Iván Carrino comenta la opinión que dio el Ministro de Hacienda argentino sobre la disminución de los impuestos.
En nuestra competencia, uno de los entrenadores le indicó al concursante que se liberara del peso tan pronto como le fuera posible. A los pocos segundos, el maratonista abandonó su mochila y comenzó a correr más rápido.
En la misma carrera, otro entrenador proponía una estrategia diferente. A los gritos, le decía al maratonista que sólo cuando corriera un poco más rápido, iba a permitirle sacarse de encima el peso de la mochila.
Si quedó claro el ejemplo, no hace falta pensar mucho para darse cuenta que, finalmente, el primer corredor fue quien ganó la carrera, mientras que el segundo quedó relegado, en un cómodo pero último lugar.
Puede que resulte extraño, pero nuestro Ministro de Hacienda tiene muchas similitudes con el segundo entrenador de nuestra historia. De gira por Europa para atraer inversiones, afirmó que le gustaría bajar los impuestos, pero que esto no será posible hasta que la economía “no crezca fuertemente”.
La afirmación no podría haber sido más desafortunada. Después de todo, los impuestos son como la mochila para nuestro maratonista. Representan una carga para la economía y, por tanto, son el obstáculo principal para que podamos crecer fuertemente.
Por otro lado, si para bajar impuestos fuera necesario que la economía crezca previamente, debería ser cierto lo contrario. Es decir, tendríamos que pensar en subir los impuestos cada vez que se entra en recesión, algo que no recomendaría ningún economista de ninguna escuela de pensamiento.
Ahora volviendo al tema de la relación entre los impuestos y el crecimiento, podemos observar lo que los expertos afirman sobre el tema. De acuerdo al análisis de la Tax Foundation, una ONG estadounidense dedicada a monitorear la carga impositiva de los países de la OCDE, existe una relación negativa entre la carga tributaria y el crecimiento económico. Según su último Índice de Competitividad Impositiva:
“Un sistema impositivo competitivo es aquél que limita los gravámenes sobre las empresas y las inversiones. En el mundo globalizado de hoy, el capital puede moverse con facilidad. Las empresas pueden elegir invertir en un gran número de países, buscando los mejores retornos. Eso implica que buscarán países donde las tasas impositivas sean más bajas, de manera de maximizar sus beneficios después del pago de impuestos. Si los impuestos en un país son muy elevados, la inversión se irá a otra parte, generando menor crecimiento económico.Según la ONG, los países con mejores sistemas impositivos en la OCDE son Estonia, Nueva Zelanda y Suiza. Argentina no es parte de la OCDE, pero podemos hacernos una idea de cuán pesada es la mochila tributaria si miramos el indicador de la Tasa Total de Impuestos que calcula el Banco Mundial. Según los últimos datos, el nuestro es el segundo país en el mundo que más impuestos le cobra a las empresas, llegando éstos a representar nada menos que el 137,4% de sus beneficios.
Un código impositivo competitivo y neutral promueve el crecimiento económico sostenible y la inversión. Como resultado, esto lleva a más puestos de trabajo, mejores salaries, mayor recaudación tributaria y a una mayor calidad de vida”.
Si trasladáramos este análisis al corredor de la maratón, veríamos que el nuestro es el que tiene la segunda mochila más pesada de toda la competencia. Para colmo de males, nuestro entrenador nos dice que antes de reducir ese peso, tenemos que correr más rápido. Algo claramente imposible dado el colosal lastre.
El problema es el gasto
El problema de Prat-Gay, en realidad, pasa por otro lado. No es que no quiera reducir los impuestos porque necesita que crezca la economía. Es que no puede reducir los impuestos porque el kirchnerismo le ha dejado un déficit fiscal de proporciones gigantescas y bajar la carga tributaria, en este contexto, sólo incrementaría ese agujero.
A la postre, éste es el verdadero problema de la economía argentina: el elevado nivel de gasto público, que hace imposible reducir el peso de los impuestos sobre el sector privado sin incrementar aún más el déficit. En conclusión, es el gasto lo que hay que reducir en primer lugar, para luego poder dar lugar a una menor carga tributaria.
Pero los políticos raramente toman ese camino. En definitiva, se trata de la billetera personal –fondeada por los contribuyentes– que les sirve para hacer política y cosechar la máxima cantidad de votos en las elecciones. Y nadie va en contra de sus propios intereses.
Esperemos que esto cambie. De lo contrario, seguiremos ocupando los últimos lugares en la carrera del crecimiento económico y la prosperidad de la gente.
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