REFLEXIONES LIBERTARIAS
Ricardo Valenzuela
Torres
La historia de la
humanidad se podría definir como la lucha del hombre contra la represión del
estado; la lucha para definir cual debería de ser la verdadera relación entre gobierno
y ciudadanos. Desde el nacimiento de la Carta Magna desmantelando los poderes
ilimitados de los monarcas, el movimiento Reformista de Martín Lutero y la
revolución francesa, esa lucha ha sido el anhelo de todos los pueblos de la
tierra.
James Buchanan ganó el
premio Nobel de economía en 1986 con sus revolucionarias teorías del “Public
Choice”, las cuales incluyó en su libro más famoso, “The calculus of Consent”.
En sus obras, el economista daba profundas explicaciones de las estrategias del
estado para acrecentar su poder, mantenerlo, abusarlo y sus repercusiones
económicas.
Public Choice es una
teoría también conocida como “la economía de la política,” que explica y
predice el comportamiento político asumiendo que los actores de la misma, son
oportunistas y lo que buscan es promover el lograr su propio interés. Esta
visión del hombre, que ha sido muy efectiva explicando su comportamiento
económico, se ha aplicado en la política en contraste con aquellas teorías que
ven dicha actividad como la persecución del interés general de la comunidad.
La conclusión de los abanderados
del Public Choice, es que los gobiernos son mucho más grandes de lo razonable,
simplemente por la conveniencia de los políticos, burócratas y grupos de
interés especiales cómo sindicatos, empresarios estatistas, partidos políticos,
mafias etc, que forman carteles para su beneficio personal. Pasan luego a apropiarse
de activos nacionales que deberían de ser el cuadro, manejado de forma
especial, para desarrollo económico general, y los usan como si fueran de su
propiedad.
Buchanan y su socio,
Gordon Tullock, presentaron la idea de un contrato teórico de la gente con el
estado, a través del cual el estado existe para proteger los derechos
individuales y proporcionar servicios públicos a cambio de obediencia de la ley.
Ese papel del estado ha sido generalmente aceptado aun cuando no por unanimidad,
siempre y cuando cumpla con lo acordado, pero cuando el estado va más allá de lo
comprometido e inicia transferencias de recursos y riqueza, su legitimidad se
cuestiona, crece el descontento hasta provocar estallidos sociales.
Public Choice explica
por qué el estado ha crecido como resultado del comportamiento de los
políticos, burócratas y grupos especiales. Los políticos son descritos como
maximizadores de votos y lo único que les interesa es retener sus cuevas de
corrupción e impunidad. Para conseguir votos usan estrategias que van desde la
compra de los mismos, hasta la intimidación, el chantaje, y si no los
consiguen, simplemente los fabrican. Prometen a los votantes obras y beneficios,
sin importar costos, sabiendo que no van a cumplir.
Buchanan y Tullok siempre
aseguraron que los presupuestos de los gobiernos del mundo, son el doble y a
veces hasta cinco veces de lo que deberían ser en una administración honesta y eficiente.
Pero los políticos establecen como uno de sus objetivos primordiales el “tamaño,”
o construcción de su emporio. En las burocracias “tamaño” representa poder,
ingresos, mordidas, status, y la visión de su futuro se incrementa con el
tamaño de su departamento, agencia, Secretaría. Para ello, luego inventan las
“regulaciones” que utilizan para identificarse como indispensables y continuar
creciendo.
Los burócratas, cómo los
primeros elementos de esta estructura, son proveedores de sus monopólicos
servicios para los políticos. Los políticos, como segundo elemento, son los jefes
y supervisores de los burócratas representando grupos que demandan esos
servicios. Los grupos de interés especiales, son el tercer elemento—empresarios,
ONG, sindicatos, la iglesia, países extranjeros etc—y normalmente lo que buscan
es se les incluya en el reparto de dulces, ir al juego pero con cartas
marcadas.
Ambos economistas siempre
coincidieron en afirmar que México es un ejemplo clásico del Public Choice.
Desde el Pacto de Calles, la estructura política del país se desarrolló para
servir los intereses de la gavilla, nunca para servir al pueblo. La estructura
política mexicana se organizó como la Mafia, de arriba hacia abajo, para servir
a los intereses de sus miembros y no la de sus “mercados.” El estado creció de
forma ridícula por interés de los políticos, no por ideología o necesidad.
Llegó un momento en nuestro país, afirmaban, en que el estado llegó a controlar
el 80% de la economía nacional, situación ilógica, injusta, y ridícula.
Los revolucionarios de
nuevo se apostan en los altares del poder, pero, ante los resultados y
conductas de Peña Nieto, sienten sus intereses son rodeados por la bruma de la
derrota. Cuando el 2018 cada día parece más cercano, se debe esperar que, la
nueva versión de la dictadura perfecta, acudan a todos sus viejos trucos para
conservar esos intereses. Se preparan, inclusive, involucrando la ayuda de los
viejos estrategas del fraude. Y no van abandonar el poder cueste lo que cueste,
pues como afirmara el gran “demócrata”, Fidel Velázquez; “A chingazos entramos
y a chingazos nos tendrán que sacar”.
Buchanan y Tullock
siempre afirmaban que algo muy positivo para México, sería que todos esos nefastos
elementos desaparecieran. No se le puede pedir a un competidor se tire a nadar
cuando sus elementos le cuelgan una pesada ancla en el cuello. Uno de los
secretos del éxito de Japón y Alemania, es que esos grupos desaparecieron bajo
la metralla durante la Segunda Guerra Mundial cuando, ambos países enfrentaron
su casi destrucción total, quedaran tendidos sobre los humeantes escombros de
sus desgracias.
Porque estos grupos solo
dedican tiempo a la distribución—vía manoteo— y no a la producción del pastel
nacional. De esa forma, México tendría la oportunidad de empezar de cero, sin
la hemorragia de riqueza física, financiera, moral que provocan esos parásitos
sociales porque, como ya sabemos, cuando se presentan este tipo de situaciones,
las consecuencias económicas pueden ser causa de la miseria y sociedades
marchitas. Es por tal motivo que al Public Choice se le llama la “economía de
la política.”
La familia
revolucionaria está entrando en pánico ante la posibilidad de perder sus asentamientos.
Con el paso de los días y más cercano tengamos el 2018, debemos de esperar todo
tipo de acciones para negarnos la libertad de elegir. Estamos decepcionados de
la tibia oposición, lo sabemos, pero al igual que los estadounidenses, lejos de
abrazar la vieja Hermandad que representa Hillary Clinton, se están volcado
hacia Trump que, a pesar de sus defectos, ante ciudadanos hartos de lo viejo,
representa algo novedoso y diferente.
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