miércoles, 18 de mayo de 2016

El Socialismo del siglo XXI, una lección para toda Latinoamérica

Es necesario identificar y rechazar tajantemente aquellas políticas que proponen un alto intervencionismo gubernamental y violan la propiedad privada

Una foto de tiempos mejores: Kirchner y Rousseff hoy están fuera del poder, Maduro está a punto de abandonarlo, y Morales no logró la reelección indefinida. (Ideas de Babel)
Una foto de tiempos mejores: Kirchner y Rousseff hoy están fuera del poder, Maduro está a punto de abandonarlo, y Morales no logró la reelección indefinida. Es el fin del Socialismo del Siglo XXI. (Ideas de Babel)
A comienzos de siglo, se gestó en América Latina un movimiento socioeconómico y cultural que terminaría por adueñarse por completo de los destinos políticos del sur del continente. El movimiento es mejor conocido como Socialismo del siglo XXI.
Disfrazado con banderas que a todos nos resultan atractivas en primera instancia, como el amor, la fraternidad, la igualdad e incluso la libertad; y representado por carismáticos personajes como “el Che”, este movimiento se posicionó rápidamente como una nueva tendencia y alternativa a nuestros problemas.
La apuesta se concretó, y rápidamente se formaron poderosos bloques de aliados socialistas representados principalmente por los mandatarios de la región latinoamericana.



Los resultados en la actualidad

Hoy los resultados son claros: la apuesta por el Socialismo en América Latina está perdida.
En Argentina, la desaprobación hacia el final del segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner fue altamente generalizada debido a una aguda crisis económica derivada de malos manejos en política monetaria, los excesivos controles económicos y un sinfín de escándalos por corrupción de funcionarios públicos, entre ellos la misma presidente y su familia.
Las recientes elecciones terminaron por dar un golpe fulminante al oficialismo argentino, con la victoria de la oposición representada en la figura del ahora presidente Mauricio Macri.
Ecuador, de la mano de Rafael Correa, parecía ser la gloria del Socialismo en Latinoamérica; un país en desarrollo y con crecimiento económico basado en ideologías socialistas. Sin embargo, este tipo de políticas suelen tener un efecto “espejismo” y este país no es la excepción. Cuando el crecimiento se hace a costa de endeudamiento y con altas tarifas tributarias estas terminan por desincentivar la única verdadera fuente de riqueza con la que los países cuestan: el emprendedurismo. Hoy Correa es blanco de duras críticas, entre muchas otras razones, por la torpeza política de aumentar impuestos en respuesta al terrible terremoto sucedido en abril del presente año.
Similar es el caso de Brasil con Lula da Silva y Dilma Rousseff. Este país fue el centro de atención mundial por su rápido crecimiento y esto lo llevó, entre otros reconocimientos, a ser sede de los dos encuentros deportivos más importantes del planeta: el Mundial de Futbol de la FIFA de 2014 y las Olimpiadas que están por comenzar en Rio de Janeiro. El mundial se realizó en medio de protestas ciudadanas que expresaban inconformidad hacia el excesivo gasto en construcción de estadios mientras se recortaban presupuestos de educación y se agudizaba la pobreza. Las Olimpiadas se llevarán a cabo con una Dilma Rousseff derrotada políticamente y retirada de su investidura de presidente para enfrentar un juicio político por cargos de corrupción.
Bachelet en Chile parece querer solucionar todo con “bonos” gubernamentales y programas sociales. Esto ha tenido como consecuencia una desaceleración económica considerable en el que por mucho tiempo fue el país ejemplo para América Latina en materia económica y que se está reflejando en la pérdida de credibilidad financiera y capacidad para atraer inversión extranjera.
José Mújica de Uruguay fue quizá el presidente más carismático de la historia. Es prácticamente imposible no simpatizar con su figura bonachona andando en un viejo Volkswagen y vistiendo sandalias. La legalización del consumo de la marihuana colocó a Uruguay como un país que abrazaba la libertad y abierto al desarrollo. Sin embargo algunas decisiones como la ley que permite la censura a medios de comunicación por parte del Gobierno y el constante discurso en el que privilegia la distribución de la riqueza sobre el respeto a la propiedad privada nos muestran la importancia de no dejarnos llevar por las apariencias ni palabras de nuestros gobernantes y revisar a fondo sus acciones y políticas.
Evo Morales sigue dando discursos de igualdad y amor por el indigenismo en Bolivia mientras demuestra su soberbia pidiendo a sus colaboradores que le aten los zapatos. Recientemente condenó la libertad de expresión a través de las redes sociales si es para hablar en contra de su persona y sus decisiones, argumentando daños al país.
La situación en Cuba no mejora y es por todos bien conocido las condiciones de pobreza en las que su población vive mientras que los Castro visten Adidas y Rolex. Defensores del socialismo argumentan amplios avances en temas de salud y alfabetización pero se les olvida que el precio nunca puede ni debe ser la libertad. Se niegan a admitir que un país en el que sus habitantes están dispuestos a jugarse la vida y dejar toda su historia atrás para embarcarse en una balsa y sin garantías de éxito no puede ser el paraíso del que tanto hablan.
Venezuela es quizá el caso más doloroso de todos; los índices de delincuencia altísimos, Nicolás Maduro declarando sinsentidos cada que se le presenta la oportunidad, presos políticos y la escasez provocando situaciones como largas colas para comprar bienes básicos o la venta de “untadas” de desodorante hacen que miles de venezolanos se vean forzados a llevar una vida muy lejana de la que ellos desearían.

La situación en México

En México, Peña Nieto no goza de la aprobación ciudadana, nuestro estado de derecho es endeble, la inseguridad y el crimen organizado siguen cobrando miles de vidas anualmente, la corrupción forma parte de nuestro ideario cultural y la pobreza es una realidad presente en cada esquina de nuestro país.
Ante estas situaciones el primer impulso de cualquiera es optar por un cambio, pero tenemos que ser conscientes de que no cualquier cambio. Las cosas no van bien pero podrían ir mucho peor si no lo trabajamos correctamente. En cada uno de los países antes mencionados tenemos lecciones que como mexicanos no debemos ignorar ni esperar a vivirlas en carne propia para reflexionar.
Es necesario identificar y rechazar tajantemente aquellas políticas que proponen un alto intervencionismo gubernamental en la economía, evitar los discursos disfrazados de justicia que generan fricción y rupturas al interior de la sociedad y señalar a los personajes carismáticos y populistas cuya falta de autenticidad e integridad ha sido puesta en evidencia en repetidas ocasiones.
No compremos soluciones mágicas ni discursos de “mesías políticos”. Nuestra apuesta para el progreso y desarrollo no puede ser otra que la libertad

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