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miércoles, 18 de mayo de 2016

¿Seguirá Cuba el camino autoritario de la Europa Oriental poscomunista?

El objetivo debería ser promover movimientos reales hacia la democracia, con apoyo a largo plazo para el desarrollo de instituciones democráticas

Cuba
Cuba y Europa Oriental: para la mayoría de esos países el legado del período comunista ha transmitido una larga lista de serios problemas y retos. (Beeff)
EnglishReflexiones sobre revoluciones inacabadas, un informe del Instituto para la Democracia en Europa Oriental, refleja el estado de la democracia en esa región 25 años después de los movimientos por la libertad e independencia de 1989-1991.
El informe es valioso porque ofrece la evaluación de 22 veteranos de la lucha por la libertad que continúan jugando papeles significativos en la vida política de sus países. Están entre los valientes hombres y mujeres que vivieron mucho de sus vidas bajo gobiernos comunistas, pero que osaron “pensar en nuevas realidades”.



Su descorazonadora evaluación es que en muchos países del antiguo bloque soviético las promesas y esperanzas de los movimientos liberadores de 1989-91 permanecen inalcanzadas bajo la larga sombra del legado comunista. En algunos de esos países el sistema comunista soviético fue reemplazado por dictaduras autoritarias impuestas por ex-oficiales de la KGB y miembros del Partido Comunista.
Para la mayoría de esos países el legado del período comunista ha transmitido una larga lista de serios problemas y retos: pobreza permanente, elevado desempleo, disparidades sociales, corrupción endémica, falta de transparencia, partidos políticos endebles, débiles o inexistentes medios de prensa independientes, bajos niveles de participación ciudadana en la vida política, y más.
Evaluando las tareas pendientes de los movimientos liberadores el informe plantea preguntas tales como:
¿Por qué la libertad triunfó en algunos países y en otros no logró siquiera alcanzar un modelo básico de Gobierno democrático? ¿Por qué ha sido tan fuerte el papel de partidos no democráticos aun en países donde las elecciones fueron libres y justas? ¿Por qué es tan débil la vida cívica y la participación ciudadana en las nuevas democracias? ¿Qué oportunidades se perdieron para que avanzara la libertad?
Mientras leía este informe no pude evitar pensar que, dentro de décadas, uno muy parecido podría ser escrito sobre Cuba.
Los autores del estudio ubican mucha responsabilidad de los fracasos de lograr Gobiernos democráticos en sus propios ciudadanos; una ciudadanía no preparada para enfrentar los retos de derrotar el legado comunista y que “no actuó con firmeza suficiente para deshacerse del viejo sistema”.
El informe también señala que los países occidentales tienen una visión limitada sobre desplegar la libertad y a menudo no respaldan movimientos democráticos. En  vez de eso, los Gobiernos occidentales ofrecen poco apoyo a los principios de la libertad y se alinean con Gobiernos de naturaleza antidemocrática.
Consecuentemente, muchos partidos políticos en países post-comunistas ven al Estado, y no a la población, como “su base o sus electores”. Tales partidos devienen instrumentos de líderes autoritarios.
Cuando las sociedades fallan en lidiar  con su pasado comunista inhiben el desarrollo de genuinas instituciones democráticas.

Otros datos sobre el informe

El informe también identifica problemas adicionales. Se alega que líderes occidentales orientados hacia los negocios a menudo muestran afinidad con regímenes que adoptan reformas económicas sin reformas políticas. Los autores argumentan que tales regímenes son contradictorios en sí mismos, y que es la democracia y no la economía lo que debería ser prioritario.
Los valientes luchadores por la libertad que elaboraron este informe no son homogéneos en su orientación política. Sin embargo, señalan que cuando las instituciones democráticas occidentales indican que sus principios son relativos, ese mensaje debilita a los que luchan por la libertad en sus países. Nos urgen no mirar por encima de nuestros principios para beneficio económico, y dejar de tratar a dictadores como si fueran “modificables”. Los Kim Jong-Un, Putin o Castro no son transformables.
Los Gobiernos occidentales no deberían instigar a los activistas democráticos a trabajar dentro de sistemas dictatoriales o falsas organizaciones poscomunistas. El objetivo debería ser promover movimientos reales hacia la democracia, con apoyo a largo plazo para el desarrollo de instituciones democráticas.
Aparentemente los Gobiernos occidentales, y en particular la administración de EE.UU., no desean escuchar las voces de la oposición que vive oprimida en Cuba ni a la comunidad cubana exiliada que enarbola la libertad. Pero deberían entender la experiencia de Europa Oriental y prestar atención a sus líderes.
Fueron el coraje, principios e imaginación política de los movimientos liberadores de 1989-91 los que trajeron una de las transformaciones políticas más importantes del siglo XX. Las enseñanzas para el futuro de Cuba son múltiples y diversas

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