Cuando Barack Obama y Enrique Peña Nieto se reunieron a comienzos de enero, prefirieron felicitarse mutuamente y desearse un próspero Año Nuevo, en lugar de discutir problemas como las drogas que fluyen hacia el norte o las armas que viajan hacia el sur; la persistente corrupción mexicana o la creciente xenofobia condimentada con racismo que se ve en Estados Unidos.
Peña Nieto felicitó a Obama por acercarse a Cuba y su iniciativa presidencial de reforma inmigratoria que podría legalizar la situación de los mexicanos que viven en Estados Unidos sin papeles, desde antes de 2010. Obama felicitó a su colega mexicano por las profundas reformas económicas e institucionales que ha puesto en marcha desde que asumió la presidencia en 2012, en particular la nueva política energética que permite a empresas privadas, mexicanas y extranjeras explorar nuevos yacimientos petroleros offshore.



México es el país latinoamericano menos afectado por la caída en los precios de los commodities, porque ya no depende de la exportación de commodities. El principal rubro exportador hoy es el sector manufacturero.
Obama eligió un buen momento para alabar las modernizaciones de Peña Nieto. Las reformas, cuyo objetivo central es fomentar la competencia y la iniciativa privada, han comenzado a dar resultados.
La reforma del sector de telecomunicaciones, que le quitó el monopolio de la telefonía al poderoso Carlos Slim, es un ejemplo: hacer una llamada por teléfono celular es hoy 20% más barato que hace un año. Slim ha hecho bien en diversificar su patrimonio e incursionar en otros sectores: su telefónica América Móvil perdió dinero, por primera vez en su historia, en el tercer trimestre de 2015, mientras las acciones de la empresa bajaron 18% en el año. Otro monopolio que el presidente mexicano rompió fue el de Televisa, lo cual ha aportado diversidad y mayor libertad de prensa a la televisión.
También han bajado las tarifas eléctricas. El sector se abrió a la participación privada y cuatro empresas han anunciado que entrarán al mercado, entre ellas la italiana Enel y la española Iberdrola. La abastecedora estatal, que por primera vez tiene competencia, ha tenido la feliz ocurrencia de bajar sus costos de producción, reemplazando el petróleo por el gas natural como combustible de sus plantas generadoras. Eso le permitió bajar hasta 22% las tarifas de electricidad comercial y hasta 11% las domésticas.
No menos audaz ha sido la reforma educacional que busca, entre otras cosas, reducir el poder del sindicato de maestros, que tiene a su cargo la administración de las escuelas y las contrataciones de los profesores, El mismo día que la reforma educacional fue aprobada, el gobierno arrestó por estafa a la poderosa presidenta del sindicato, Elba Esther Gordillo. La guerra no terminó ahí. El sindicato, a punta de huelgas y manifestaciones, ha tenido al gobierno en aprietos, pero con el paso del tiempo el número de profesores que se suman a las marchas y a las huelgas ha ido disminuyendo, así que el gobierno parece que terminará ganando por cansancio.
Una reforma tributaria ha tenido impacto positivo en el campo laboral. El empleo en el sector formal creció 4,4% en 2015, la tasa más alta de que se tiene registro, luego de que el gobierno anunciara un subsidio tributario a las empresas que dieran empleo. Hoy el 60% de los trabajadores mexicanos está en el sector informal, donde la productividad y los sueldos son bajos. El crecimiento del sector formal dará contrato de trabajo y beneficios de jubilación y salud a más mexicanos, al tiempo que hará más productiva la economía y dará al fisco mayor recaudación tributaria.
Una reforma que ha dado resultado a medias es la del sector petrolero, la que eligió Obama como ejemplo al felicitar a Peña Nieto. Para dar acceso a los privados a la industria había que reformar la Constitución. El gobierno lo logró, pero cuando se licitaron los yacimientos offshore, el precio del petróleo ya había bajado y no muchas empresas hicieron propuestas. La primera licitación, en julio de 2015, ofreció 14 bloques petroleros y adjudicó apenas dos. Las cosas mejoraron en septiembre, para la segunda licitación.
El bajo precio le ha causado a México una estrechez fiscal, pero nunca al nivel de otros países latinoamericanos exportadores de petróleo. Hace 20 años, el 80% de los dólares que entraban a México venían del petróleo. Hoy los dólares petroleros son menos del 20% del total. Y en 2015 las remesas enviadas por mexicanos trabajando en Estados Unidos a sus familias, superaron a los ingresos por petróleo.
La menor dependencia el petróleo ha sido producto del deterioro del sector petrolero, que hasta ahora estuvo totalmente en manos del Estado, y en la reconversión de la economía mexicana hacia las manufacturas.
México es el país latinoamericano menos afectado por la caída en los precios de los commodities, porque ya no depende de la exportación de commodities. El principal rubro exportador hoy es el sector manufacturero. México está a punto de convertirse en el cuarto exportador mundial de automóviles y sus exportaciones a Estados Unidos, cerca de US$300.000 millones el año pasado, superan el tamaño de toda la economía chilena
Esto no es gracia de Peña Nieto, sino de Carlos Salinas de Gortari (1988-94), quien dio un gran puntapié inicial a la modernización de México al negociar y firmar el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (ALCA o en inglés Nafta), que entró en vigencia en 1994. Ha sido la integración comercial con Estados Unidos y Canadá lo que ha convertido a México en potencia manufacturera.
Los efectos duraderos del libre comercio y las actuales reformas de Peña Nieto se han combinado para estimular la demanda interna. Y esa demanda interna estás siendo el motor del crecimiento en México. La economía creció 2,5% el año pasado. La cifra no es alta, pero superó las expectativas de los economistas y el FMI, al revés de lo que sucedió con las restantes economías latinoamericanas.
Las noticias económicas son buenas, pero no basta con las reformas que ha emprendido Peña Nieto. México sigue siendo uno de los países latinoamericanos con mayor desigualdad entre ricos y pobres, motivo por el cual la formalización del empleo y el aumento de la productividad de los trabajadores es una prioridad clave.
Pero lo más grave, lo más urgente, es el problema de la corrupción en las instituciones oficiales y la violencia asociada al narcotráfico. Ambos flagelos, además, suelen venir juntos.
Un caso emblemático que no se puede olvidar es el de los estudiantes del estado de Guerrero, en el sur, desaparecidos en 2014. Es casi seguro que los estudiantes fueron asesinados y, al parecer, el delito fue cometido por la policía local, por encargo de la alcaldía, en complicidad con el narcotráfico.
Peña Nieto puede haber atrapado a Joaquín "El Chapo" Guzmán, pero la corrupción y la violencia siguen siendo los grandes problemas no resueltos de México. En el caso de los estudiantes desaparecidos destituyó al cuerpo de policía local y ahora propone que los gobiernos locales no puedan nombrar a su propia policía, como hasta ahora, y que las fuerzas policiales sean centralizadas como el Ejército. Son medidas positivas, pero muchos mexicanos piensan que el propio Peña Nieto y su esposa han aceptado regalos y dado contratos a cambio de esos regalos. Esa credibilidad cuestionada no le facilita la tarea.
En cuanto a la violencia, ella ha disminuido, pero está lejos de llegar a niveles razonables. El comercio "informal" entre ambos países -drogas que van a Estados Unidos y armas y narcodólares que van a México- aumenta la delincuencia en EE.UU. y la violencia en el país latinoamericano.
Eliminar la corrupción, reducir la violencia y reducir la desigualdad son las mayores tareas que Peña Nieto tiene por delante. Ninguna de ellas es fácil, pero nadie habría pensado que iba a romper los monopolios de Televisa y Telmex (América Móvil) o que destronaría al poderoso sindicato de maestros para llevar a cabo su reforma educacional. Ahora tiene a su favor que la economía mejora y que sus reformas han sido efectivas.
Éso y las felicitaciones de Obama.