“Macri tiene que ajustar su rumbo”: Roberto Cachanosky
Entrevista de Maria Marty a Roberto Cachanosky, economista, consultor económico, actual columnista del diario La Nación (Argentina) y del diario El País (Uruguay), y autor de varios libros. Fundamentalmente, un liberal de pura cepa.
Tres hechos ocurridos durante las últimas semanas dieron lugar a esta entrevista:
- Una carta de lectores publicada en La Nación, firmada por los académicos Alberto Benegas Lynch, Agustín Etchebarne, José Luis Espert, Agustín Monteverde y Roberto Cachanosky, pidiendo al gobierno argentino del presidente Mauricio Macri que baje drásticamente el gasto público.
- El anuncio del gobierno de Macri de su decisión de salir a aumentar el gasto público, pocos días después de ser publicada la carta.
- Una encuesta llevada a cabo por Roberto Cachanosky entre 3.300 personas que reveló que el 52% de los participantes consideran que el PRO (partido de Macri) es el que mejor representa las ideas de un mercado libre y un sistema republicano. Es decir, las ideas liberales.
Cachanosky está preocupado. Teme que,
una vez más, se confunda la actual política económica con medidas que no
tienen nada de corte liberal, como ocurrió en la época de Martínez de
Hoz o de Cavallo, ensuciando nuevamente un concepto que no vive en
Argentina desde hace casi ya un siglo.
MM: ¿Cómo definirías al gobierno de Macri?
RC: Claramente NO como
un gobierno liberal, o “neo liberal”, como pretenden llamarlo ahora.
Aclaro que el “neo” no quiere decir absolutamente nada. O sos liberal o
no sos liberal. Punto.
Su Ministro de Economía, Prat Gay, es
keynesiano. El Jefe de Gabinete, Marcos Peña, dijo que no aplicarían
medidas liberales. El presidente provisional del Senado, Federico
Pinedo, dijo incluso que no iban a cometer “esas locuras” neo liberales.
Se sienten más cómodos hablando con los progresistas, con el peronismo y
con el massismo. No les interesa dialogar con los liberales. Pero que
quede bien claro y que todo el mundo lo sepa. NO son liberales. Son intervencionistas. Que se hagan cargo de los resultados que obtendrán de sus políticas.
MM: ¿A qué políticas te referís?
RC: Ellos ven en el sector público un problema de gestión pero no un problema estructural. No se cuestionan si es correcto que Fútbol para Todos o Aerolíneas Argentinas
sean administradas por el Estado. Sólo se cuestionan cómo hacer para
administrarlas mejor que el kirchnerismo. No se plantean cuál es el rol
del Estado o qué estructura debe tener, sino cómo hacer para administrar
mejor esas funciones. Y pasa exactamente lo mismo con el gasto público. Acaban de anunciar que no piensan bajar el gasto público, sino sólo administrarlo eficientemente.
MM: ¿Dónde estamos parados actualmente con el gasto público?
RC: Estamos parados en
niveles récord. Nada para sentirse orgulloso, por cierto. El gasto
público representa hoy cerca del 50% del PBI, es decir el nivel de gasto
del Estado es equivalente a la mitad de nuestros ingresos. Repito: el Estado se lleva la mitad del trabajo de una persona.
¿A cambio de qué? De educación, salud y seguridad de malísima calidad.
El gasto se pierde en una gran bolsa de ineficiencia de estructuras y
en un sobredimensionamiento del sector público en términos de cantidad
de gente.
MM: ¿Dónde está el gran agujero negro?
RC: Hay cuatro grandes rubros de gasto: empleados públicos, jubilaciones y pensiones, subsidios económicos (para tener agua, gas, transportes, etc. a precios bajos) y planes sociales. En estos cuatro sectores se dio el gran aumento del gasto público durante la época kirchnerista.
Para dar algunas cifras, durante estos
12 años de kirchnerismo, los empleados públicos pasaron de ser 400.000 a
ser 780.000. También se gastaban 200.000 millones de pesos por año en
mantener artificialmente baratos los medios de transporte, gas, luz y
agua potable. Obviamente, todos los subsidios de transporte y energía
(donde estaba el grueso del gasto) los concentraron en la provincia de
Buenos Aires y Capital, donde se encuentra el 50% del padrón electoral y
de los potenciales votos. Deplorable, porque el tren que yo pagaba
barato por vivir en Buenos Aires, lo terminaba subsidiando un salteño o
un jujeño a través de sus impuestos, que nunca se subiría a ese tren.
MM: ¿Tomó alguna medida significativa el gobierno de Macri para frenar esto?
RC: En relación a los
cuatro rubros mencionados, echaron a 10.900 empleados públicos –que
representan el 1,3% del total de empleados del Estado–, y aumentaron las
tarifas de los servicios públicos. Y con eso creen que hicieron toda la
reforma.
El punto aquí es que ellos mismos no
están convencidos de la importancia de achicar el Estado. Consideran al
sector público intocable. Esto se demuestra con su política respecto a
los planes sociales. Para ellos, los planes sociales son un logro y
representan derechos adquiridos. Es decir, alguien que tiene un hijo
tiene derecho a recibir un subsidio. Pero no enfocan en que es “otro” el
que está pagando por ello. El Estado no tiene recursos propios. A
alguien se los tiene que sacar.
MM: ¿Por qué crees que no quieren tocar el sector público, si claramente las cuentas no cierran?
RC: Mi opinión personal
es que no tienen ideas claras porque no están formados
intelectualmente. Sus políticas carecen de base y creen que pueden
manejar un país sin un plan económico global y sin tener en cuenta todas
las variables y medidas a tomar en forma conjunta. Están enfocados en
temas puntuales y convocan gente para que les solucione eventualmente
cada uno, sin entender que todos los temas están relacionados. La
economía está ligada a lo institucional, a lo legal, a lo laboral, a
todas las reglas de juego. Pero no lo comprenden. Creen que pueden
arreglar las cosas con parches.
Aún así creo que Mauricio Macri está más
inspirado que el resto de su equipo, pero se las ingeniaron para
venderle humo. Le hicieron creer que no había que bajar el gasto
público. Que sólo sacando el cepo, arreglando con los holdouts y
con la confianza que eso generaría, vendrían inversiones. Con las
inversiones crecería la economía. Al crecer la economía crecería el PBI.
Al aumentar el PBI habría más actividad, recaudarían más impuestos y
cerrarían la brecha fiscal. Y listo.
MM: ¿Qué falla en esa fórmula aparentemente mágica?
RC: Muy simple: el
orden de las cosas. ¿Por qué alguien va a invertir si uno primero no
hace las reformas necesarias? El otro día Prat Gay dijo que le gustaría bajar los impuestos, pero que no puede hacerlo hasta que la economía no tenga un fuerte crecimiento.
Pero, en realidad, la economía no crecerá por la carga tributaria que
existe. Primero tenés que bajar los impuestos para reactivar la
economía, lograr que vengan inversiones y, a partir de ahí, podrás
recaudar más.
MM: ¿Cómo están financiando actualmente el gasto público?
RC: A través de
impuestos, deuda interna, deuda externa y emisión monetaria. Ninguna de
estas medidas lleva a buen puerto. Todas generan asfixia o falta de
crédito o inflación. Claramente no son la solución. Pero parece que no
quieren encarar lo que sí tienen que hacer desde hace décadas: bajar el
gasto público.
Es como si tuvieras una empresa con diez
gerentes cuando podría funcionar perfectamente con cinco, pero como te
sobra la plata, los seguís manteniendo. Aunque te sobrara la plata –y
claramente no es éste el caso– sería ridículo e ineficiente mantener
más empleados de los que necesitás. Si a eso le sumás que no es tu plata
la que estás malgastando, sino los recursos de los contribuyentes,
además de ineficiente, resulta inmoral.
MM: ¿Cuáles son las tres medidas que un liberal tomaría urgentemente frente a esta situación?
RC: 1. Hacer una
profunda reforma tributaria; 2. Bajar el gasto público, ofreciendo
planes de retiro, jubilaciones anticipadas, eliminando reparticiones
públicas; 3. Anunciar que los planes sociales serán transitorios, es
decir, por tiempo limitado. A partir de lo cual cada uno deberá mantener
a su familia con su propio trabajo.
MM: ¿Qué beneficios traería a la Argentina la implementación de un sistema liberal?
RC: Por supuesto que un sistema liberal traería beneficios económicos, pero fundamentalmente representaría una opción ética.
La pregunta de fondo que debemos hacernos es: ¿Tengo
derecho a vivir a costa del trabajo ajeno? ¿Tengo derecho a usar al
Estado para que quite a otro su dinero para dármelo a mí?
Esta es la inmoralidad que el gobierno
debería desmontar y no lo está haciendo. Y es la causa fundamental de lo
que se conoce como “la grieta” en Argentina. Cuando dividís a la sociedad y le decís a la gente “No vas a vivir del fruto de tu trabajo sino de lo que yo le robe a otro y te entregue a vos”, estás generando un enorme conflicto interno y un camino sin fin.
Esta política arruina cualquier sistema
productivo. Si tu ingreso ya no depende de ofrecer en el mercado un
producto o servicio que beneficia a la gente, sino de la llegada que
tengas a los favores del Estado, no es muy difícil deducir hacia dónde
van a ir los esfuerzos de la gente.
MM: ¿Cómo influye la legislación laboral actual en todo este contexto?
RC: La legislación
laboral actual es perversa. Protege a los que están adentro del sistema y
deja afuera al resto. Si yo hoy contrato a gente y luego mi negocio no
funciona y tengo que despedirla, prácticamente tengo que vender mi casa
para poder pagar las indemnizaciones. Cuando el riesgo de invertir y
contratar es tan grande, la gente prefiere no hacerlo. En cambio, si
reducís los costos de salida, la posibilidad de que alguien contrate
gente aumenta. Tan simple como eso. Si el gobierno pretende atraer
inversiones, debe empezar a revisar las leyes laborales.
MM: Si los
beneficios económicos generados por el liberalismo a lo largo de la
historia son tan evidentes, ¿por qué seguimos probando diferentes formas
de socialismo?
RC: Justamente. El
problema es que los liberales nos concentramos solamente en demostrar
los beneficios económicos del sistema y dejamos el tema ético y cultural
en manos de la izquierda. Grave error. Abandonamos el cine, el teatro,
la literatura, la historia, la filosofía, y nos dejamos vencer en este
terreno que tanta influencia tiene en la gente. Hoy, la mayoría de la
población piensa que el gobierno debe intervenir y vota sistemas que van
en contra de su propia libertad y propiedad. Tenemos que comenzar a
defender al liberalismo, no sólo desde el punto de vista económico, sino
también en el resto de los planos.
MM: ¿Cómo ponemos nuevamente a la Argentina entre los primeros países del mundo, como lo fue a fines del siglo XIX?
RC: La solución está en
volver a los valores de la Constitución de Alberdi de 1853, y aplicar
lo que allí se propone: disciplina y equilibrio fiscal; un gasto público
lo más bajo posible; apertura al mundo y competencia; respeto por los
derechos individuales (vida, libertad y propiedad).
Pero sobre todo, hay que entender por
qué es fundamental volver a estos valores. Por ejemplo, con respecto a
la apertura al mundo: en 1880, Argentina era una organización económica
muy abierta, que atraía inversiones e inmigrantes. En 1920, exportaba el
4% del total de las exportaciones de todo el mundo. Actualmente
exporta el 0,04%. Si hubiéramos mantenido la participación en las
exportaciones mundiales –como lograron hacerlo Canadá y Australia–, hoy
estaríamos exportando 400.000 millones de dólares en vez de los 60.000
millones que exportamos.
Mientras Canadá y Australia se abrieron
al mundo, nosotros nos cerramos. Y ahora pagamos las consecuencias.
¿Cuánta riqueza y cuántos puestos de trabajo no se crearon nunca por
exportar 340.000 millones de dólares menos de lo que podríamos estar
exportando?
MM: Por último, ¿qué rescatás de Macri?
RC: En relación a los
impresentables que nos gobernaron durante doce años, Macri es un
torrente de aire fresco. Terminó con el cepo cambiario, logró despegarse
del chavismo y el castrismo –fieles aliados de los K–, y está mirando
al mundo civilizado. Todas decisiones muy positivas.
Pero aún así tiene que ajustar
notablemente su rumbo si pretende pasar a la historia como el presidente
que puso nuevamente a la Argentina en el mapa de países prósperos, como
lo fue 100 años atrás. Y ese rumbo no apunta hacia el progresismo ni
hacia el intervencionismo. Apunta a la libertad. Ojalá se inspire.
Está a tiempo.
María Marty es licenciada en Comunicación Social, guionista y libertaria. Es la directora ejecutiva de la Fundación para la Responsabilidad Intelectual (FRI).
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