The Wall Street Journal
ha publicado un buen artículo a favor de la inmigración en sus páginas
editoriales, y uno de sus excelentes comentarios tiene que ver con la
cruzada anti-capitalista del Papa:
“Aquí tenemos a un Papa latinoamericano que reconoce que los inmigrantes están migrando hacia el norte, hacia los Estados Unidos, y no al revés. Estamos hablando de los mismos Estados Unidos que practican esa economía capitalista que el Papa ha vilipendiado en tantas otras ocasiones. Algo moral debe tener la economía de libre mercado para crear tanta oportunidad y atraer a tantos pobres del mundo”.
No es que ese comentario en sí sea tan
original (aunque, de hecho, sugiere que la moralidad tiene que ver con
el destino de los pobres), pero lo que sí hace es pulverizar totalmente
la idea de que los socialistas están motivados por el deseo de ayudar a
los pobres. Y expone el segundo nivel de coacción que el altruismo
requiere. El primer nivel es, como ya sabemos, que los sacrificios deben
ser extraídos por la fuerza, porque, según el altruismo, los
“necesitados” son los verdaderos dueños de los bienes producidos por los
no-necesitados, lo cual significa que esas transferencias forzadas de
riqueza de los más ricos a los más pobres consisten en usar la fuerza
como represalia, o sea, en usarla para devolverles la propiedad a sus
legítimos dueños.
Pero el segundo nivel, igual de
importante, es que el altruismo también requiere el uso de la fuerza
contra sus supuestos beneficiarios: contra los pobres. Porque,
supuestamente, si dejamos libres a los pobres ellos harían las cosas
“equivocadas”, como por ejemplo irse a los Estados Unidos para acabar
siendo “explotados” por los capitalistas. Por lo visto, sólo nuestros
sabios gobernantes saben lo que realmente va en beneficio de los pobres.
Los altruistas-colectivistas deberían pensar que los pobres realmente
están mucho mejor viviendo bajo el socialismo latinoamericano.
Paradójicamente, es la Izquierda la que
debería estar insistiendo en la construcción de un muro en la frontera
sur, para evitar que los hispanos huyan de sus paraísos estatistas. Y es
la Derecha la que debería estar abogando por una inmigración abierta,
para elevar el nivel de vida tanto de inmigrantes como de
estadounidenses, bajo una (relativa) libertad.
Hay otro indicador, uno verdaderamente
increíble, que muestra que a los altruistas-colectivistas no les importa
lo más mínimo el destino de los pobres: las historias de India y China.
La mejora más rápida y de mayor escala que han visto los pobres en toda
la historia de la humanidad llegó cuando esos dos mil millones de
personas se alejaron del fantasma del socialismo y se acercaron al
capitalismo. Es una mejora reciente que sigue ocurriendo en este
momento.
¿Y qué tiene la Izquierda que decir
sobre ese desarrollo tan sorprendente? Nada, absolutamente nada. Ni
están encantados con él, ni avergonzados por él, ni disuadidos por él.
Simplemente, se niegan a mirarlo; ni siquiera lo reconocen. Es una
evasión monumental.
¿Puede alguien objetar que esas mejoras
basadas en el capitalismo están siendo ignoradas por estar ocurriendo
tan lejos? Eso sería difícil de vender, porque nuestro “deber” de
ayudarles a los hambrientos en tierras lejanas ha sido la cantinela
constante de los altruistas desde tiempo inmemorial. Cuando éramos
pequeños, el argumento de nuestros padres con los niños que no se
terminaban la comida era: “Piensa en todas las personas que se mueren de
hambre en China”.
Los acontecimientos recientes confirman lo que Ayn Rand escribió en 1962:
“El altruismo no es una doctrina de amor, sino de odio hacia el hombre.“El colectivismo no predica el sacrificio como un medio temporal para conseguir alguna finalidad deseable. El sacrificio es su finalidad: el sacrificio como forma de vida. Es la independencia, el éxito, la prosperidad y la felicidad del hombre lo que los colectivistas quieren destruir”. (“Teoría y Práctica”, Capitalismo: El Ideal Desconocido)
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Fuente: Comentario de Harry Binswanger
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