lunes, 16 de mayo de 2016

¿Dejarán los británicos la UE?

¿Dejarán los británicos la UE?

Por Álvaro Vargas Llosa
A este lado del Atlántico no se le presta la atención que merece al “Brexit”, la posibilidad de que Reino Unido abandone la Unión Europea si así lo deciden los votantes en el referéndum del 23 de junio. Las encuestas dan un empate técnico; en la última, la opción de salida supera a la de la permanencia por tres puntos. De allí la retórica desesperada que el primer ministro, David Cameron, ha empezado a emplear para frenar la peligrosa tendencia.
Recordemos que, para desintoxicar el ambiente, Cameron prometió, antes de las elecciones en que obtuvo la reelección el año pasado, una consulta popular sobre el asunto que divide a los británicos prácticamente desde que en 1973, habiendo superado el veto de muchos años impuesto por De Gaulle, se integraron a la Comunidad Económica Europea, antecedente de la actual UE.
El inexorable calendario se ha encargado de atrapar a su promesa y el referéndum, que domina el debate en buena parte de Europa, puede ser su perdición. En los últimos nueve meses, la opción de salida ha ganado entre 15 y 20 puntos y la otra perdió más de 10.


No está en juego solamente la relación de Reino Unido con un bloque que suma cerca de 19 billones de dólares de PIB y más de 500 millones de personas. Está en juego el propio país, que podría desmadejarse por efecto del “Brexit”, pues Escocia forzaría un nuevo referéndum sobre la independencia y esta vez lo ganaría: el argumento central por el que perdió el anterior giró en torno al hecho de que, si se independizaba, la Unión Europea le prohibiría al nuevo país la permanencia en el bloque. Sin duda Gales, donde el independentismo goza de salud, exigiría su propia consulta.
Además de Reino Unido, está en juego la relación de otros países con la UE. En varios ya hay mayorías que piden un referéndum equivalente y en algunos la división de opiniones sobre el tema de fondo augura resultados imprevisibles en caso de haberlo.
Desde hace décadas que Europa es la manzana de la discordia entre conservadores. A diferencia del referéndum de 1975, que la opción de la permanencia ganó en contra de un movimiento proteccionista y estatista que pedía la salida, en este caso son los liberales en lo económico, muchos de ellos “tories”, los que lideran la corriente antieuropea. Ya son muchas las excepciones jurídicas de que goza Londres en su relación con Europa, casi todas ellas arrancadas a los socios para aplacar a los “euroescépticos”, pero el tigre al que han tratado de colmar con pedazos de carne cruda quiere más… y más. Con argumentos a favor de una globalización real y en contra de la burocracia de Bruselas que en verdad disfrazan unas pulsiones nacionalistas, los euroescépticos, acaudillados esta vez por Boris Johnson, el ex alcalde de Londres que quiere desbancar a Cameron, su compañero de partido, han logrado una masa crítica que ha convertido el referéndum en una moneda al aire.
Recordemos que Thatcher tuvo encontronazos continuos con sus socios europeos, que John Major fue destruido por los euroescépticos, que en gran parte Tony Blair logró mantener a los “tories” disminuidos por sus divisiones internas en torno a Europa y que sólo la gestión desangelada y atribulada de Gordon Brown permitió a los conservadores revivir. Ahora, Cameron patalea para evitar un trauma de consecuencias graves para su país y el entorno. Esto quiere decir: mientras los conservadores no resuelvan si quieren o no ser europeos, el Reino Unido no tendrá paz existencial.

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