Nunca hubo una guerra buena ni una paz mala
Por Raul Sanz Machado
Sabias palabras, bastaron al eminente
político y escritor Benjamín Franklin para definir la realidad
existencial de la sociedad humana. Escasamente habían transcurrido 48
horas de diferencia, a fines de abril de 1945, para que sucumbieran de
manera violenta las vidas de los dos protagonistas trágicamente más
nefastos del siglo XX, Adolfo Hitler, el Führer y Benito Mussolini, Il
Duce, quienes hundieron a Europa en la más sangrienta, cruel, inhumana y
alucinante conflagración que costó la vida a más de 50 millones de
seres humanos en la segunda guerra mundial, de cuyo fin se cumplen ahora
70 años.
Mussolini creía y proclamaba la
necesidad de la violencia para el logro de cualquier transformación
social llegando al extremo de inculcar la mentalidad fascista aun en
niños escolares y fue partidario ferviente de la participación activa de
Italia en la primera guerra mundial. En 1921, fundó el Partido
Nacional Fascista con el apoyo del proletariado italiano y en octubre
del siguiente año, el vacilante Víctor Manuel III, le encargó formar
gobierno; poco tiempo después el Parlamento le otorgó plenos poderes,
lo cual constituyó la instauración oficial del fascismo. Tras crear el
Gran Consejo Fascista, Mussolini dictó una nueva ley electoral que le
aseguraba la mayoría fascista en la Cámara, lo cual le abrió camino para
prohibir todos los partidos políticos, la persecución de los opositores
y la consolidación de un régimen totalitario que lo erigió en Il
Duce,es decir, el “caudillo”, durante 20 años.
En abril de 1943 sucumbía el nefasto
régimen fascista frente al incontenible avance aliado que ocasionó la
rendición incondicional de Italia. El 25 de julio, el hasta entonces,
arrogante dictador fue destituido por el Rey Víctor Manuel y reemplazado
por el Mariscal Pietro Badoglio. Bajo fuertes medidas de seguridad,
Mussolini fue internado en la isla de Ponza, siendo sorpresivamente
rescatado, dos meses después por un comando de paracaidistas, de 90
hombres al mando del Coronel alemán Otto Skorzeny, siendo trasladado a
Munich donde fue designado por Hitler, cabeza de un gobierno títere con
sede en el norte de Italia, donde Il Duce proclamó la “República
Socialista Italiana” de Saló, en la región de Lombardía. Incapaz de
sostener el nuevo régimen ante la acometida de los guerrilleros del
Comité de Salvación Nacional, Mussolini fue recapturado y tras un breve
proceso llevado a cabo por el improvisado Tribunal Militar, fue
sentenciado a muerte junto a otros 17 procesados, siendo fusilados el 28
de abril de 1945, incluyendo a su amante Clara Petacci, quien se negó a
abandonarlo.
Apenas 48 horas más tarde, lo seguiría
en su destino final el Führer Adolfo Hitler, quien optó por el suicidio
en su bunker blindado, en el sótano de la cancillería del agonizante III
Reich, junto a su amante Eva Braun con quien se había casado días
antes. Previamente designó sucesor suyo al Almirante Karl Döenitz y
dictó su testamento político, en el, que descargó la culpa de la
conflagración mundial a“los políticos de origen judío o al servicio de
los intereses judíos”. En tono de exaltada soberbia escribió: “Muero con
el corazón alborozado al pensar en los incomparables hechos y proezas
de nuestros soldados en el frente, de nuestras mujeres en sus hogares,
de nuestros campesinos y obreros, así como en las heroicas hazañas de la
humanidad, de las juventudes que llevan mi nombre.Adolfo Hitler olvidó
mencionar a sus últimos combatientes, miles de adolescentes de 13 a 16
años. La humanidad, en cambio no olvidará sus demenciales crímenes en
los campos de concentración ni el trágico saldo que ocasionó la muerte
de 54.6 millones de almas, de los cuales la mayoría eran civiles
alemanes, soviéticos y chinos, sin olvidar el holocausto de 6 millones
de judíos.
La ceremonia de capitulación en el
frente occidental tuvo lugar el 8 de mayo de 1945, en el cuartel general
del Comandante en Jefe aliado, General Dwight Eisenhower y al siguiente
día, el plenipotenciario alemán, Mariscal Wilhelm Keitel, suscribió la
capitulación en el cuartel general soviético establecido en Karlhorst,
Tras 12 años de la férrea dictadura de Hitler, Alemania quedaba
convertida en una gigantesca y humeante ruina; el III Reich que habría
de prolongarse por 1.000 años, según predecía el Führer
Hoy a los 70 años del fin de la guerra,
ante la dramática tragedia bélica de semejante magnitud, quedan las
palabras del sabio Albert Einstein: “Desconozco cuales armas se usarán
en la tercera guerra mundial, pero en la cuarta, los hombres pelearán
con piedras y palos.”
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