miércoles, 18 de mayo de 2016

La guerra contra las drogas no es una pelea de buenos contra malos

La gente toma justicia por mano propia no por la ausencia del Estado, sino por sus políticas equivocadas

Un documental que cuenta como los habitantes de Michoacán se hartaron de los cárteles que asesinaban a sus familias y decidieron pelear contra ellos. (<a href="http://cartellandmovie.com/#photos" target="_blank">Cartel Land</a>)
Un documental que cuenta como los habitantes de Michoacán se hartaron de los cárteles que asesinaban a sus familias y decidieron pelear contra ellos. (Cartel Land)
¿Que harías si una pandilla te amenaza con torturar y matar a tu familia? No puedes recurrir a la policía, porque probablemente no estén de tu lado. ¿Suplicarías por ayuda al Estado y te expondrías a perder a tus seres queridos, o tomarías las armas?
Esta es la esencia de la cuestión en Cartel Land, un potente documental sobre dos movimientos vigilantes a ambos lados de la frontera entre Estados Unidos y México. Por un lado, están los vecinos que se organizan para expulsar a los cárteles de drogas de sus comunidades; y por el otro, supuestos patriotas patrullando vastas extensiones de tierras y montañas, en busca de coyotes de los cárteles.



Apasionante como una película de acción, Cartel Land evita los estereotipos fáciles y se toma el tiempo para conocer a los hombres y mujeres atrapados en el medio de la fallida guerra contra las drogas. En el estado mexicano de Michoacán un carismático médico llamado José Mireles lidera un levantamiento civil contra el sanguinario cartel de los Caballeros Templarios, recuperando el control de la ciudad.
En Arizona, un grupo paramilitar que siente que el Gobierno de Estados Unidos los ha decepcionado, “hacen cumplir la ley” en el desierto. Pero en vez de las horrendas declaraciones xenofóbicas a las que nos acostumbraron los medios masivos, vemos como, en palabras del veterano del Ejército Tim Foley, su principal objetivo pasó de capturar a inmigrantes a ilegales, a “mantener la actividad ilegal de los carteles fuera del país”.
Sin embargo, es difícil no sentir más empatía por los mexicanos intentando evitar que sus familias sean mutiladas o quemadas viva, que por lobos solitarios patrullando en camionetas, preocupados por “la nación” en abstracto.
De hecho, el galardonado director Matthew Heineman dedica la mayor parte de los 96 minutos que dura el documental a seguir de cerca el ascenso y caída del grupo de autodefensas de Mireles. Se trata tanto de una revelación sobre la auto-organización, como un relato aleccionador sobre la naturaleza corruptora del poder.
En sus comienzos, en 2013, las milicias de Michoacán fueron recibidas con elogios, adonde sea que fueran. Mireles reclutaba con facilidad gente de los pueblos y les entregaba camisas y armas. En un año, lograron expulsar a los Caballeros Templarios de la mitad del estado, en 28 municipalidades y ciudades.
Una de las escenas más poderosas muestra cómo un pueblo completo se alza contra el Ejército mexicano, que había ido para confiscar el armamento del grupo de autodefensas. Hombres, mujeres y ancianos salieron de sus casas para bloquear las carreteras y obligar a los soldados devolver las armas.
Dr. José Mireles used to easily convince people to join him. (Cartel Land)
El Dr. José Mireles podía convencer con facilidad a la gente a unirse a su grupo. (Cartel Land)
Pero la llamada Revolución Michoacana salió mal. Mireles es filmado ordenando lo que parece ser la ejecución de un integrante del cartel que previamente se había entregado a las autoridades federales, pero que quedó en libertad. Los líderes comenzaron a asaltar casas, robando y torturando a sospechosos.
En una guerra tan enrollada, tarde o temprano se cometen errores, pero la irremediable corrupción se hizo evidente luego de que Mireles casi muere en un accidente aéreo, a comienzos de 2014. El presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, había emplazado a los grupos de autodefensas a dejar las armas y unirse a la Policía Rural, un cuerpo autorizado por el Estado. Los nuevos líderes aprovecharon la oportunidad par a negociar.
Cuando Mireles se recuperó, el movimiento se había fracturado en bandos opuestos. Heineman grabó en secreto una reunión donde los líderes afirmaban que Peña Nieto les ofrecía condonar todos sus crímenes pasados, si se convertían en una policía “legal”.
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“¿Y nuestra gente, la que nos apoyó, la que creyó en nosotros? Si ahora les decimos ‘yo ya arreglé mi problema, vete a tu casa’. Así no se vale. El Gobierno federal no ha cumplido ningún acuerdo. No podemos confiar. Yo no confío”, se le escucha decir a Mireles. Eventualmente fue expulsado de su propio movimiento y decidió esconderse, temiendo que sus excompañeros hayan ofrecido una recompensa por su cabeza.
En junio de 2014, la policía federal arrestó a Mireles, y a decenas de sus seguidores, por posesión ilegal de armas. A la fecha continúa en prisión, aunque afirma que poseía un permiso válido para portar armas  y que su grupo de autodefensas se convirtió en un un nuevo cartel. De hecho, el documental termina con un vendedor de drogas reconociendo la participación de la Policía Rural.
Más que en cualquier otro documental reciente que he visto, Cartel Land derriba el mito de que la guerra contra las drogas es entre el bien y el mal. Lo que muchos comentarios y reseñas no logran ver es que el vigilantismo no es un fenómeno que surja a raíz de la supuesta ausencia o fracaso del Estado. Las autoridades están muy presentes y al tanto de lo que ocurre en la tierra bajo su control, pero se abstienen de intervenir, lo que es muy diferente. Además, la prohibición, los monopolios, las leyes sobre armas y las fronteras son todos resultados de la acción estatal.
El elefante en Cartel Land es la insensata guerra contra las drogas. Terminarla aliviará tanto a las familias de su lucha por sobrevivir, y a los patriotas preocupados por el éxodo migratorio.

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