A
mucha gente le parece increíble que tanto Ayn Rand como los
Objetivistas actuales se opongan a ser llamados “libertarios”. “Claro
que sois libertarios, lo admitáis o no”, nos dicen; “un libertario es
alguien que cree que lo único que debe hacer el gobierno es proteger a
las personas contra la agresión, suponiendo que debiera existir el
gobierno, y Objetivismo afirma que la única función legítima del
gobierno es proteger los derechos individuales, lo cual equivale a
proteger contra la agresión; así que, por definición, todos los
Objetivistas son libertarios (aunque, por supuesto, no todos los
libertarios sean Objetivistas)”.
Para ver lo que hay de errado con esta
línea de razonamiento, supongamos que alguien te dice que él es un
“liberacionista sexual”, y te pregunta si tú también lo eres. Cuando tú
le preguntas qué significa ese término, él responde que un
liberacionista sexual es alguien que se opone a la criminalización del
sexo. “Ese término se aplica”, continúa diciendo, “a cualquier persona
que piensa que todas las relaciones sexuales, o por lo menos las
relaciones sexuales voluntarias, deben ser legales”. “¿Por lo menos las
relaciones sexuales voluntarias…?” le preguntas, lo que genera una
discusión.
Dice tu interlocutor: “Sí, hay algunos
liberacionistas sexuales que creen que todo el sexo debería ser legal,
incluyendo abusar de menores, sexo con personas que están inconscientes,
y sexo a punta de pistola con personas que no quieren hacerlo. Esos son
los liberacionistas sexuales radicales. Los liberacionistas sexuales
moderados no llegan tan lejos; son quienes están en contra de leyes
contra el sexo antes del matrimonio o contra la sodomía, pero no se
oponen a las leyes contra la violación. A pesar de esa diferencia, ambos
tipos son por definición liberacionistas sexuales, porque ambos piensan
que el sexo debería ser legal, por lo menos cuando es consentido”.
Y continúa: “Ya es hora de que los
liberacionistas sexuales miren más allá de estas diferencias partidistas
y trabajen juntos para luchar contra las leyes puritanas que aún
existen en muchos sitios. He oído que te opones a las leyes de sodomía y
similares, así que da igual lo que pienses sobre violación y la
pedofilia, obviamente eres un liberacionista sexual. ¿Te gustaría unirte
a mi organización liberacionista sexual y luchar con nosotros por un
futuro en el que todos podamos acostarnos con quien queramos sin temor a
ser procesados?”
“¡Pero hay una gran
diferencia”, protestas tú, “entre un futuro en el que soy libre de
dormir con cualquier adulto que lo consienta y un futuro en el que yo
soy “libre” de violar a la gente y otros son “libres” de violarme a mí!”
“Reconozco que existe una diferencia”,
insiste tu interlocutor, “y aunque yo personalmente me inclino más por
una forma más radical de liberacionismo sexual, a veces tengo dudas y
llego a adoptar líneas más moderadas. Pero en cualquier caso estoy
firmemente convencido de que tenemos que avanzar en dirección de la
liberación sexual y acabar en la medida de lo posible con todas esas
leyes puritanas”.
Respondes tú: “Pero
legalizar relaciones sexuales consentidas entre adultos no es en
absoluto un movimiento que vaya “en la misma dirección” que legalizar
violaciones”. El primero es un movimiento hacia la libertad sexual, es
algo que le da al individuo un mayor control sobre su propia vida
sexual; el segundo es un movimiento que nos aleja de la libertad sexual,
pues sería permitirles a otros tener sexo con un individuo contra su
voluntad”.
Y él: “Ese es uno de los argumentos que
los liberacionistas sexuales moderados exhiben a menudo contra los
radicales, y reconozco que es válido hasta cierto punto. Pero también
hay argumentos de peso en el lado extremista; por ejemplo, hay quien
dice que habría menos violaciones una sociedad en la que violar no fuera
ilegal. Hay pocas cosas que me parezcan más estimulantes que un buen
argumento con un compañero liberacionista sexual como tú”.
Tú: “Por favor deja de llamarme así”.
Él: “¿Por qué?”
Tú: “Porque creo que
la idea de que la violación debería ser legalizada es monstruosa. Deja
claro que lo que estás defendiendo no es ni de lejos algo que suene a
una verdadera libertad sexual, así que no quiero tener nada que ver con
tu coalición”.
Él: “Entiendo que seas un proponente de
leyes contra la violación, y respeto que haya una diferencia
significativa entre nosotros, y que te sientas fuertemente sobre él;
pero ¿por qué negar la verdad evidente de que eres un liberacionista
sexual? A fin de cuentas, por definición, cualquier persona que quiera
eliminar las leyes contra el sexo, por lo menos cuando sea sexo
voluntario, es un liberacionista sexual; y tú te opones a las leyes
contra el sexo voluntario, por lo tanto eres un liberacionista sexual
como yo, y da igual en qué otros puntos no estemos de acuerdo”.
No hay necesidad – ni excusa – para el
término “liberacionista sexual”, tal como lo usa tu interlocutor. Es un
término al que Ayn Rand se refiere como un “paquete-sorpresa”, un
pseudo-concepto que agrupa cosas que son esencialmente opuestas [en
español sería lo equivalente a que te den “gato por liebre”, N. del T.].
Es un concepto que evade o trivializa la distinción entre relaciones
voluntarias y no voluntarias, y sin esa distinción el concepto de
“libertad” (sexual o de cualquier otro tipo) pierde todo su significado.
El hecho de que uno defina “liberacionista sexual” y a partir de esa
definición deduzca que ese término se aplica a ciertos individuos no
hace nada para redimir el término. No muestra que el término representa
una forma razonable de clasificar las diferentes posiciones (y menos aún que describe razonablemente a una persona o a una posición concreta).
Las mismas conclusiones se aplican al
concepto “libertarianismo”, que agrupa el anarquismo con la idea (que
tienen los Objetivistas, entre otros) que la única función apropiada del
gobierno es proteger los derechos individuales. Al hacer eso, se
convierte en un término que distorsiona el segundo punto de vista, dando
a entender que es una especie de anarquismo a medias (lo que a veces
llaman “minarquismo”).
Antes de que alguien me acuse de atacar a
un hombre de paja, reconoceré que la mayoría de los filósofos
anarquistas deploran la violación y creen que debe ser combatida por
todos los medios morales disponibles; y que los anarquistas que creen
(equivocadamente, en mi opinión) que algún tipo de estado de derecho es
posible sin gobierno consideran la violación como un delito. Así que mi
posición no es que legalizar violaciones sea una posición anarquista. Mi
posición es, más bien, que el típico argumento que dice que
Objetivistas, anarquistas y varios otros grupos de personas son todos
los libertarios tiene la misma estructura que el argumento de mi
interlocutor arriba: que tú, junto con los que quieren abolir la ley
contra violaciones, y con todos los demás, sois “liberacionistas
sexuales”. Los dos argumentos falsean la cuestión al insistir en una
cierta definición, cuando lo que hay que discutir es si lo que están
definiendo es un concepto válido o no.
Si un “liberacionista sexual” quiere
convencerte de que aceptes su terminología, él no puede asumir que
legalizar violaciones tiene algo que ver, ni siquiera remotamente, con
revocar las leyes contra actos sexuales voluntarios; más bien, él es
quien debe tratar de demostrar que existe algún fundamento para juntar y
defender esas dos cosas opuestas como si fueran una.
Igualmente, si alguien quiere
persuadirnos para que clasifiquemos conjuntamente a Objetivistas y a
anarquistas (incluyendo a von Mises, Nozick y otros) como “libertarios”,
primero necesita justificar seriamente cómo la opinión de que el
gobierno tiene una función concreta válida puede ser incluída en la
opinión que el gobierno, como tal, es inmoral y debe eliminarse.
No niego que haya afinidades filosóficas
y relaciones históricas significativas entre muchas de las posiciones
de los pensadores llamados “libertarios”. Pero lo que no veo es que en
su esencia haya alguna similitud entre la posición de Ayn Rand (con la
cual estoy de acuerdo) y el anarquismo, y niego que haya algún concepto
válido que clasifique a esos dos puntos de vista en una única posición
como siendo algún tipo de teoría política. Sin embargo, no
pretendo demostrar que no existe tal concepto, sino que la
responsabilidad de demostrarlo es de quienes dicen que existe.
Por mi parte, el único valor cognitivo
que veo en el término “libertario” es el de un nombre que se le da a un
movimiento desvencijado, cuyo fundamento central se refiere es una
mezcolanza de puntos de vista incompatibles, causados por una serie de
confusiones y de factores sociológicos. En ese sentido, el término
“libertario” no es diferente a “conservador”, o a “liberal”, esos otros
dos conceptos imprecisos y vacíos tan frecuentemente usados en el
discurso político contemporáneo.
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Por Greg Salmieri.
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