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martes, 24 de mayo de 2016

Make America free again


A estas alturas puede decirse ya sin miedo a error que Donald Trump pasará, como poco, como el fenómeno de las primarias de 2016 en EEUU. La mayoría ve su candidatura como una auténtica revuelta contra el establishment republicano, pero ¿es así?
Lo cierto es que ese establishment republicano lleva décadas instigando el proteccionismo, el Gobierno expansivo (siempre que sea uno bueno conservador) y un tipo de nacionalismo belicista totalmente alejado de los principios fundacionales de la nación.



Los republicanos no han dejado de asegurar a los estadounidenses que Washington podía mejorar la economía, la salud y las pensiones y hasta el mundo entero. Y hasta cuando los republicanos han pretendido defender el libre mercado, su defensa ha sido como poco lamentable. George W. Bush llegó a afirmar durante la crisis económica que iban a salvar el mercado ¡restringiéndolo! Las consecuencias de ese consenso en la práctica entre demócratas y republicanos por un gobierno depredador son una deuda creciente, una seguridad social insostenible, interminables guerras e impuestos masivos.
La gente está, con razón, cansada de las élites. Pero difícilmente puede decirse que Trump supone alternativa real alguna. Trump dice que su mejor solución reside en saber negociar, que el problema de EEUU es que tiene líderes que no saben hacerlo. Con él, un gran líder e inteligente hombre de negocios, “América será grande nuevo”. De hecho, ni siquiera se rodea de expertos, él es el único experto necesario que se sobra y basta.
Pero el problema no está en el liderazgo en sí, sino en la noria que hace tiempo han subido a los norteamericanos de la ingeniería social y el gobierno poderoso. Una presidencia fuerte y potente es parte del problema, no de la solución. Igual que no cabe esperar sino empeoramiento de la economía de EEUU con medidas trumpianas tan graves como prometer aranceles del 45% en importaciones de China y del 35% en importaciones de Ford desde Méjico. Es, además, el único candidato republicano que cree que la Seguridad Social no debe reformarse en sentido alguno. Su discurso anti-inmigración ciertamente se describe por sí mismo. En suma, sus recetas económicas combinan peligrosamente los ingredientes de irresponsabilidad, populismo y progresismo.
Tras años advirtiendo contra el estatismo, la brutalidad policial, las guerras intromisorias y onerosas, Trump por ejemplo propone la pena de muerte por matar a un policía en su plan por reforzar la autoridad del Gobierno. En la misma línea que su campaña contra las compañías que desean preservar la privacidad de sus clientes frente al Gobierno.
Si es cierto como dice Trump que los estadounidenses no pueden ni deben confiar en los políticos, también lo es para el caso de cualquier otra persona en particular como él mismo que pretenda revestirse de poderes y capacidades políticas crecientes.
Todo eso no es obstáculo para que los demócratas compitan con Trump en liberticidio, gobernofilia y populismo. Pero muchas veces en el circo de la política, el payaso mayor es el rey.
El único modo de hacer América grande es hacerla de nuevo verdaderamente libre.

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