lunes, 13 de julio de 2015

Grecia es hoy más europea y Europa más alemana

Juan T. Delgado

A falta de conocer la letra pequeña del acuerdo entre Grecia y las instituciones, y de que el Parlamento heleno apruebe las reformas exprés que exigen los acreedores, la larga y encarnizada negociación pone en evidencia, al menos, cuatro certezas:
1. Que Grecia es desde hoy un poco más europea y Europa mucho más alemana. El pulso entre el Gobierno de Syriza y la Troika -Eurozona, BCE y FMI- tiene una vencedora y un humillado. Ni la posición de Christine Lagarde favoble a la quita, ni la presión inicial de François Hollande en pos de un acuerdo menos severo han servido para relajar las exigencias de Angela Merkel. La canciller alemana ha impuesto la línea dura, la mano de hierro, con inmutable frialdad, hasta el punto de poner en riesgo la actual unidad de la Eurozona. En las últimas horas de la negociación, Alemania se mostró dispuesta a expulsar a Grecia de la moneda única si no aceptaba sus condiciones sin excepción. Recabó apoyos en los países del norte y barrió las disidencias como una apisonadora en el momento final. Tras una noche de infarto, Grecia seguirá siendo miembro de la Eurozona. El acuerdo es positivo para el país, pues la salida habría llevado a la economía al caos (extensión del corralito, hiperinflación, importaciones impagables...). También para la moneda única, que habría afrontado una situación peligrosamente inédita con la salida de uno de sus socios, al despertar desconfianza de los mercados, que son quienes -nos guste o no- financian nuestro crecimiento.


Angela Merkel y Alexis Tsipras, en una reunión en Bruselas. / REUTERS

2. Que otra Europa no es posible, de momento. El triunfo arrollador de Merkel frente a Tsipras y la imposición de su postura en las instituciones cierra las puertas, por ahora, a un modelo de Europa distinto al que nació hace 15 años con el euro. La moneda única seguirá circulando por un grupo de países entre los que no hay fronteras para las personas, las mercancías y las transacciones, pero que están escasamente cohesionados en materia fiscal o financiera. La crisis griega ha puesto en evidencia que el proyecto del euro arrastra los males con los que nació. Que la Eurozona tiene los pies de barro. Sin embargo, con su actitud implacable, Alemania aparca, de momento, cualquier debate sobre el fondo y la forma del euro. Austeridad y control fiscal han sido los dos principales mandamientos para los socios de la Eurozona. Y lo serán.
3. Que Europa, a diferencia de Estados Unidos, aún no ha dejado atrás la crisis. Lehman Brothers supuso para la economía estadounidense una sacudida similar a la que Grecia ha propiciado a la Eurozona. En Estados Unidos hay un antes y un después de la caída de Lehman Brothers, como en la historia de Europa quedarán marcados los días en los que el euro estuvo a punto de perder a uno de sus socios. Pero entre ambas situaciones límite hay una diferencia crucial: el timing y el modo de abordar el problema. El Gobierno estadounidense permitió la liquidación de Lehman Brothers, una pieza clave por su peso y sus conexiones en el engranaje de Wall Street. Y comenzó a aplicar de forma inminente y sin dilaciones su propia receta contra la tormenta financiera, a base de ingentes inyecciones de liquidez al sistema. Mientras Europa y el BCE debatían sobre cómo taponar la sangría en los mercados de deuda, la Reserva Federal abría la manguera del dinero. Hoy, siete años después de la quiebra de Lehman Brothers, Estados Unidos prepara ya una subida de los tipos de interés, el síntoma más claro de que la recuperación está afianzada. Mientras tanto, el proyecto del euro, con sólo 15 años de vida casi revienta por la costura griega. El tercer rescate al país heleno pone en evidencia no sólo las debilidades del euro. También, o sobre todo, que Europa aún no ha superado la crisis financiera que detonó la muerte de Lehman.
4. Que los nuevos partidos tienen mucho que perder ¿o mucho que ganar? Al doblegar el pulso a Tsipras, Alemania se apunta un doble tanto. De entrada, logra que Grecia aplique duros ajustes y asuma la austeridad como filosofía de crecimiento económica. De salida, es más que probable que el Gobierno de Syriza acabe cayendo en las próximas semanas, por la enorme escisión interna que provocará la aplicación de los recortes y las reformas. El ministro griego de de Trabajo ya ha anunciado hoy que habrá elecciones anticipadas, asumiendo que Grecia será ingobernable en los próximos meses. Con su triunfo ante Tsipras, Merkel lanza un aviso a los partidos hermanos de Syriza, a los que reclaman otra Europa, a quienes claman contra los recortes, a quienes cuestionan los equilibrios de poder en la Eurozona. Ahora bien, que Tsipras haya claudicado no implica que los nuevos movimientos políticos vayan a desvanecerse. Quienes auguraban un triunfo del a los ajustes en el referéndum griego se toparon con un rotuno no, respaldado por el 60% de la población. La crisis ha provocado un cambio de paradigma. La falta de oportunidades ha aflorado una generación de jóvenes que no votaba y ahora acude en masa a las urnas. Y los ajustes se han llevado por delante el voto fiel que profesaba una parte de la población, dando brío a las formaciones de izquierda radical o de extrema derecha. El acuerdo con las instituciones puede ser el punto final que desea Merkel. O un punto seguido en una historia de final incierto que comenzó a escribirse cuando reventó Lehman Brothers, al otro lado del Atlántico

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