunidad de inteligencia de los EE.UU. -mientras gozan de inmunidad frente a cualquier ley civil o penal existente. Imaginen a Google o Facebook reportando directamente a la Agencia de Seguridad Nacional sobre la actividad en línea de los ciudadanos estadounidenses. Imaginen los recursos del gobierno siendo desperdiciados en gran escala para “ayudar” a las empresas privadas en el mercado global. Todo esto se hará realidad bajo CISPA.
Al escribir estas líneas, la Cámara del Senado no parece estar de acuerdo sobre la versión final de CISPA. Sin embargo, el gobierno de Obama parece dispuesto a imponer disposiciones de este proyecto de ley por orden ejecutiva si el Congreso no actúa pronto.
En los últimos cinco años se ha producido una explosión en el movimiento de la libertad, alimentada en gran parte por Internet. El preservar tal libertad de expresión es esencial para que el movimiento siga su progreso. Por lo tanto, todos los que la valoran debe tener una participación en la lucha por la libertad en Internet. Debemos estar dispuestos a unirnos para luchar contra cualquier intento de aumentar el poder del gobierno a través de de la red, independientemente de las supuestas justificaciones. Tenemos que resistir a las voces tanto de la derecha política y la izquierda quienes tratan de legislar la moralidad o hacer cumplir la corrección política con la fuerza. La protección de copyright, la pornografía, el ciberterrorismo, el juego, y el “discurso de odio” no son más que excusas para hacer lo que todos los gobiernos han hecho a lo largo de la historia humana: aumentar su tamaño, alcance y poder.
Una vez que entendemos esto, entendemos el vínculo esencial entre la libertad de Internet y la libertad humana.
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Por Ron Paul
Hasta finales de 1990, las personas interesadas en la economía austríaca, la historia constitucional de los EE.UU, y la filosofía libertaria, tenían pocas fuentes de información. Debían pasar horas recorriendo tiendas de libros usados, o las últimas páginas de oscuros periódicos libertarios para encontrar las grandes obras de Mises, Rothbard, Hayek, y otros gigantes de la libertad. Las colecciones de las bibliotecas y universidades locales ignoraban la política y la economía libertaria.
Hoy, sin embargo, los grandes clásicos del pensamiento, filosofía y economía libertarias están disponibles al instante para cualquier persona con acceso a Internet. Gracias a Internet, es más fácil que nunca para los activistas de la libertad el difundir noticias y otra información con respecto a los males del poder del gobierno y de los beneficios de la libertad. Por primera vez en la historia humana, los partidarios de la libertad en todo el mundo pueden compartir información a través de las fronteras de forma rápida y barata. Sin el filtro de los censuradores del gobierno; esta información incentiva a millones de personas a cuestionar los gobiernos y a promover la libertad.
Esta es la razón por la cual aquellos a favor de la libertad deben hacer todo lo posible para oponerse, y frenar, los intentos del gobierno para censurar o limitar el libre flujo de información en línea.
Uno de estos intentos lleva el nombre de “CISPA” (Cyber Intelligence Sharing and Protection Act), Ley de Protección, Intercambio y Ciber-Inteligencia. Esta ley creará una coalición monstruosa entre corporaciones y Estado para quitarle a los ciudadanos su derecho a la libertad de expresión.
CISPA permite tanto al gobierno federal como a compañías privadas revisar nuestras comunicaciones privadas en línea sin control judicial, con el pretexto de que sólo lo hacen en nombre de la “seguridad cibernética”. Pero los EE.UU. son una república, no Estado vigilante, y la ultra promocionada, a través de la propaganda, “necesidad” de seguridad no está por encima de la Constitución.
La “seguridad cibernética” es responsabilidad de las empresas que operan y hacen dinero en el ciber espacio, no de los contribuyentes. Dichas compañías deberían desarrollar soluciones basadas en el mercado para resguardar sus redes, servidores, centro de datos basados en la nube y la información de sus usuarios y clientes. El papel de la comunidad de inteligencia de los EE.UU. es proteger a los Estados Unidos de amenazas militares, no proporcionar el bienestar corporativo para el sector privado. Tal como lo hace la TSA en los aeropuertos, CISPA socializará los costos de la seguridad, y eliminará del mercado el incentivo de las firmas privadas para proteger sus propias inversiones.
Imaginen la incrustación de “agentes de seguridad” en las compañías, para servir como conducto para la información sobre sus clientes a la comunidad de inteligencia de los EE.UU. -mientras gozan de inmunidad frente a cualquier ley civil o penal existente. Imaginen a Google o Facebook reportando directamente a la Agencia de Seguridad Nacional sobre la actividad en línea de los ciudadanos estadounidenses. Imaginen los recursos del gobierno siendo desperdiciados en gran escala para “ayudar” a las empresas privadas en el mercado global. Todo esto se hará realidad bajo CISPA.
Al escribir estas líneas, la Cámara del Senado no parece estar de acuerdo sobre la versión final de CISPA. Sin embargo, el gobierno de Obama parece dispuesto a imponer disposiciones de este proyecto de ley por orden ejecutiva si el Congreso no actúa pronto.
En los últimos cinco años se ha producido una explosión en el movimiento de la libertad, alimentada en gran parte por Internet. El preservar tal libertad de expresión es esencial para que el movimiento siga su progreso. Por lo tanto, todos los que la valoran debe tener una participación en la lucha por la libertad en Internet. Debemos estar dispuestos a unirnos para luchar contra cualquier intento de aumentar el poder del gobierno a través de de la red, independientemente de las supuestas justificaciones. Tenemos que resistir a las voces tanto de la derecha política y la izquierda quienes tratan de legislar la moralidad o hacer cumplir la corrección política con la fuerza. La protección de copyright, la pornografía, el ciberterrorismo, el juego, y el “discurso de odio” no son más que excusas para hacer lo que todos los gobiernos han hecho a lo largo de la historia humana: aumentar su tamaño, alcance y poder.
Una vez que entendemos esto, entendemos el vínculo esencial entre la libertad de Internet y la libertad humana.
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