jueves, 12 de mayo de 2016

Los votantes de Trump no son tan irracionales

Poco antes de las elecciones primarias del 3 de mayo en Indiana, el video de un seguidor de Donald Trump abordando a Ted Cruz se volvió viral. En medio de una multitud de seguidores de Trump que gritaban que “los políticos de carrera han matado a Estados Unidos”, el senador por Texas trató infructuosamente de debatir con el hombre. Después de varios intentos por discutir los antecedentes de Trump, finalmente se rindió y le dijo al hombre que Trump lo estaba usando, y agregó: “Hágase esta pregunta… ¿por qué [cree usted que] los medios de comunicación quieren tan desesperadamente que Donald Trump sea el candidato republicano?” El seguidor de Trump (quien según informes ha gozado de US$2.000 millones en cobertura televisiva gratis) le respondió: “Te han respaldado a ti cada vez que pudieron”.



Episodios como éste, combinados con el paseo que Trump se ha dado en la primaria presidencial republicana, han sacudido la fe de muchas personas en el electorado estadounidense. Pero, ¿qué tal si al respaldar a Trump, por más desinformados que sean, esos votantes están tomando una decisión racional?
Este es el argumento del politólogo de la Universidad de California en San Diego, Samuel L. Popkin, quien ha estudiado la opinión pública y las elecciones de EE.UU. durante medio siglo. Popkin, de 73 años, quien fue consultor en las campañas presidenciales de George McGovern, Jimmy Carter, Bill Clinton y Al Gore, es quizás más conocido por su aplicación a los procesos electorales de la teoría económica del rational choice (elección racional).
En su influyente libro de 1991 “The Reasoning Voter” (algo así como “El votante racional”), Popkin argumenta que los votantes son inversionistas públicos que “ponen su esfuerzo en ir a votar con la esperanza de obtener satisfacción en el futuro”. Ellos “combinan…el aprendizaje y la información de experiencias pasadas, la vida cotidiana, los medios de comunicación y las campañas políticas” para hacer juicios racionales sobre los políticos.
Uno de los ejemplos favoritos de Popkin de la manera en que los “votantes de bajo nivel de información” utilizan “señales” para formar conclusiones lógicas es cuando el ex presidente Gerald Ford quiso comer un tamal sin desenvolverlo antes. Esto indicó a muchos votantes latinos que Ford no entendía su cultura. La historia se repitió como farsa esta semana cuando Trump subió a Twitter una foto de sí mismo frente un plato de tacos para celebrar el 5 de Mayo. “Los mejores tazones de tacos se hacen en el Trump Tower Grill. ¡Me encantan los hispanos!”
De todos modos, Donald Trump no es una celebridad cualquiera, dijo Popkin a The Wall Street Journal. El candidato se lanzó a las primarias gozando de credibilidad entre la base de votantes republicanos. “Estuvo en [el programa] ‘Fox & Friends’ los lunes a la mañana durante muchos años. Tres veces fue el orador principal invitado a la Conferencia de Acción Política Conservadora [CPAC, por su sigla en inglés]”, dice Popkin. Al ser refrendado por Trump en 2012, Mitt Romney alabó su “extraordinaria capacidad para comprender el funcionamiento de nuestra economía”. Y durante gran parte del año pasado, Ted Cruz se desechaba en elogios para él.
“Si ves a un tipo en un programa de cocina por mucho tiempo, piensas que sabe cocinar. Si ves a un tipo administrando empresas y educando a la gente sobre cómo gestionar compañías, piensas que sabe cómo manejar un negocio”, dice Popkin. Los años de apariciones del empresario de bienes raíces en los medios de comunicación ayudaron a promover la marca Trump como una de prestigio.
Popkin añade que Trump aumentó su popularidad con la base republicana hace cinco años, cuando cuestionó la ciudadanía estadounidense del presidente Barack Obama. Trump, explica Popkin, dijo lo que muchos votantes del GOP sentían: que Obama no era un “estadounidense verdadero”.
Los ataques “sucios” de Trump a otros candidatos pueden ser inapropiados para alguien que aspira a ocupar la Oficina Oval, pero esta clase de insultos son el “tipo de cosas que alguien podría decir en el vestuario”, dice Popkin. Trump conecta con los votantes al actuar como si fuera su amigote. Con la promesa de construir un muro en la frontera con México, también les mostró que entendía sus temores acerca de la inmigración ilegal. A diferencia de cuestiones culturales como el matrimonio homosexual—uno de los caballitos de batalla de Cruz—, un presidente puede hacer algo acerca de la inmigración.
“Las preocupaciones culturales” respecto a si los Latinos “van a ser como nosotros” son muy importantes, dice Popkin, quien cree que una de las razones por las que Trump sacó más apoyo entre los votantes menos educados que entre los graduados universitarios es que éstos últimos han interactuado más con personas de diferentes culturas.
Sin embargo, mucho antes de que Trump lanzara su campaña presidencial, los comentaristas conservadores—especialmente los de radio— habían acostumbrado a los votantes al lenguaje vitriólico y habían movido el espectro más a la derecha, sobre todo en materia de inmigración, al parecer porque esta era una buena manera de subir el rating.
Popkin cita a Steve Deace, un popular locutor del medio oeste de EE.UU., que en 2013 vilipendió al senador John McCain y menospreció su experiencia como prisionero de guerra en Vietnam. “Que haya apoyado todas las cosas equivocadas que apoyó en estos últimos años…nulifica el posible propósito” de haber sobrevivido a la experiencia del cautiverio. En febrero de 2015, Deace tuiteó: “¿Está Jeb Bush haciendo campaña para presidente o para Zar de la Fertilidad Hispana de EE.UU.?” No es de extrañar que las invectivas de Trump no le hayan infligido daño alguno a éste entre sus partidarios.
En una columna de opinión el jueves en USA Today, Deace—un partidario de Cruz—culpó irónicamente el éxito de Trump a la “cultura de la celebridad impulsada por los votantes de baja información”, a un “montón irresponsable de falsas estrellas conservadores” en los medios y a la “idioticracia” conservadora. Pero Cruz hizo posible la victoria de su verdugo al fracturar al Partido Republicano y al calificar a sus colegas del Congreso—el “cártel de Washington”—de corruptos y cobardes. Antes de que comenzaran las primarias, dice Popkin, podrían haberse alcanzado compromisos en temas como inmigración, “pero cualquier cosa a la que Cruz se opusiera duramente iba a contar también con la oposición de Rand Paul y Marco Rubio, para no quedarse atrás.”
Popkin dice que Trump le recuerda al multimillonario tejano Ross Perot, que se postuló en 1992 y 1996 como candidato de un tercer partido abrazando el populismo, el proteccionismo y el restriccionismo inmigratorio. En su libro de 2012, “The Candidate”, Popkin señala que “la credibilidad de Perot como hombre que hizo su fortuna sin ayuda convenció a muchos votantes que sabía lo suficiente sobre el gobierno como para arreglar las cosas”.
“Cuanta menos confianza tenga usted en los dirigentes, más probabilidades hay de que se vuelque a un extraño”, dice Popkin. Cuanto menos confíe en su médico, más probabilidades hay de que quiera una segunda opinión. La segunda opinión de Trump confirmó a los votantes lo que éstos querían creer: que los problemas del sistema de seguridad social podrían arreglarse sin necesidad de reducir las prestaciones y que poniéndole mayores aranceles a China y a las empresas que mueven puestos de trabajo fuera de EE.UU. se podría reactivar el crecimiento del país.
A pesar de que los votantes utilizan la lógica para hacer inferencias, Popkin subraya que “razonar y [ser] racional no significa [que se razone] correctamente”, y que “la pasión puede hacer caso omiso de la letra pequeña” del contrato.
Los republicanos razonables siguen tan divididos como antes respecto de Trump. El jueves, el presidente de la Cámara de Representantes Paul Ryan dijo que no estaba listo para apoyar al presunto candidato republicano, lo que provocó abucheos en una manifestación pro-Trump en Virginia Occidental. ¿Puede Trump ganarse a los conservadores escépticos?
“No hay manera de unificar al partido, salvo siendo el mejor candidato”, dice Popkin. “Los partidos no se unifican solos. Los partidos se unifican cuando la gente empieza a creer que [el candidato] está bien”, añade. Trump tiene que “madurar” y mostrar que sabe que deberá recurrir al Congreso para hacer ciertas cosas. “No sé si es capaz de hacerlo”.
Si sirve de consuelo, Popkin no cree que Trump vaya a destruir al Partido Republicano. “Él consiguió los votos suficientes como para asumir el control del partido durante un año”, dice. “Creo que eso va a pasar”. De vez en cuando, los partidos se entregan a candidatos de extremos, algo que según Popkin “hace que sea más difícil que el otro lado sea razonable”.
El experto estima que Trump tiene 1 en 6 posibilidades de derrotar a Hillary Clinton, más que las habría tenido Cruz. “Nombre un estado que Cruz ganaría y que Trump podría perder”, dice. Y agrega que es posible, aunque poco probable, que Trump gane estados como Pensilvania y Wisconsin, que no hubieran ido para Cruz.
Si Trump pierde en noviembre, Popkin espera que el Cruz y otros republicanos digan que la lección es que el Partido Republicano tiene que nombrar a un conservador de verdad. ¿El senador de Texas se postulará a sí mismo como el héroe conservador que se atrevió a desafiar a Trump cuando otros republicanos se escondieron? Esta, probablemente, es otra suposición racionales.
Poco antes de las elecciones primarias del 3 de mayo en Indiana, el video de un seguidor de Donald Trump abordando a Ted Cruz se volvió viral. En medio de una multitud de seguidores de Trump que gritaban que “los políticos de carrera han matado a Estados Unidos”, el senador por Texas trató infructuosamente de debatir con el hombre. Después de varios intentos por discutir los antecedentes de Trump, finalmente se rindió y le dijo al hombre que Trump lo estaba usando, y agregó: “Hágase esta pregunta… ¿por qué [cree usted que] los medios de comunicación quieren tan desesperadamente que Donald Trump sea el candidato republicano?” El seguidor de Trump (quien según informes ha gozado de US$2.000 millones en cobertura televisiva gratis) le respondió: “Te han respaldado a ti cada vez que pudieron”.
Episodios como éste, combinados con el paseo que Trump se ha dado en la primaria presidencial republicana, han sacudido la fe de muchas personas en el electorado estadounidense. Pero, ¿qué tal si al respaldar a Trump, por más desinformados que sean, esos votantes están tomando una decisión racional?
Este es el argumento del politólogo de la Universidad de California en San Diego, Samuel L. Popkin, quien ha estudiado la opinión pública y las elecciones de EE.UU. durante medio siglo. Popkin, de 73 años, quien fue consultor en las campañas presidenciales de George McGovern, Jimmy Carter, Bill Clinton y Al Gore, es quizás más conocido por su aplicación a los procesos electorales de la teoría económica del rational choice (elección racional).
En su influyente libro de 1991 “The Reasoning Voter” (algo así como “El votante racional”), Popkin argumenta que los votantes son inversionistas públicos que “ponen su esfuerzo en ir a votar con la esperanza de obtener satisfacción en el futuro”. Ellos “combinan…el aprendizaje y la información de experiencias pasadas, la vida cotidiana, los medios de comunicación y las campañas políticas” para hacer juicios racionales sobre los políticos.
Uno de los ejemplos favoritos de Popkin de la manera en que los “votantes de bajo nivel de información” utilizan “señales” para formar conclusiones lógicas es cuando el ex presidente Gerald Ford quiso comer un tamal sin desenvolverlo antes. Esto indicó a muchos votantes latinos que Ford no entendía su cultura. La historia se repitió como farsa esta semana cuando Trump subió a Twitter una foto de sí mismo frente un plato de tacos para celebrar el 5 de Mayo. “Los mejores tazones de tacos se hacen en el Trump Tower Grill. ¡Me encantan los hispanos!”
De todos modos, Donald Trump no es una celebridad cualquiera, dijo Popkin a The Wall Street Journal. El candidato se lanzó a las primarias gozando de credibilidad entre la base de votantes republicanos. “Estuvo en [el programa] ‘Fox & Friends’ los lunes a la mañana durante muchos años. Tres veces fue el orador principal invitado a la Conferencia de Acción Política Conservadora [CPAC, por su sigla en inglés]”, dice Popkin. Al ser refrendado por Trump en 2012, Mitt Romney alabó su “extraordinaria capacidad para comprender el funcionamiento de nuestra economía”. Y durante gran parte del año pasado, Ted Cruz se desechaba en elogios para él.
“Si ves a un tipo en un programa de cocina por mucho tiempo, piensas que sabe cocinar. Si ves a un tipo administrando empresas y educando a la gente sobre cómo gestionar compañías, piensas que sabe cómo manejar un negocio”, dice Popkin. Los años de apariciones del empresario de bienes raíces en los medios de comunicación ayudaron a promover la marca Trump como una de prestigio.
Popkin añade que Trump aumentó su popularidad con la base republicana hace cinco años, cuando cuestionó la ciudadanía estadounidense del presidente Barack Obama. Trump, explica Popkin, dijo lo que muchos votantes del GOP sentían: que Obama no era un “estadounidense verdadero”.
Los ataques “sucios” de Trump a otros candidatos pueden ser inapropiados para alguien que aspira a ocupar la Oficina Oval, pero esta clase de insultos son el “tipo de cosas que alguien podría decir en el vestuario”, dice Popkin. Trump conecta con los votantes al actuar como si fuera su amigote. Con la promesa de construir un muro en la frontera con México, también les mostró que entendía sus temores acerca de la inmigración ilegal. A diferencia de cuestiones culturales como el matrimonio homosexual—uno de los caballitos de batalla de Cruz—, un presidente puede hacer algo acerca de la inmigración.
“Las preocupaciones culturales” respecto a si los Latinos “van a ser como nosotros” son muy importantes, dice Popkin, quien cree que una de las razones por las que Trump sacó más apoyo entre los votantes menos educados que entre los graduados universitarios es que éstos últimos han interactuado más con personas de diferentes culturas.
Sin embargo, mucho antes de que Trump lanzara su campaña presidencial, los comentaristas conservadores—especialmente los de radio— habían acostumbrado a los votantes al lenguaje vitriólico y habían movido el espectro más a la derecha, sobre todo en materia de inmigración, al parecer porque esta era una buena manera de subir el rating.
Popkin cita a Steve Deace, un popular locutor del medio oeste de EE.UU., que en 2013 vilipendió al senador John McCain y menospreció su experiencia como prisionero de guerra en Vietnam. “Que haya apoyado todas las cosas equivocadas que apoyó en estos últimos años…nulifica el posible propósito” de haber sobrevivido a la experiencia del cautiverio. En febrero de 2015, Deace tuiteó: “¿Está Jeb Bush haciendo campaña para presidente o para Zar de la Fertilidad Hispana de EE.UU.?” No es de extrañar que las invectivas de Trump no le hayan infligido daño alguno a éste entre sus partidarios.
En una columna de opinión el jueves en USA Today, Deace—un partidario de Cruz—culpó irónicamente el éxito de Trump a la “cultura de la celebridad impulsada por los votantes de baja información”, a un “montón irresponsable de falsas estrellas conservadores” en los medios y a la “idioticracia” conservadora. Pero Cruz hizo posible la victoria de su verdugo al fracturar al Partido Republicano y al calificar a sus colegas del Congreso—el “cártel de Washington”—de corruptos y cobardes. Antes de que comenzaran las primarias, dice Popkin, podrían haberse alcanzado compromisos en temas como inmigración, “pero cualquier cosa a la que Cruz se opusiera duramente iba a contar también con la oposición de Rand Paul y Marco Rubio, para no quedarse atrás.”
Popkin dice que Trump le recuerda al multimillonario tejano Ross Perot, que se postuló en 1992 y 1996 como candidato de un tercer partido abrazando el populismo, el proteccionismo y el restriccionismo inmigratorio. En su libro de 2012, “The Candidate”, Popkin señala que “la credibilidad de Perot como hombre que hizo su fortuna sin ayuda convenció a muchos votantes que sabía lo suficiente sobre el gobierno como para arreglar las cosas”.
“Cuanta menos confianza tenga usted en los dirigentes, más probabilidades hay de que se vuelque a un extraño”, dice Popkin. Cuanto menos confíe en su médico, más probabilidades hay de que quiera una segunda opinión. La segunda opinión de Trump confirmó a los votantes lo que éstos querían creer: que los problemas del sistema de seguridad social podrían arreglarse sin necesidad de reducir las prestaciones y que poniéndole mayores aranceles a China y a las empresas que mueven puestos de trabajo fuera de EE.UU. se podría reactivar el crecimiento del país.
A pesar de que los votantes utilizan la lógica para hacer inferencias, Popkin subraya que “razonar y [ser] racional no significa [que se razone] correctamente”, y que “la pasión puede hacer caso omiso de la letra pequeña” del contrato.
Los republicanos razonables siguen tan divididos como antes respecto de Trump. El jueves, el presidente de la Cámara de Representantes Paul Ryan dijo que no estaba listo para apoyar al presunto candidato republicano, lo que provocó abucheos en una manifestación pro-Trump en Virginia Occidental. ¿Puede Trump ganarse a los conservadores escépticos?
“No hay manera de unificar al partido, salvo siendo el mejor candidato”, dice Popkin. “Los partidos no se unifican solos. Los partidos se unifican cuando la gente empieza a creer que [el candidato] está bien”, añade. Trump tiene que “madurar” y mostrar que sabe que deberá recurrir al Congreso para hacer ciertas cosas. “No sé si es capaz de hacerlo”.
Si sirve de consuelo, Popkin no cree que Trump vaya a destruir al Partido Republicano. “Él consiguió los votos suficientes como para asumir el control del partido durante un año”, dice. “Creo que eso va a pasar”. De vez en cuando, los partidos se entregan a candidatos de extremos, algo que según Popkin “hace que sea más difícil que el otro lado sea razonable”.
El experto estima que Trump tiene 1 en 6 posibilidades de derrotar a Hillary Clinton, más que las habría tenido Cruz. “Nombre un estado que Cruz ganaría y que Trump podría perder”, dice. Y agrega que es posible, aunque poco probable, que Trump gane estados como Pensilvania y Wisconsin, que no hubieran ido para Cruz.
Si Trump pierde en noviembre, Popkin espera que el Cruz y otros republicanos digan que la lección es que el Partido Republicano tiene que nombrar a un conservador de verdad. ¿El senador de Texas se postulará a sí mismo como el héroe conservador que se atrevió a desafiar a Trump cuando otros republicanos se escondieron? Esta, probablemente, es otra suposición racionales.

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