J. Bradford DeLong
J. Bradford DeLong is Professor of
Economics at the University of California at Berkeley and a research
associate at the National Bureau of Economic Research. He was Deputy
Assistant US Treasury Secretary during the Clinton Administration, where
he was heavily involved in budget and trade negotiatio… read more
BERKELEY
– La Reserva Federal de Estados Unidos corre cada vez más riesgo de
perder credibilidad -y con razón-. Como sostuvo recientemente Narayana
Kocherlakota, ex presidente del Banco de la Reserva Federal de
Minneapolis, los funcionarios de la Fed parecen estar equilibrando su
objetivo manifiesto de mantener la inflación cerca del 2% en el largo
plazo con otras muchas consideraciones no explícitas.
En
declaraciones públicas, los funcionarios han dado algunas señales de
cuáles pueden llegar a ser esas otras consideraciones. Entre ellas
parecen estar el riesgo de distorsión en el sistema financiero, la
preocupación de que el desempleo pueda caer a mínimos insostenibles y
los temores de que si se aumentan las tasas de interés demasiado rápido
la recuperación económica pueda verse afectada. Pero el hecho es que los
criterios de la Fed para cambiar las tasas de interés son, en su mayor
parte, tácitos y poco claros, lo que hace difícil predecir cuáles serán
sus próximos pasos.
"Este
tipo de incertidumbre -sobre qué objetivos definirán las políticas de
la Fed- no es saludable", dijo Kocherlakota. "Los consumidores y las
empresas no pueden tomar buenas decisiones si no tienen una percepción
lo suficientemente fuerte de cómo actuará el banco central en cualquier
situación".
Kocherlakota
tiene razón de estar preocupado. En todo caso, entiende el problema.
Una falta de claridad sobre los objetivos económicos de la Fed es sólo
uno de los factores que impide entender su proceso de toma de
decisiones.
El
nudo del problema consiste en que ni los participantes del mercado
financiero ni, aparentemente, la propia Fed conocen el verdadero estado
de la economía, ni saben cuál es la mejor manera de gestionarla
-especialmente luego de la crisis financiera de 2008-. Y sigue sin
saberse con claridad de qué modo la Fed está utilizando los nuevos datos
para actualizar sus análisis.
La
confusión sobre qué factores -además de la estabilidad de precios y el
máximo empleo posible- toma en cuenta la Fed al fijar la política
monetaria agrava el problema. Se ha vuelto prácticamente imposible
predecir cómo responderá la Fed frente a los acontecimientos.
En
un contexto de volatilidad económica como éste en el que nos
encontramos hoy, un banco central prudente debería hacer todo lo posible
para aumentar la inflación esperada y real, a fin de estar en
condiciones de estabilizar la economía en cualquier dirección. Si las
tasas de interés estuvieran muy por encima de cero, la Fed tendría
margen para aumentarlas aún más en caso de un recalentamiento o de
bajarlas en respuesta a shocks de demanda adversos.
Pero
la Fed no está presionando por una inflación que esté en su objetivo o
por encima de él. Más bien, al ajustar su política, está achicando su
espacio de maniobra -y parece ansiosa por limitarlo aún más.
La
Fed tampoco parece estar actualizando su visión de la economía de una
manera comprensible. En junio de 2013, la Fed predecía que el
crecimiento anual del PIB durante el período 2013-2015 iba a promediar
el 2,9%, y que el crecimiento de más largo plazo del PIB potencial real
promediaría el 2,4%. Por el contrario, el crecimiento anual ha
promediado el 2,3% (o 2,2%, si las estimaciones para la primera mitad de
2016 son correctas).
Tampoco
le fue mejor en otras mediciones. La Fed predijo una tasa de inflación
anual, basada en el índice de precios del gasto en consumo personal, del
1,9% para 2015. La cifra real fue 1,5%. De la misma manera, su
proyección promedio de la tasa de fondos federales para 2015 fue del
1,5%. La cifra actualmente es 0,25%.
Este
período de tres años, a partir de 2013, en el que la economía no
cumplió con las expectativas de la Fed, le sigue a un período de tres
años en el que la economía también estuvo por debajo del pronóstico de
la Fed. Y ese período siguió a otro período de tres años, a partir de
2007, en el que la Fed en gran medida subestimó los riesgos
deflacionarios bajistas.
Uno
pensaría que estos antecedentes habrían llevado a los funcionarios a
revisar su modelo de la economía. Pero la Fed sigue ignorando la
asimetría, considerándola apenas un fenómeno de segundo o tercer orden.
Sigue manejando las expectativas de inflación a niveles ilógicamente
altos en base a la inflación pasada. Y sigue basándose en la tasa de
desempleo como un sustituto para el estado del mercado laboral, a
expensas de otros indicadores.
La
Fed también ha sido invariablemente más optimista que las expectativas
del mercado respecto del margen disponible para aumentar las tasas de
interés. Esto había llevado a los observadores a concluir que los
funcionarios de la Fed no sólo han tenido mala suerte; tienen una
percepción errónea de la economía. Por cierto, el hecho de que los
funcionarios no hayan podido transmitir de qué manera su incapacidad
para hacer predicciones precisas los llevó a actualizar su modelo está
haciendo que muchos pierdan su confianza en la capacidad de la Fed para
una toma de decisiones sensata.
Si
la Fed pretende mantener la confianza de los mercados, tendrá no sólo
que comunicar sus objetivos clave; también tendrá que dejar en claro qué
consideraciones tienen prioridad y de qué manera los funcionarios
responderán si las prescripciones políticas necesarias para cumplir con
diversos objetivos entran en conflicto entre sí. Finalmente -y más
importante- la Fed tendrá que ofrecer garantías de que está manteniendo
actualizado su modelo interno de la economía.
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