Objetivismo: sobre derechos individuales
Por Warren Orbaugh
República, Guatemala
Hemos visto que el propósito del
gobierno republicano es proteger los derechos individuales de los
ciudadanos. El problema es que mientras se malinterprete el concepto de
“derechos individuales” hay pocas esperanzas para la constitución de una
sociedad libre. Hay dos equívocos con la noción de “derechos”: en
primer lugar, que son concedidos por una entidad, sea este un único
Dios, el monarca o el estado; y en segundo lugar, derivado del primero
es que “derecho” es sinónimo de “ley”.
La noción de que un “derecho” es
concedido por una autoridad lo confunde con un privilegio, un permiso
concedido por una “ley privada” que beneficia a un grupo restringido,
como el ius primae noctis, por ejemplo. Y aunque uno de los
objetivos de la revolución francesa fue la eliminación de privilegios,
es decir, la eliminación de leyes separadas para las diferentes clases
sociales, ahora vemos la proliferación de “derechos de las etnias”,
“derechos de los gays”, “derecho de los pobres a una casa”, etc., todos
concedidos por el estado.
El otro equívoco es particularmente
común en español y yo diría que en alemán también, porque “derecho” se
interpreta como un cuerpo de leyes y normas de conducta creadas por el
estado; y “Recht” (derecho en alemán) es entendido también como ley. Por
lo tanto un “Rechtsstaat” o “Estado de Derecho” se entiende comúnmente
como “estado de ley” en lugar de un “estado de derecho”.
En inglés es más fácil de entender que
el concepto de “derecho” es de conducta correcta, de rectitud moral,
porque “derecho” (right) significa correcto. El mismo significado existe
en español para la palabra “derecho” y la palabra “Recht” en alemán,
aunque no son comúnmente utilizados.
El origen del error
John Locke contribuyó al error en la
noción de que los derechos individuales son concedidos por Dios, cuando
afirmó que todos los hombres están naturalmente en un “estado de
perfecta libertad para ordenar sus acciones y disponer de sus posesiones
y su persona como consideren mejor, dentro de los límites de la ley de
la naturaleza, sin pedir permiso, o depender de la voluntad de cualquier
otro hombre… Un estado de igualdad, en donde todo el poder y
jurisdicción es recíproco, nadie teniendo más que otro: no habiendo nada
más evidente, que el que las criaturas nacidos de la misma especie y
rango teniendo las mismas ventajas que la naturaleza les ha dado y el
uso de las mismas facultades, también deberían ser iguales entre ellos
sin subordinación o sometimiento. El estado de naturaleza tiene una ley
de la naturaleza que lo gobierna, que obliga a cada uno: y la razón, que
es esa ley, enseña a toda la humanidad, que no tiene más que
consultarla, que siendo todos iguales e independientes, nadie debe dañar
a otro en su vida, salud, libertad o posesiones. Porque los hombres
siendo todos la obra de un omnipotente e infinitamente sabio Creador;
todos siervos del Maestro Soberano, enviados al mundo por orden Suya y
de su negocio, son todos de su propiedad, creación suya son, hechos para
durar durante el tiempo que a Él le plazca, y no a otro. “[Locke, John. The Second Treatise of Government, Chap. II, “Of the State of Nature”]
Ahora, o uno tiene el derecho de ordenar
sus acciones y disponer de sus posesiones y de su persona como crea
conveniente, o le está permitido ordenar sus acciones y disponer de sus
bienes como alguien más piensa que es conveniente. No se puede tener
ambos. Si es la primera, el hombre tiene derechos, si es lo último el
hombre no tiene derechos, sino permisos.
Además, para muchos hay otro problema
con el concepto de “derechos individuales”, y es que es una noción
egoísta – uno es el dueño de uno mismo y es correcto actuar en pos de la
propia felicidad – y choca con la noción ética altruista de que el
egoísmo es malo, y que es nuestra obligación moral el sacrificarnos.
Aquí tenemos un conflicto entre una ética del bienestar propio y una
ética de la abnegación; una ética que sostiene que la obligación moral
primaria del hombre es lograr su propio bienestar, y una que sostiene
que la obligación moral primaria del hombre es servir a alguna entidad
que no sea él.
El redescubrimiento durante la
Ilustración de los antiguos sistemas morales griegos – principalmente el
de Aristóteles y el de Epicuro que instan a la autorrealización y no a
la abnegación – volvió a los hombres una vez más a la vida en este
mundo, al hombre como valor y como un fin en sí mismo; a la idea de que
su propósito en la vida debe ser lograr su propio bienestar. Pero aunque
algunos hombres de la edad de la razón, como Jefferson, se llamaban a
sí mismos epicúreos, muchos moralistas seguían siendo cristianos y su
visión sobre el egoísmo era que podría ser tolerado pero no considerado
como una virtud querida.
Adam Smith, quien entendió que lo que hizo que el mercado funcionara era el interés propio de cada individuo que comercia, dijo:
“no es de la benevolencia del carnicero,
el cervecero o el panadero que esperamos nuestra cena, sino de lo que
atañe a sus propios intereses. Nos dirigimos, no a su humanidad sino a
su amor propio y nunca hablamos con ellos de nuestras propias
necesidades, sino de lo que les es ventajoso.” [Smith, Adam. The Wealth of Nations.]
“Y si ese comerciante es honesto y
trabajador, su búsqueda de su propio interés se considera como
respetable y hasta cierto grado, como una cualidad amable y agradable.
Sin embargo, Smith aclara: “nunca se considera como uno de las más
queridas o la más noble de las virtudes.” [Smith, Adam. The Theory of Moral Sentiments.]
¿Y cuál es la virtud que debe ser
admirada según Smith?: “el hombre sabio y virtuoso está en todo momento
dispuesto a que sus propios intereses privados deban ser sacrificados
por el interés público de su propia orden particular o de la sociedad”.
[Smith, Adam. The Theory of Moral Sentiments.]
Aquí otra vez tenemos una visión
conflictiva entre “derechos individuales” que indican que la conducta
correcta es la que es ventajosa para el hombre que actúa y la virtud más
ennoblecedora del auto sacrificio o abnegación.
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